En democracia es un error muy común entre la ciudadanía, anacronismo que sabe Dios a qué suerte de cernícalos puede llegar a beneficiar, pensar que quien tiene potestad no necesita saber. Pero precisamente es, en un Estado de Derecho, donde Autoridad y Poder deben siempre unificarse en la figura de quien, por una parte, ostenta el poder conferido socialmente en buena lid y, por otra, alcanza la autoridad que el ejercicio de ese mismo poder le posibilita demostrar con el saber. En ningún caso, pues, la Autoridad debe ni puede rebajarse a rendir pleitesía al Gobierno que reniega del Conocimiento.
Toda Jefatura sin Inteligencia es ordinaria y no lleva a ninguna parte más que al ensalzamiento burdo de quien la ostenta. De eso se está dando cuenta la ciudadanía española, que harta de tanto desgobierno, pero sobre todo de la corrupción nacida al amparo del mismo, por fin comienza a optar por dejar de guardar silencio; por levantar la voz contra tanto despropósito. Lo demuestra la intención de voto que recogen las últimas encuestas, en las que Podemos, un partido político que todavía no ha tenido la oportunidad de llegar al poder ni, por tanto, mostrar si la formación que lidera Pablo Iglesias es capaz de gobernar, no con ocurrencias –que ya sabemos a dónde nos pueden llevar- sino con ideas elaboradas.
Claro está que del dicho al hecho hay mucho trecho, pues ya veremos como acaba todo este escándalo que, por cierto, ya nos ha situado en la lista de los diez países más corruptos del todo el mundo, que no es poco por cierto. Es verdad que todavía queda bastante tiempo para las Elecciones Generales, y la situación tanto de Podemos, pero sobre todo de los damnificados PP y PSOE, puede dar un vuelco importante; aunque no sé, esa es la verdad, si para bien o para mal.