El toponímico greco les define este año que entra en su recta final de
conmemoraciones y trimestres. Han trabajado durante meses, buena labor de equipo
y de espectáculo. Sus apellidos Valero, Guzmán, Briega (de Orfeo), y Morallón, ya
sonaban mucho antes de que llegara el famoso pintor griego a cumplir sus cuatrocientos
años, son apellidos emparejados a la creación, a la interpretación, a la imagen, a la
música, a la palabra, al arte, al espectáculo... Porque eso es El Greco, si nos atenemos a
la visión que nos deja su mano en el corazón.
Como él, son creadores que han de tomar un lugar, una referencia de toponimia
para realizarse, en este caso es Toledo, el lugar elegido por El Greco pero cada artista, y
ellos cuatro lo son, han de elegir, bien por casualidad, bien por circunstancias, bien por
el mismo corazón, un lugar para definirse, y ese lugar es la tierra que les llama y acoge,
sin olvidar orígenes: Puertollano, Malagón, Campo de Criptana y Torrenueva.
Valero, Manuel Valero, escribe desde siempre por afición, por profesión y
profesionalidad, por obligación y gusto, sobre todo por gusto, al manejar la palabra y
emplazarla en distintos lugares. Así ha llevado siempre la palabra y su buen discurso a
la prensa, a las tablas, al escenario, al papel de libro, al soporte digital donde busca la
voz y la música para que la acompañen, surgiendo libretos como el de “El Greco, con la
mano en el corazón”, obra hace tiempo estrenada, pero llevada esta semana a Almagro,
al 29 Encuentro de Poesía Española como poema audiovisual, para contar la vida y obra
del pintor de Creta, incluyendo la proyección de algunos de sus famosos cuadros.
Guzmán, Augusto Guzmán, compone sonidos como es esta música original
que tan bien interpreta el cuarteto de cuerda Orfeo, trece partituras de música
contemporánea de violines, violas y chelo, y se atreve a hacer guiños de sonidos
mediterráneos de color azulón, recuerdo de viejas películas marineras. Pero Augusto
dirige toda esta amalgama de sonidos y equipo, experiencia no le falta, él esta donde la
música y la imagen tienen cabida y protagonismo.
Briega, Manuel Briega, erase que se era un joven pegado a un arco y a un violín
desde hace tanto tiempo que el instrumento se convirtió en el reflejo y prolongación de
sus extremidades, y los sonidos armónicos no se resistían al contacto de sus dedos. Así
en compañía del resto de compañeros de cuarteto dieron el do de pecho ante el Greco
en el Teatro Municipal almagreño demostrando que si el talento musical se une y se
conjunta, se demuestra que Orfeo, el otro griego que dejaba en paz de espíritu a quien
escuchara su lira, se manifiesta en el alma de los instrumentos para deleitarnos.
Y Morallón, Pedro Morallón, gran actor y cantante, metido hasta las cejas en
la piel del noble pintor Domenicos Theotocópoulos, resalta con su mejor tono de voz,
en ese claroscuro de tinieblas para iluminar los nuevos tiempos con los tonos pastel del
artista que en la pantalla del escenario surgen y se rebelan, para decirnos que El Greco
vive al fin tras siglos de silencio, porque era necesario que personas como Pedro le
pusieran a su voz el eco.
Las figuras del Greco son tan alargadas, como será la sombra de estos cuatro
artistas que ponen en sinergia al corazón.