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Pedro García, Girona

La bendición de la vida larga

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Miles de ancianos se han reunido el domingo 28 de septiembre con el Papa en la plaza de San Pedro, en una fiesta celebrada en torno al lema “La bendición de la vida larga” y a la que ha asistido también el Papa emérito Benedicto XVI. No es la primera vez que el Papa Francisco habla con claridad y, al mismo tiempo, con exquisita ternura, de lo que suponen los abuelos para una sociedad desarrollada. Lo ha hecho en numerosas ocasiones cuando ha hablado de la cultura del descarte para referirse con horror a lo que algunos hacen con los más pequeños y con los mayores de la familia humana.

La vejez, de forma especial, es un tiempo de gracia. Los ancianos, desde su experiencia, tienen una gran capacidad para comprender las situaciones más difíciles, y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte y poderosa. Pero desgraciadamente, no siempre el anciano, el abuelo o la abuela tienen una familia donde ser acogidos. Bienvenidos sean entonces, como ha dicho el Papa, los hogares para los ancianos, con tal de que sean verdaderos hogares y no prisiones; pulmones y santuarios de humanidad en una sociedad que los necesita mucho.

La dramática realidad del abandono de los ancianos, del descarte, se produce muchas veces con el pretexto de mantener un sistema económico equilibrado. En realidad, se está colocando en el centro el dinero y desplazando a la persona humana. A todos nos incumbe. Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura del descarte, porque un pueblo que no custodia a los abuelos y que no los trata bien es un pueblo que no tiene futuro, que pierde la memoria y que se desarraiga de sus propias raíces.

La bendición de la vida larga

Pedro García, Girona
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lunes, 27 de octubre de 2014, 09:36 h (CET)
Miles de ancianos se han reunido el domingo 28 de septiembre con el Papa en la plaza de San Pedro, en una fiesta celebrada en torno al lema “La bendición de la vida larga” y a la que ha asistido también el Papa emérito Benedicto XVI. No es la primera vez que el Papa Francisco habla con claridad y, al mismo tiempo, con exquisita ternura, de lo que suponen los abuelos para una sociedad desarrollada. Lo ha hecho en numerosas ocasiones cuando ha hablado de la cultura del descarte para referirse con horror a lo que algunos hacen con los más pequeños y con los mayores de la familia humana.

La vejez, de forma especial, es un tiempo de gracia. Los ancianos, desde su experiencia, tienen una gran capacidad para comprender las situaciones más difíciles, y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte y poderosa. Pero desgraciadamente, no siempre el anciano, el abuelo o la abuela tienen una familia donde ser acogidos. Bienvenidos sean entonces, como ha dicho el Papa, los hogares para los ancianos, con tal de que sean verdaderos hogares y no prisiones; pulmones y santuarios de humanidad en una sociedad que los necesita mucho.

La dramática realidad del abandono de los ancianos, del descarte, se produce muchas veces con el pretexto de mantener un sistema económico equilibrado. En realidad, se está colocando en el centro el dinero y desplazando a la persona humana. A todos nos incumbe. Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura del descarte, porque un pueblo que no custodia a los abuelos y que no los trata bien es un pueblo que no tiene futuro, que pierde la memoria y que se desarraiga de sus propias raíces.

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