El pasado sábado por la noche Telecinco difundió una encuesta de Sigma-Dos en la que se anunciaba un sorpasso electoral en la izquierda, al superar Podemos al Partido Socialista por cuatro décimas en intención de voto. Los de Pablo Iglesias pasarían a ser el segundo partido más votado, por detrás del PP, que todavía conservaría el primer puesto con una ventaja de 4,2 puntos. Sin embargo, el sondeo no deja de ser una mala noticia para el Partido Popular, que sigue en caída libre, mientras la izquierda, fragmentada y plural, gana terreno. Los de Rajoy perderían 16,3 puntos respecto a las Generales de 2011. Y los socialistas, aunque parece que con la llegada de Pedro Sánchez han detenido la sangría de posibles votos, todavía estarían 5 puntos por debajo del catastrófico resultado obtenido por Rubalcaba.

Estos son los datos demoscópicos, aunque como suelen decir los líderes de los partidos que quedan en evidencia en los sondeos, la verdadera encuesta es la que se realiza el día de las elecciones. Algo cierto e indiscutible, aunque uno, como mero observador, tiene la sensación de que si esto fuera una carrera de caballos, Podemos sería el pura sangre que, llegando desde atrás, está a punto de pasar a los dos favoritos habituales. En definitiva, que habría doble sorpasso (Podemos podría ganar las Elecciones Generales de 2015). En este sentido es oportuno recordar que todas las encuestas previas a las Europeas del pasado mes de mayo ofrecían una victoria no ajustada del PP sobre el PSOE, y Podemos, ni aparecía.

Pero, ¿por qué hemos llegado hasta aquí, a pesar de la macrocampaña impulsada contra Pablo Iglesias y Podemos desde diversos sectores tras el susto de las Elecciones Europeas, con todo tipo de videos y acusaciones?

Es obvio que la gente, además de empobrecida e indignada con una clase política (la casta) a la que considera inútil y desvergonzada, está deprimida; falta de horizonte y de esperanza. Porque muchos de los que tienen trabajo no ganan lo suficiente para llegar a fin de mes, y porque son legión los que creen que ya no volverán a encontrar un empleo.

Y en medio de tamaña depresión, irrumpe Podemos, con un lenguaje claro, fácil de entender, populista y, seguramente, trufado de demagogia. Un discurso que mucha gente está dispuesta a comprar y, con mucha más fruición, cada vez que sale por la tele un erudito engominado de ‘la casta’, realizando las oportunas advertencias a la población.

Porque se trata de una compra natural, humana. Y racional. No debemos olvidar que, primero Zapatero en 2010 con su giro copernicano impuesto por Merkel, y a partir de 2011 Rajoy con su entusiasmo por satisfacer a la cancillera alemana, han contribuido a poner el país patas arriba. A sembrar desazón y desconfianza en el ánimo de los españoles.

Los políticos nos condenan al austericidio y nos dicen que nos recortan sueldos, servicios, prestaciones y derechos por nuestro bien. Y lo repiten una y otra vez a pesar de la evidencia de que cada minuto que pasa nos encontramos más cerca del abismo. Vemos que las recetas del Gobierno de España y de la Unión Europea no son eficaces, y que lo que los señores de la gomina venden como recuperación no es otra cosa pobreza y caos.

Por eso la ciudadanía compra el discurso de Podemos. Porque realista o no, es el único que suena medianamente bien. Porque mientras los demás hablan de recortar y de la imperiosa necesidad de salvar a los bancos para que el sistema no decaiga, Iglesias y sus compinches predican la salvación de las personas. Y hemos llegado a tal punto de sufrimiento, que hay gente dispuesta a comprar únicamente aquel mensaje que le suene bien, el que considere óptimo para la defensa de sus propios intereses como ser humano.

¿Es viable el salario social del que habla Podemos? ¿Si se aplicara le saldrían las cuentas al Estado? La verdad es que no lo sabemos, pero cada vez son más las personas que piensan que si hubo dinero para primero saquear Bankia y luego para rescatarla, ¿por qué no va a haberlo para salvar a las personas?