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¿Cómo es posible defender un régimen que no es capaz de proteger a los ciudadanos frente a los atropellos que sufrimos?

El discurso del rey

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Para algunos, el discurso de Felipe VI en la entrega de los premios “Príncipe de Asturias, ha sido el mejor del actual jefe del Estado. No lo pongo en duda, pero considero que los pilares del mismo: la Constitución de 1978, la “unidad de España” y nuestra integración europea, carecen de cimientos en la cotidianidad de los ciudadanos.

Estamos asistiendo a una actualidad marcada por la descomposición de un régimen que salpica a los propios entornos de la jefatura del Estado, a los partidos del poder, a las organizaciones empresariales y sindicales, a la Justicia, a la Iglesia…. ¿Cómo es posible defender un régimen que no es capaz de proteger a los ciudadanos frente a los atropellos que sufrimos? No era de esperar que el jefe del Estado se pronunciara contra la institución. Obviamente, tenía que defenderla, pero, en ese caso, debería disipar las inquietudes y las penurias de los ciudadanos. No solamente no lo ha hecho, sino que ha construido su discurso sobre nuestra actualidad política sobre un abstracto, y el régimen que sufrimos es muy concreto, así como lo son los efectos del mismo y la opinión.

El descontento de la misma es cada vez más obvio y el jefe del Estado debería, al menos, reflejarlo. Por si la actualidad, las encuestas de opinión o una simple mirada a la calle no le fueran suficientes, el jefe del Estado debería sentirse alarmado cuando el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del poder judicial ha dicho que nuestra ley de enjuiciamiento criminal está hecha contra robaganillas y no contra corruptos.

Dicho esto en un contexto de alarma de corrupción generalizada, por un tan alto representante de la Justicia, ante miembros de un gobierno cuyo partido le ha nombrado y que está tan altamente implicado en la corrupción, es altamente significativo, y desde luego los ciudadanos eran conscientes del hecho, como así lo demuestran las encuestas.

Hay muchas voces y sobre todo hechos, que claman que el régimen iniciado en 1978 hace aguas No parece oportuno que el jefe del Estado construya su discurso político sobre él sin aludir a síntomas y terapias.

Ocurre lo mismo con los otros pilares:

-La unidad de España también tiene una cotidianidad. El régimen ha utilizado el concepto de forma que crea antagonismos entre las Comunidades Autónomas, en lugar de las sinergias proclamadas. Así, se invierte el dinero de los españoles en el Ave Madrid/Sevilla, se compran a Alemania y a Francia locomotoras y trenes, cuando teníamos un Talgo capaz de hacer el trayecto con 15 minutos más y hubiera sido capaz de salvar industrias que estábamos desmantelando en la época.

Es discutible asimismo la idoneidad del gasto en Sevilla, puesto que parece que la estrategia hubiera aconsejado una apertura a Europa, y es aún más discutible el empeño por mantener un AVE que no es rentable y suyo funcionamiento debe ser asegurado por los bolsillos de todos los españoles, incluidos los excluidos, los que no podemos pagar los billetes o los que tenemos que sufrir infraestructuras viarias decimonónicas. Es un ejemplo, pero está claro que la aplicación de la unidad de España se ha hecho con criterios extraños al concepto.

En cuanto a nuestra vocación europea, se ha construido, como reflejan, desde hace años, las encuestas, una UE que no satisface a los ciudadanos de los Estados que la componen.

El discurso del rey

¿Cómo es posible defender un régimen que no es capaz de proteger a los ciudadanos frente a los atropellos que sufrimos?
Carlos Ortiz de Zárate
lunes, 27 de octubre de 2014, 08:07 h (CET)
Para algunos, el discurso de Felipe VI en la entrega de los premios “Príncipe de Asturias, ha sido el mejor del actual jefe del Estado. No lo pongo en duda, pero considero que los pilares del mismo: la Constitución de 1978, la “unidad de España” y nuestra integración europea, carecen de cimientos en la cotidianidad de los ciudadanos.

Estamos asistiendo a una actualidad marcada por la descomposición de un régimen que salpica a los propios entornos de la jefatura del Estado, a los partidos del poder, a las organizaciones empresariales y sindicales, a la Justicia, a la Iglesia…. ¿Cómo es posible defender un régimen que no es capaz de proteger a los ciudadanos frente a los atropellos que sufrimos? No era de esperar que el jefe del Estado se pronunciara contra la institución. Obviamente, tenía que defenderla, pero, en ese caso, debería disipar las inquietudes y las penurias de los ciudadanos. No solamente no lo ha hecho, sino que ha construido su discurso sobre nuestra actualidad política sobre un abstracto, y el régimen que sufrimos es muy concreto, así como lo son los efectos del mismo y la opinión.

El descontento de la misma es cada vez más obvio y el jefe del Estado debería, al menos, reflejarlo. Por si la actualidad, las encuestas de opinión o una simple mirada a la calle no le fueran suficientes, el jefe del Estado debería sentirse alarmado cuando el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del poder judicial ha dicho que nuestra ley de enjuiciamiento criminal está hecha contra robaganillas y no contra corruptos.

Dicho esto en un contexto de alarma de corrupción generalizada, por un tan alto representante de la Justicia, ante miembros de un gobierno cuyo partido le ha nombrado y que está tan altamente implicado en la corrupción, es altamente significativo, y desde luego los ciudadanos eran conscientes del hecho, como así lo demuestran las encuestas.

Hay muchas voces y sobre todo hechos, que claman que el régimen iniciado en 1978 hace aguas No parece oportuno que el jefe del Estado construya su discurso político sobre él sin aludir a síntomas y terapias.

Ocurre lo mismo con los otros pilares:

-La unidad de España también tiene una cotidianidad. El régimen ha utilizado el concepto de forma que crea antagonismos entre las Comunidades Autónomas, en lugar de las sinergias proclamadas. Así, se invierte el dinero de los españoles en el Ave Madrid/Sevilla, se compran a Alemania y a Francia locomotoras y trenes, cuando teníamos un Talgo capaz de hacer el trayecto con 15 minutos más y hubiera sido capaz de salvar industrias que estábamos desmantelando en la época.

Es discutible asimismo la idoneidad del gasto en Sevilla, puesto que parece que la estrategia hubiera aconsejado una apertura a Europa, y es aún más discutible el empeño por mantener un AVE que no es rentable y suyo funcionamiento debe ser asegurado por los bolsillos de todos los españoles, incluidos los excluidos, los que no podemos pagar los billetes o los que tenemos que sufrir infraestructuras viarias decimonónicas. Es un ejemplo, pero está claro que la aplicación de la unidad de España se ha hecho con criterios extraños al concepto.

En cuanto a nuestra vocación europea, se ha construido, como reflejan, desde hace años, las encuestas, una UE que no satisface a los ciudadanos de los Estados que la componen.

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