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Lo peor de poner excusas es que cuando te empeñas en tener razón la tienes, pero no eres feliz

“El negro que hablaba valenciano”

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Una mañana normal escuché una conversación entre dos niños que cambió mi vida. Por entonces yo vendía zapatos en los mercadillos, y ese día escuché a un niño que le decía a otro: “Anem a vore al negre eixe que parla valencià”.

De repente desperté. El hombre del que estaban hablando era mi amigo senegalés Jimmy. De golpe, encajaron las piezas de mi cabecita. Durante muchos años yo había defendido que no había estudiado porque mis padres no me lo habían puesto fácil, o al menos, no tan fácil como a ellos. Al escuchar a estos niños hablar con asombro de un hombre que no sólo había aprendido hablar castellano, sino que al contrario de lo que hacíamos muchos de los españoles, también había aprendido a hablar valenciano, me hizo despertar.

Una extraña sensación de vergüenza interna recorrió mi cuerpo, yo que me excusaba en “que no me lo habían puesto fácil” me veía abrumado por un argumento irrefutable: un señor de Senegal había dejado todo atrás (familia, amigos, vivienda, etc.), casi sin recursos había levantado su propio negocio, aprendido dos idiomas, y lo mejor de todo, lo hacía con alegría. ¡Cómo podía decir que yo no lo había tenido fácil!

Lo peor de poner excusas, si además lo combinas con ser bueno persuadiendo, es que cuando te empeñas en tener razón la tienes, pero no eres feliz. Y eso era justo lo que me pasaba. Por aquel entonces te podía poner mil argumentos de por qué a mis hermanos le habían puesto más fácil continuar con los estudios, y me pasaba como a Ramoncín, que ganaba todos los debates. Pero lo cierto es que eso no me ayudaba a mejorar mi situación.

Al reparar en la historia de mi risueño amigo, que se dejaba la vida en lograr su sueño y luchar por su familia, me di cuenta que era justo lo mismo que habían hecho mis padres, trabajando desde niños de manera incansable. Tal vez ellos apenas sepan leer y escribir, pero me han enseñado con su ejemplo lo que es trabajar de sol a sol por sus sueños y por su familia. Yo por entonces, era tan idiota que no era capaz de ver lo importante, aquello que no se dice. Tienes un tiempo, una energía y una atención que es limitada, si lo dedicas a poner excusas no podrás dedicarlo en lograr tus sueños. Tú decides, en qué centras tu atención, en aquello que no tienes o en disfrutar de todo lo que te está ofreciendo la vida. Tú decides, y en función de eso, así recibirás.

“El negro que hablaba valenciano”

Lo peor de poner excusas es que cuando te empeñas en tener razón la tienes, pero no eres feliz
Fabián Villena
viernes, 24 de octubre de 2014, 06:55 h (CET)
Una mañana normal escuché una conversación entre dos niños que cambió mi vida. Por entonces yo vendía zapatos en los mercadillos, y ese día escuché a un niño que le decía a otro: “Anem a vore al negre eixe que parla valencià”.

De repente desperté. El hombre del que estaban hablando era mi amigo senegalés Jimmy. De golpe, encajaron las piezas de mi cabecita. Durante muchos años yo había defendido que no había estudiado porque mis padres no me lo habían puesto fácil, o al menos, no tan fácil como a ellos. Al escuchar a estos niños hablar con asombro de un hombre que no sólo había aprendido hablar castellano, sino que al contrario de lo que hacíamos muchos de los españoles, también había aprendido a hablar valenciano, me hizo despertar.

Una extraña sensación de vergüenza interna recorrió mi cuerpo, yo que me excusaba en “que no me lo habían puesto fácil” me veía abrumado por un argumento irrefutable: un señor de Senegal había dejado todo atrás (familia, amigos, vivienda, etc.), casi sin recursos había levantado su propio negocio, aprendido dos idiomas, y lo mejor de todo, lo hacía con alegría. ¡Cómo podía decir que yo no lo había tenido fácil!

Lo peor de poner excusas, si además lo combinas con ser bueno persuadiendo, es que cuando te empeñas en tener razón la tienes, pero no eres feliz. Y eso era justo lo que me pasaba. Por aquel entonces te podía poner mil argumentos de por qué a mis hermanos le habían puesto más fácil continuar con los estudios, y me pasaba como a Ramoncín, que ganaba todos los debates. Pero lo cierto es que eso no me ayudaba a mejorar mi situación.

Al reparar en la historia de mi risueño amigo, que se dejaba la vida en lograr su sueño y luchar por su familia, me di cuenta que era justo lo mismo que habían hecho mis padres, trabajando desde niños de manera incansable. Tal vez ellos apenas sepan leer y escribir, pero me han enseñado con su ejemplo lo que es trabajar de sol a sol por sus sueños y por su familia. Yo por entonces, era tan idiota que no era capaz de ver lo importante, aquello que no se dice. Tienes un tiempo, una energía y una atención que es limitada, si lo dedicas a poner excusas no podrás dedicarlo en lograr tus sueños. Tú decides, en qué centras tu atención, en aquello que no tienes o en disfrutar de todo lo que te está ofreciendo la vida. Tú decides, y en función de eso, así recibirás.

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El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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