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Antonio Cánaves, Palma de Mallorca

La objeción de conciencia fiscal de los cristianos

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El 90% de las víctimas en conflictos bélicos son civiles, en su mayoría, muertos y mutilados con armas empuñadas o vendidas por católicos y protestantes.

-“No milito. Córtame la cabeza, pero no sirvo con las armas a este mundo”- Esta respuesta, le valió la decapitación al mártir Maximiliano en el año 295, ante el proconsul Dión Casio. Dada su condición de cristiano, rechazó ser soldado. Su respeto por la vida del prójimo, le impedía tomar las armas.

Si bien hoy, no es obligatorio servir en el ejército, si lo es, su financiación. Si haces objeción fiscal al ejército y a las instituciones que le dan soporte, la Agencia Tributaria no te corta el cuello, pero te puede arruinar: primero te impone recargos, luego te sanciona, y más tarde, embarga lo que tengas. La ley contempla la objeción de conciencia y te permite presentar alegaciones, pero Hacienda no tiene plazo para contestar. A diferencia de otras comunidades, en Baleares, este año se han ensañado especialmente contra más de 30 objetores fiscales que por motivos de conciencia, no han destinado su dinero a preparar guerra, sino a otras carencias sociales que el Estado no cubre.

La abolición del servicio militar obligatorio, anestesió el conflicto de la conciencia y el uso de las armas. El autoengaño, “Yo no tomo las armas contra el prójimo, pero pago a otros para que maten en mi nombre”, no tiene nada que envidiar, a la que tomo Pilatos, que lavándose las manos, se desentendió de su orden de crucificar al carpintero de Nazareth.

No cabe duda, que la jerarquía eclesial ha jugado un papel esencial en someter la conciencia de los creyentes a los intereses belicosos: la cruzada nacional católica de la guerra civil, es un ejemplo muy lamentable.

En su agonía en la cruz, Jesús de Nazareth no mando fundar ningún ejército que lo protegiese, en ningún momento pidió la muerte o la venganza para sus captores, ni para Pilatos, Herodes, el Sanedrín, ni para el pueblo que lo pudo libertar en lugar de Barrabas.

Queda por resolver el dilema de conciencia de católicos y protestantes: ¿Si siguen el pacifismo de Jesús, u obedecen a sus belicosos cleros?.

La objeción de conciencia fiscal de los cristianos

Antonio Cánaves, Palma de Mallorca
Lectores
miércoles, 22 de octubre de 2014, 08:25 h (CET)
El 90% de las víctimas en conflictos bélicos son civiles, en su mayoría, muertos y mutilados con armas empuñadas o vendidas por católicos y protestantes.

-“No milito. Córtame la cabeza, pero no sirvo con las armas a este mundo”- Esta respuesta, le valió la decapitación al mártir Maximiliano en el año 295, ante el proconsul Dión Casio. Dada su condición de cristiano, rechazó ser soldado. Su respeto por la vida del prójimo, le impedía tomar las armas.

Si bien hoy, no es obligatorio servir en el ejército, si lo es, su financiación. Si haces objeción fiscal al ejército y a las instituciones que le dan soporte, la Agencia Tributaria no te corta el cuello, pero te puede arruinar: primero te impone recargos, luego te sanciona, y más tarde, embarga lo que tengas. La ley contempla la objeción de conciencia y te permite presentar alegaciones, pero Hacienda no tiene plazo para contestar. A diferencia de otras comunidades, en Baleares, este año se han ensañado especialmente contra más de 30 objetores fiscales que por motivos de conciencia, no han destinado su dinero a preparar guerra, sino a otras carencias sociales que el Estado no cubre.

La abolición del servicio militar obligatorio, anestesió el conflicto de la conciencia y el uso de las armas. El autoengaño, “Yo no tomo las armas contra el prójimo, pero pago a otros para que maten en mi nombre”, no tiene nada que envidiar, a la que tomo Pilatos, que lavándose las manos, se desentendió de su orden de crucificar al carpintero de Nazareth.

No cabe duda, que la jerarquía eclesial ha jugado un papel esencial en someter la conciencia de los creyentes a los intereses belicosos: la cruzada nacional católica de la guerra civil, es un ejemplo muy lamentable.

En su agonía en la cruz, Jesús de Nazareth no mando fundar ningún ejército que lo protegiese, en ningún momento pidió la muerte o la venganza para sus captores, ni para Pilatos, Herodes, el Sanedrín, ni para el pueblo que lo pudo libertar en lugar de Barrabas.

Queda por resolver el dilema de conciencia de católicos y protestantes: ¿Si siguen el pacifismo de Jesús, u obedecen a sus belicosos cleros?.

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