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Los años que nos tocó vivir

Nino Bravo más allá de la biografía

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Un 19 de Abril de 1973, lunes de Pascua, el cantante valenciano Nino Bravo encontró la muerte en la carretera cuando iba camino de Madrid con los componentes del grupo Humo a los que iba a producir su primer disco. Una curva en el pueblo conquense de Villarubio cortó de manera repentina todas las ilusiones de Luís Manuel Ferri, es el nombre que consta en la partida de nacimiento de Nino Bravo. Todas las esperanzas quedaron truncadas entre los retorcidos hierros de aquel BMW justo cuando Nino Bravo ya había despegado con éxito en el mundo de la canción y cuando su futuro se prometía feliz y lleno de éxitos. Si el verano del 72 había sido un verano lleno de trabajo y éxitos el verano del 73 se presentaba todavía con mejores perspectivas. Sus discos escalaban rápidamente las listas de éxito, la gente tarareaba sus canciones, el mercado latino le esperaba en América con los brazos abiertos y muchas de las niñas que por aquel entonces nacían eran bautizadas con el nombre de Noelia en recuerdo de una de las más conocidas canciones de Nino Bravo.

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Ahora y mientras escucho algunas de las canciones a las que Nino Bravo llevó a los peldaños más altos del éxito ojeo las páginas de su biografía escrita por Miguel Siurán, su descubridor. “Nino Bravo. Los años que nos tocó vivir” se lee con sumo interés, sus 426 páginas son todas y cada una de ellas una fuente de interés tanto para conocer los inicios y evolución del cantante de Aielo de Malferit como de los acontecimientos que se sucedieron a lo largo de esos años “que nos tocó vivir”, y, especialmente sirven para recordar las vivencias de aquellos tiempos en que éramos mucho más jóvenes. En todas y cada una de las páginas hay retazos de la vida de Nino Bravo pero también de la vida de mi generación que es la de Nino y la de Miguel Siurán, el autor de esta biografía del cantante en la que se cuentan cosas que hasta la fecha se intentaban ocultar y más de una vez se ocultaron por parte de Nino y de su entorno.

Miguel Siurán, el autor, es, además de un amigo, un todo terreno, un luchador que nunca se rindió ante las adversidades de la vida y las trampas que a lo largo de la misma unos y otros nos van poniendo en el camino. A los 17 años entró en Radio Castellar, allí hacía programas musicales y de cine y allí creó “Discomoder”, el programa musical de más larga duración en las ondas españolas. Discrepancias con la dirección de la emisora le hacen dejar la emisora y en 1968 crea la revista Mundo Musical donde yo entraría en 1973, en aquel verano del 68 Miguel descubre a Nino Bravo y trabaja con él hasta conseguir lanzarlo y que su nombre suene en el mundo de la canción. Miguel ha sido promotor, editor, representante de artistas y hasta importador de discos, en su tienda del Barri del Carme, la Cara B, se encontraban los mejores vinilos, esos que no llegaban a España por la vía normal. Y, por encima de todo esto, fue, en el verano del 68, el descubridor de Nino Bravo aunque luego algunos quisieran arrogarse el haber descubierto al cantante y haberlo llevado al éxito.

En 20 capítulos nos cuenta desde cómo hacer de un humilde chico de barrio una estrella de la canción hasta su conversión en mito y leyenda, pasando también por la ruptura unilateral por parte de Nino Bravo de la relación profesional y de amistad que les unía y por todas las vicisitudes por las que pasaron, primero juntos, y después ya el cantante separado de su descubridor. Estamos ante un libro ameno, lleno de información, mucha de ella desconocida hasta ahora, con amplia información gráfica con fotos inéditas, con un apartado dedicado a la discografía oficial del cantante y un repaso a los acontecimientos ocurridos durante esos “años que nos tocó vivir”. Pero para mí también ha sido muy importante la lectura de este libro para encontrar muchos nombres de locales valencianos ya desaparecidos pero que fueron importantes para mí en algún momento de mi vida, el Whisky a Go Go, cerca de Capitanía y donde más de un domingo acudía a bailar con las niñas más modernas y también más “pijas” de Valencia, la cafetería del Ateneo Mercantil o la terraza del Russafa, y, especialmente, los pabellones de la Feria de Julio, el del Twist y el de la Juventud, y los paradores falleros y aquellas tardes de fallas bailando en los sótanos del Mercado Central donde no sabías qué era peor si el olor al pescado que almacenaban durante el resto del año o el del ambientador que intentaba disfrazarlo. Allí es posible que viera por primera vez a Nino Bravo cantando con los Supersón, su grupo original. A mí también me tocó vivir aquellos años. Si los vivieron lean el libro y si por la edad no los conocieron léanlo también, en sus páginas hay retazos de la vida cotidiana de una Valencia que ya no existe, pero que fue nuestra durante un tiempo, el de la primera juventud.

Nino Bravo más allá de la biografía

Los años que nos tocó vivir
Rafa Esteve-Casanova
miércoles, 22 de octubre de 2014, 07:26 h (CET)
Un 19 de Abril de 1973, lunes de Pascua, el cantante valenciano Nino Bravo encontró la muerte en la carretera cuando iba camino de Madrid con los componentes del grupo Humo a los que iba a producir su primer disco. Una curva en el pueblo conquense de Villarubio cortó de manera repentina todas las ilusiones de Luís Manuel Ferri, es el nombre que consta en la partida de nacimiento de Nino Bravo. Todas las esperanzas quedaron truncadas entre los retorcidos hierros de aquel BMW justo cuando Nino Bravo ya había despegado con éxito en el mundo de la canción y cuando su futuro se prometía feliz y lleno de éxitos. Si el verano del 72 había sido un verano lleno de trabajo y éxitos el verano del 73 se presentaba todavía con mejores perspectivas. Sus discos escalaban rápidamente las listas de éxito, la gente tarareaba sus canciones, el mercado latino le esperaba en América con los brazos abiertos y muchas de las niñas que por aquel entonces nacían eran bautizadas con el nombre de Noelia en recuerdo de una de las más conocidas canciones de Nino Bravo.

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Ahora y mientras escucho algunas de las canciones a las que Nino Bravo llevó a los peldaños más altos del éxito ojeo las páginas de su biografía escrita por Miguel Siurán, su descubridor. “Nino Bravo. Los años que nos tocó vivir” se lee con sumo interés, sus 426 páginas son todas y cada una de ellas una fuente de interés tanto para conocer los inicios y evolución del cantante de Aielo de Malferit como de los acontecimientos que se sucedieron a lo largo de esos años “que nos tocó vivir”, y, especialmente sirven para recordar las vivencias de aquellos tiempos en que éramos mucho más jóvenes. En todas y cada una de las páginas hay retazos de la vida de Nino Bravo pero también de la vida de mi generación que es la de Nino y la de Miguel Siurán, el autor de esta biografía del cantante en la que se cuentan cosas que hasta la fecha se intentaban ocultar y más de una vez se ocultaron por parte de Nino y de su entorno.

Miguel Siurán, el autor, es, además de un amigo, un todo terreno, un luchador que nunca se rindió ante las adversidades de la vida y las trampas que a lo largo de la misma unos y otros nos van poniendo en el camino. A los 17 años entró en Radio Castellar, allí hacía programas musicales y de cine y allí creó “Discomoder”, el programa musical de más larga duración en las ondas españolas. Discrepancias con la dirección de la emisora le hacen dejar la emisora y en 1968 crea la revista Mundo Musical donde yo entraría en 1973, en aquel verano del 68 Miguel descubre a Nino Bravo y trabaja con él hasta conseguir lanzarlo y que su nombre suene en el mundo de la canción. Miguel ha sido promotor, editor, representante de artistas y hasta importador de discos, en su tienda del Barri del Carme, la Cara B, se encontraban los mejores vinilos, esos que no llegaban a España por la vía normal. Y, por encima de todo esto, fue, en el verano del 68, el descubridor de Nino Bravo aunque luego algunos quisieran arrogarse el haber descubierto al cantante y haberlo llevado al éxito.

En 20 capítulos nos cuenta desde cómo hacer de un humilde chico de barrio una estrella de la canción hasta su conversión en mito y leyenda, pasando también por la ruptura unilateral por parte de Nino Bravo de la relación profesional y de amistad que les unía y por todas las vicisitudes por las que pasaron, primero juntos, y después ya el cantante separado de su descubridor. Estamos ante un libro ameno, lleno de información, mucha de ella desconocida hasta ahora, con amplia información gráfica con fotos inéditas, con un apartado dedicado a la discografía oficial del cantante y un repaso a los acontecimientos ocurridos durante esos “años que nos tocó vivir”. Pero para mí también ha sido muy importante la lectura de este libro para encontrar muchos nombres de locales valencianos ya desaparecidos pero que fueron importantes para mí en algún momento de mi vida, el Whisky a Go Go, cerca de Capitanía y donde más de un domingo acudía a bailar con las niñas más modernas y también más “pijas” de Valencia, la cafetería del Ateneo Mercantil o la terraza del Russafa, y, especialmente, los pabellones de la Feria de Julio, el del Twist y el de la Juventud, y los paradores falleros y aquellas tardes de fallas bailando en los sótanos del Mercado Central donde no sabías qué era peor si el olor al pescado que almacenaban durante el resto del año o el del ambientador que intentaba disfrazarlo. Allí es posible que viera por primera vez a Nino Bravo cantando con los Supersón, su grupo original. A mí también me tocó vivir aquellos años. Si los vivieron lean el libro y si por la edad no los conocieron léanlo también, en sus páginas hay retazos de la vida cotidiana de una Valencia que ya no existe, pero que fue nuestra durante un tiempo, el de la primera juventud.

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