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Etiquetas | Internacional | Sahara | MARRUECOS
Un abanico de ONG sostienen un conflicto absurdo y anacrónico al que intentan dotar de tinte ideológico

La historia dice que el Sahara occidental pertenece a Marruecos

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Es común que cuando existen posibilidades de lucrar invocando un conflicto, cierto tipo de ONG ignoren el sufrimiento humano y traten de prolongarlo por el mayor lapso posible, dado que la resolución del mismo implicaría el fin del lucro que obtienen. El caso del “Sahara Occidental” es uno de estos extraños ejemplos, dado que no existe persona razonable que pueda dudar de los argumentos históricos que esgrime Marruecos al reivindicar dichos territorios.

Según el experto francés Bernard Lugan, una de las máximas autoridades en historia africana y catedrático en la Universidad de Lyon, los lazos que unen el norte de Marruecos con sus “provincias saharianas” se remontan a la dinastía Almorávide de beréberes saharianos que fundaron el Gran Marruecos en el siglo XI, en la tierra comprendida entre el río Senegal y el centro de España. Es conocido por los historiadores que bajo el reinado de los saadíes (1554-1650), Marruecos dominó completamente tanto el Sahara occidental como el cinturón del río Níger. Entre los siglos XVI y XVIII la autoridad marroquí se extendió por todo el cinturón del río Níger. En esos tiempos, tanto en Gao como en Timbuktu, las plegarias de los días viernes se realizaban bajo la supervisión del sultán marroquí, en evidencia de la autoridad que tenía Marruecos sobre dichos dominios.

Hacia 1700, fue el sultán marroquí Moulay lsmail quien designó a los gobernadores de Touat y Teghaza, y al emir de Trarza quien era uno de sus vasallos. Hacia finales del siglo XVIII la investidura de este emir seguía bajo la responsabilidad del sultán marroquí.

Quien conoce la historia africana también sabe que Mauritania es una invención colonial, y que sus vastos desiertos estuvieron bajo la influencia de Marruecos por siglos. Dado que los límites reales del territorio de Marruecos alcanzaban el río Senegal, de ello se desprende que las tierras más del norte del Sahara eran también marroquíes.

Las potencias coloniales aprovecharon la realidad que en el siglo XIX Marruecos había ingresado en un período de decadencia, y el poder de sus monarcas se encontraba debilitado. Francia sacó ventaja de esta situación; tomó parte del Sahara marroquí y lo anexó a Argelia. En los comienzos del siglo XX, esta tendencia se intensificó y España capturó todo el sur de Marruecos, desde Tarfaya en el norte hasta el territorio francés de Mauritania en el sur.

El 16 de octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia reconoció que en 1884, año en que España comenzó a mostrar interés en esta región, ella no era terra nullius y que las tribus que la habitaban guardaban lazos de lealtad hacia el monarca marroquí. Los distintos poderes europeos reconocían implícitamente esa lealtad hacia Marruecos cuando solicitaban regularmente a las autoridades marroquíes su intervención en casos de marineros náufragos o viajantes hechos prisiones por las tribus locales. En 1889, por ejemplo, siete proyectistas alemanes fueron secuestrados por una tribu nómada en Saquia al Hamra y el sultán marroquí intervino para liberarlos, prueba de la autoridad efectiva que se extendía más allá del río Draar.. El 20 de noviembre de 1961 se suscribió un acuerdo comercial entre Marruecos y España en la ciudad de Madrid. El artículo 38 de dicho tratado prescribe que: “Si un barco español encallara en las costas de Oued Noun u otro punto de la costa, el sultán de Marruecos utilizará su poder para salvarlo y proteger al capitán y su tripulación hasta su vuelta a su país [...]. Los gobernadores del Rey de Marruecos, de hecho, asistirán en sus esfuerzos al Cónsul General de España, al Cónsul y Vicecónsul, al Agente Consular o sus delegados, de acuerdo a las leyes de amistad.”

En el pasado se han firmado muchos acuerdos bilaterales y, en particular, el de 1799 cuyos términos permitieron a España obtener ayuda del sultán para proteger a las tripulaciones que abandonaban las naves en parte de la costa de Oued Noun y “más allá”. Gracias a este tratado, España reconoció que toda la costa occidental del Sahara dependía de Marruecos en virtud de solicitar al estado marroquí garantizar la seguridad de las víctimas de los naufragios que pudiera alcanzar esas costas.

Muchas veces, los derechos de Marruecos aparecieron en las mismas disputas intercoloniales. Por ejemplo, el oponerse a la presencia francesa en Saquia el Hamra y Oued ed Dahab, Londres justificó su oposición al interponer el argumento que toda esa región pertenecía Marruecos.

Los intereses en el fosfato de la región, la guerra fría y el negocio que vieron en el conflicto las ONG, permitieron que a través de una demencial campaña mediática de desinformación, un grupo de forajidos del Sahara intenten poner en entredicho estos irrebatibles derechos marroquíes.

La menor muestra de debilidad por parte de Marruecos podría admitirse en este tema, pues como lo sentenciara alguna vez Herbert Spencer, si es un deber respetar los derechos de los demás, es también un deber mantener los propios.

La historia dice que el Sahara occidental pertenece a Marruecos

Un abanico de ONG sostienen un conflicto absurdo y anacrónico al que intentan dotar de tinte ideológico
Luis Agüero Wagner
viernes, 26 de septiembre de 2014, 08:14 h (CET)
Es común que cuando existen posibilidades de lucrar invocando un conflicto, cierto tipo de ONG ignoren el sufrimiento humano y traten de prolongarlo por el mayor lapso posible, dado que la resolución del mismo implicaría el fin del lucro que obtienen. El caso del “Sahara Occidental” es uno de estos extraños ejemplos, dado que no existe persona razonable que pueda dudar de los argumentos históricos que esgrime Marruecos al reivindicar dichos territorios.

Según el experto francés Bernard Lugan, una de las máximas autoridades en historia africana y catedrático en la Universidad de Lyon, los lazos que unen el norte de Marruecos con sus “provincias saharianas” se remontan a la dinastía Almorávide de beréberes saharianos que fundaron el Gran Marruecos en el siglo XI, en la tierra comprendida entre el río Senegal y el centro de España. Es conocido por los historiadores que bajo el reinado de los saadíes (1554-1650), Marruecos dominó completamente tanto el Sahara occidental como el cinturón del río Níger. Entre los siglos XVI y XVIII la autoridad marroquí se extendió por todo el cinturón del río Níger. En esos tiempos, tanto en Gao como en Timbuktu, las plegarias de los días viernes se realizaban bajo la supervisión del sultán marroquí, en evidencia de la autoridad que tenía Marruecos sobre dichos dominios.

Hacia 1700, fue el sultán marroquí Moulay lsmail quien designó a los gobernadores de Touat y Teghaza, y al emir de Trarza quien era uno de sus vasallos. Hacia finales del siglo XVIII la investidura de este emir seguía bajo la responsabilidad del sultán marroquí.

Quien conoce la historia africana también sabe que Mauritania es una invención colonial, y que sus vastos desiertos estuvieron bajo la influencia de Marruecos por siglos. Dado que los límites reales del territorio de Marruecos alcanzaban el río Senegal, de ello se desprende que las tierras más del norte del Sahara eran también marroquíes.

Las potencias coloniales aprovecharon la realidad que en el siglo XIX Marruecos había ingresado en un período de decadencia, y el poder de sus monarcas se encontraba debilitado. Francia sacó ventaja de esta situación; tomó parte del Sahara marroquí y lo anexó a Argelia. En los comienzos del siglo XX, esta tendencia se intensificó y España capturó todo el sur de Marruecos, desde Tarfaya en el norte hasta el territorio francés de Mauritania en el sur.

El 16 de octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia reconoció que en 1884, año en que España comenzó a mostrar interés en esta región, ella no era terra nullius y que las tribus que la habitaban guardaban lazos de lealtad hacia el monarca marroquí. Los distintos poderes europeos reconocían implícitamente esa lealtad hacia Marruecos cuando solicitaban regularmente a las autoridades marroquíes su intervención en casos de marineros náufragos o viajantes hechos prisiones por las tribus locales. En 1889, por ejemplo, siete proyectistas alemanes fueron secuestrados por una tribu nómada en Saquia al Hamra y el sultán marroquí intervino para liberarlos, prueba de la autoridad efectiva que se extendía más allá del río Draar.. El 20 de noviembre de 1961 se suscribió un acuerdo comercial entre Marruecos y España en la ciudad de Madrid. El artículo 38 de dicho tratado prescribe que: “Si un barco español encallara en las costas de Oued Noun u otro punto de la costa, el sultán de Marruecos utilizará su poder para salvarlo y proteger al capitán y su tripulación hasta su vuelta a su país [...]. Los gobernadores del Rey de Marruecos, de hecho, asistirán en sus esfuerzos al Cónsul General de España, al Cónsul y Vicecónsul, al Agente Consular o sus delegados, de acuerdo a las leyes de amistad.”

En el pasado se han firmado muchos acuerdos bilaterales y, en particular, el de 1799 cuyos términos permitieron a España obtener ayuda del sultán para proteger a las tripulaciones que abandonaban las naves en parte de la costa de Oued Noun y “más allá”. Gracias a este tratado, España reconoció que toda la costa occidental del Sahara dependía de Marruecos en virtud de solicitar al estado marroquí garantizar la seguridad de las víctimas de los naufragios que pudiera alcanzar esas costas.

Muchas veces, los derechos de Marruecos aparecieron en las mismas disputas intercoloniales. Por ejemplo, el oponerse a la presencia francesa en Saquia el Hamra y Oued ed Dahab, Londres justificó su oposición al interponer el argumento que toda esa región pertenecía Marruecos.

Los intereses en el fosfato de la región, la guerra fría y el negocio que vieron en el conflicto las ONG, permitieron que a través de una demencial campaña mediática de desinformación, un grupo de forajidos del Sahara intenten poner en entredicho estos irrebatibles derechos marroquíes.

La menor muestra de debilidad por parte de Marruecos podría admitirse en este tema, pues como lo sentenciara alguna vez Herbert Spencer, si es un deber respetar los derechos de los demás, es también un deber mantener los propios.

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