Al final ha salido la sentencia sobre la quiebra hace un par de años de Spanair. Y la justicia ha confirmado lo obvio: la pésima gestión de una empresa dudosamente viable que se alimentaba de dinero público. Bajo el paraguas económico de la Generalitat -para determinados temas nunca le falta el dinero- y la batuta de un exdirectivo del Barça se pretendió dar alas, nunca mejor dicho, a una ensoñación “marca Cataluña”, una aerolínea con la señera, una “estructura de estado”, que diría Artur Mas. Al final, el inventó se estrelló en pedazos dejando tras de sí una factura multimillonaria.
Tras la sentencia y el derroche confirmado de cuantioso dinero público, me pregunto si algunos políticos catalanes, en vez de mirar para otro lado, no deberían asumir alguna responsabilidad.
