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Responsabilidad política

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El libro de Peter Sloterdijk titulado Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana parte de un enfoque crítico con la política económica actual. Promueve una cultura de la generosidad, y reafirma el gran valor de la creatividad y la superación en el ámbito humano. Plantea, de modo acertado, que la abismal distancia que separa a la clase política de los ciudadanos debe ser superada, ya que, si esto no sucede, no se está en una auténtica democracia participativa y colaborativa.

Parece, en efecto, que el respeto y la colaboración entre los conciudadanos no se manifiestan del modo en que lo hacían en tiempos de Aristóteles. Que los hombres somos animales políticos, como dijo el estagirita, no está puesto en valor suficientemente en nuestro tiempo, en el que predomina la actividad política, prácticamente exclusiva, de los políticos profesionales. Como señala Carla Carmona en relación con el planteamiento de Sloterdijk: «La ciudadanía no es posible sin ese arrojo dirigido a la justicia, sin la interacción enérgica en favor de lo bueno y lo correcto». Desde la perspectiva conceptual de este pensador los ricos, precisamente por serlo, tienen una responsabilidad respecto al resto de la población que no debe permanecer en la pobreza, como resultado de un neoliberalismo salvaje e injusto. Y el estado social debe actuar con procedimientos redistributivos para igualar situaciones, y garantizar los derechos humanos de todos. De lo contrario el sistema capitalista lleva al caos más absoluto.

La fundamentación democrática de los impuestos ya existe, pero debería ser más debatida, discutida, y sobre todo bien aplicada. Si se parte de un ciudadano con una actitud moralmente elevada, ya se posee el resorte fundamental para que todo vaya mejor, y no exista fraude fiscal. Algo que parece poco realista y utópico, pero que es la meta lógica y coherente de todo estado, y de toda la ciudadanía. Una de las cuestiones clave es, precisamente, lograr que todos los ciudadanos se involucren en el proceso fiscal, tanto en la recaudación como en el gasto.

El pago de impuestos no debe ser algo desmoralizante, sino algo gozoso al no ser algo desproporcionado. Y lo que tampoco es justificable son las actitudes de grandes presuntos defraudadores de impuestos que señalan ser objeto de ataques inquisitoriales, después de haber reconocido los hechos públicamente. Porque las justas y legítimas exigencias de los ciudadanos respecto al buen empleo de lo recaudado recaen sobre los políticos que pueden sentir, de este modo, una indudable obligación moral ante sus electores. Y es que existen infinidad de modos de pensar sobre la situación económica presente para cambiarla y mejorarla, ya que la misma ciencia económica está sujeta a numerosas discusiones teóricas. Según Sloterdijk en una sociedad democrática es necesario cambiar la recaudación obligatoria de impuestos, de tal manera que habría en su lugar donativos voluntarios de los ciudadanos a la comunidad.

Parece una propuesta muy difícil de llevar a la práctica. Pero, en cualquier caso, considero que esta iniciativa trasforma al contribuyente, y le da un cierto tono de orgullo por participar, solidariamente, en beneficio de la sociedad o democracia participativa en la que convive. El mismo Wittgenstein se proponía cambiar el modo de pensar de la gente con su filosofía. En el caso de este pensador alemán nacido en 1947, también se observa que desea cambiar las formas de pensar de las personas, con el propósito de buscar soluciones realmente colaborativas a los problemas económicos del capitalismo. De hecho, diversos expertos ya están convencidos de la profunda transformación que se va a producir en el sistema capitalista por causa de la globalización, y de las tecnologías de la información y el conocimiento.

Responsabilidad política

José Manuel López García
martes, 23 de septiembre de 2014, 06:27 h (CET)
El libro de Peter Sloterdijk titulado Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana parte de un enfoque crítico con la política económica actual. Promueve una cultura de la generosidad, y reafirma el gran valor de la creatividad y la superación en el ámbito humano. Plantea, de modo acertado, que la abismal distancia que separa a la clase política de los ciudadanos debe ser superada, ya que, si esto no sucede, no se está en una auténtica democracia participativa y colaborativa.

Parece, en efecto, que el respeto y la colaboración entre los conciudadanos no se manifiestan del modo en que lo hacían en tiempos de Aristóteles. Que los hombres somos animales políticos, como dijo el estagirita, no está puesto en valor suficientemente en nuestro tiempo, en el que predomina la actividad política, prácticamente exclusiva, de los políticos profesionales. Como señala Carla Carmona en relación con el planteamiento de Sloterdijk: «La ciudadanía no es posible sin ese arrojo dirigido a la justicia, sin la interacción enérgica en favor de lo bueno y lo correcto». Desde la perspectiva conceptual de este pensador los ricos, precisamente por serlo, tienen una responsabilidad respecto al resto de la población que no debe permanecer en la pobreza, como resultado de un neoliberalismo salvaje e injusto. Y el estado social debe actuar con procedimientos redistributivos para igualar situaciones, y garantizar los derechos humanos de todos. De lo contrario el sistema capitalista lleva al caos más absoluto.

La fundamentación democrática de los impuestos ya existe, pero debería ser más debatida, discutida, y sobre todo bien aplicada. Si se parte de un ciudadano con una actitud moralmente elevada, ya se posee el resorte fundamental para que todo vaya mejor, y no exista fraude fiscal. Algo que parece poco realista y utópico, pero que es la meta lógica y coherente de todo estado, y de toda la ciudadanía. Una de las cuestiones clave es, precisamente, lograr que todos los ciudadanos se involucren en el proceso fiscal, tanto en la recaudación como en el gasto.

El pago de impuestos no debe ser algo desmoralizante, sino algo gozoso al no ser algo desproporcionado. Y lo que tampoco es justificable son las actitudes de grandes presuntos defraudadores de impuestos que señalan ser objeto de ataques inquisitoriales, después de haber reconocido los hechos públicamente. Porque las justas y legítimas exigencias de los ciudadanos respecto al buen empleo de lo recaudado recaen sobre los políticos que pueden sentir, de este modo, una indudable obligación moral ante sus electores. Y es que existen infinidad de modos de pensar sobre la situación económica presente para cambiarla y mejorarla, ya que la misma ciencia económica está sujeta a numerosas discusiones teóricas. Según Sloterdijk en una sociedad democrática es necesario cambiar la recaudación obligatoria de impuestos, de tal manera que habría en su lugar donativos voluntarios de los ciudadanos a la comunidad.

Parece una propuesta muy difícil de llevar a la práctica. Pero, en cualquier caso, considero que esta iniciativa trasforma al contribuyente, y le da un cierto tono de orgullo por participar, solidariamente, en beneficio de la sociedad o democracia participativa en la que convive. El mismo Wittgenstein se proponía cambiar el modo de pensar de la gente con su filosofía. En el caso de este pensador alemán nacido en 1947, también se observa que desea cambiar las formas de pensar de las personas, con el propósito de buscar soluciones realmente colaborativas a los problemas económicos del capitalismo. De hecho, diversos expertos ya están convencidos de la profunda transformación que se va a producir en el sistema capitalista por causa de la globalización, y de las tecnologías de la información y el conocimiento.

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