En España el bipartidismo tiene sus profundas raíces hundidas en su historia, y se ha reproducido cada vez que el conservadurismo hegemónico ha visto peligrar los fundamentos de la sociedad estamental que, más o menos velada, parece destinada a perpetuarse hasta el día del juicio final.
La Primera República entró por la puerta nacional cuando el rey Amadeo salió huyendo por la ventana. Era una República sin republicanos y estaba destinada a fracasar desde el mismo día de su proclamación, traída, en palabras de Emilio Castelar, de "la conjuración de la sociedad, de la Naturaleza y de la Historia". Pues, desafiando a la sociedad, a la Naturaleza y a la Historia, el general Martínez Campos terminó de liquidar la Primera República y se trajo al joven Alfonso XII de su exilio para restaurar la monarquía parlamentaria; la del bipartidismo, la catequesis y el pucherazo. La Restauración dotó a las oligarquías españolas del mejor aliado para conservar las esencias de la sociedad estamental española. Cuando el nivel de corrupción de la Corte de Alfonso XIII alcanzó un nivel intolerable, no ya para el conjunto de la sociedad sino para el mismo régimen, otro general, Miguel Primo de Rivera, disolvió aquello a golpe de sable, y con la anuencia del monarca, e instauró una dictadura militar que, tras sufrir un primer revés de apenas cinco años de duración, se acabó consolidando en la persona del general Francisco Franco. Y, como no podía ser de otra manera, este general se trajo del exilio a otro joven Borbón, Juan Carlos (arrancándolo de los brazos de sus padres), para preparar una nueva restauración borbónica, dejándolo todo atado y bien atado a su muerte; consiguiendo, una vez más instaurar el bipartidismo monárquico y la salvaguarda de las más puras esencias fundacionales del Reino de España: la sociedad estamental y el nacional-catolicismo.
Un poco cansino todo esto, ¿no?.