Es posible que mi concepción de la sociedad española en la actualidad, no coincida
con la de la mayoría de los ciudadanos españoles o viceversa, pero debo reconocer que
no comparto en absoluto esta tendencia de cambiar las reglas del juego, a la que se
dejan arrastrar los gobernantes, simplemente por el mero hecho de temer enfrentarse a
los retos sociales que exigen temple, decisión y valentía. De un tiempo a esta parte se
van prodigando, uno piensa que con demasiado frecuencia, estos retos presentados por
determinadas minorías que, valiéndose de excusas que, en ocasiones, pudieran contener
una parte de razón o unos fundamentos que deberían tenerse en cuenta; por medio
de los cuales ( frecuentemente esgrimidos por grupos de manifestantes, asociaciones
de vecinos, plataformas reivindicativas o activistas políticos) se pretende conminar,
exigir, forzar u obligar a las autoridades administrativas, a que tomen unas decisiones
que, a veces, no está en sus manos tomar por no ajustarse a las leyes vigentes, no
tener competencias para hacerlo o, si bien pueden tenerlas para atender parte de las
reclamaciones de los reclamantes, en ocasiones, sólo pueden serlo para algunas de ellas
y no para la totalidad.
Comencemos por analizar lo que ha venido ocurriendo en Barcelona. Empecemos
por decir que el señor alcalde de la ciudad funcionó medianamente bien mientras el
ejercicio de sus funciones no le obligó a enfrentarse con el descontento de algunos
vecinos; no obstante, el señor Xavier Trias, de Convergencia, en unos pocos meses
ha demostrado su incapacidad absoluta para mantener el orden, hacer que se cumplan
las leyes y demostrar que es él quien tiene las riendas del gobierno de la ciudad de
Barcelona. Hace unos pocos meses el señor alcalde estuvo al borde de la ilegalidad
al ceder ante la presión de la guerrilla urbana formada por un grupo de ocupas del
barrio de Sants que se le enfrentaron con motivo del inició del derrumbe de un edificio,
conocido como Can Víes, de propiedad de Transporte Metropolitanos de Barcelona,
que, en virtud de una sentencia judicial, debía demolerse. Los ocupantes ilegales
del mismo se opusieron, iniciando una serie de actos reivindicativos, acompañados
de destrozos y amenazas, sembrando el terror en el barrio. Por si faltara la razón al
municipio, en el mismo lugar estaba prevista una remodelación urbanística con la
construcción de un vial, todo ello en beneficio de los ciudadanos del barrio.
Contra todo pronóstico, el alcalde Trias, no sólo cedió interrumpiendo la demolición
sino que permitió que se iniciase la reconstrucción de la parte demolida, cediéndoselo
a sus antiguos okupas. Todo ello bajo sospecha de que, además de dejar incumplida
la sentencia del tribunal, la cesión para reconstruir parece que no entra dentro de sus
facultades. Claro que, como era de esperar, detrás de este asunto se vislumbran las
presiones de ERC, a la que pertenecían algunos de los ocupas. Y es que, al melifluo
señor Trias, se le acumulan problemas, porque, cuando ya contaba con la seguridad
de ser reelegido en las próximas municipales.; aparece inesperadamente la señora
Adda Colau, la de la PAH que, aunque negó que quisiera pasarse a la política, como es
habitual en esta gente, el poder les atrae más que un caramelo a un niño, y no dudan en
desmentirse a sí mismo cuando la ambición llama a su puerta. Esta señora ha fundado
un partido denominado “Guanyem” que, al parecer, quiere que la lleve a la alcaldía que
piensa disputarle al compungido señor alcalde.
No obstante, un problema nuevo, el de los vecinos de la Barceloneta, que tuvieron que
manifestarse a causa de que los pisos alquilados a turistas se han convertido en una
molestia para el vecindario, que se ve obligado a permanecer despierto, contemplar
exhibiciones de nudismo y soportar las borracheras de los turistas que han tomado aquel
barrio por la casa de “tócame Roque”. La reacción lenta y desafortunada del señor Trias
le ha creado un nuevo problema porque, aún que las reuniones con las asociaciones
de vecinos calmaron un poco las protestas, la falta de autoridad, de decisión y de
contención de los negociadores y, entre ellos del propio alcalde, ha servido para que
lo que eran unas quejas sensatas se hayan convertido en “exigencias” poco razonables
a cargo de los inevitables “presidentes” comunidades de vecinos y activistas que, en
cuanto se les da un poco de protagonismo, ya no quieren que se solucione el problema,
sino que aspiran a que se haga todo lo que ellos digan, convertidos, en virtud de la
autosuficiencia que les invade, en verdaderos tiranos investido del poder que les dan
las masas aborregadas que los siguen. Eso pasa cuando se promete lo que es imposible,
porque siendo cierto que, en el barrio, puede que haya cientos de pisos alquilados a
turistas que no tiene licencia para ello, también lo es que, una treintena de ellos, sí
disponen de ella y, por tanto, tienen derecho a alquilarlos a quienes quieran.
Se podrá multar si los inquilinos incumplen las normas municipales o la comunidad
podrá pedirles cuenta a los propietarios por los escándalos que produzcan pero, si están
legalizados y pagan impuestos, no se les puede impedir que ejerzan la actividad para
la que han sido autorizados. El revolucionario de turno ahora pide que se les prive
a los propietarios del piso y, además, que se vendan a vecinos del barrio. Al parecer
todo el entramado jurídico, expropiaciones etc. que esto comportaría no preocupa
al progre sabihondo, al que la testosterona del poder parece haber convertido en un
imitador de Nerón. Y es que la propaganda de las izquierdas, el populismo negativo
de tendencias anarquistas, que pretende establecer células políticas que sustituyan
a las administraciones públicas, parece que, a medida que avanza el sentimiento
separatista en Catalunya, se presenta como una alternativa fiable a cualquier otro
sistema de gobierno. Una técnica de las izquierdas para destruir las actuales estructuras
y sustituirlas por el caos callejero y el verdadero desbarajuste de un poder cuarteado
ingobernable.
Y un simple comentario al famoso tema del pederasta que está atemorizando a
determinados distritos de la capital del reino, Madrid. No hay duda de que se deben
tomar todas las precauciones posibles para evitar, no sólo que este individuo intente
aprovecharse de más niños, sino para que el ejemplo no cunda en otros lugares, ante
la aparente dificultad de la policía para poder detenerlo. De hecho, como suele ocurrir
siempre que una noticia ayuda a los medios informativos a llenar sus páginas o pantallas
en el caso de las TV, el simple hecho de que se llenen las páginas de periódicos y
revistas con la información sobre el pederasta y que en todos los programas y tertulias
de la TV sean plato indispensable; seguramente ayuda a: primero, que el pederasta esté
encantado de la propaganda que se le hace y su ego se vea estimulado a seguir por la
senda emprendida y, segundo, que la histeria, natural en las familias que han padecido
en algún familiar la acción de este criminal, se haya extendido de manera que se puedan
producir hechos, como el de un pobre hombre que, al parecer reunía alguna de las
características que coinciden con el retrato robot de la policía, haya sido detenido y por
poco linchado ante su sorpresa y el correspondiente susto.
Desde luego, señores, yo que tengo el cabello cano, soy bastante alto y no muy gordo,
me voy a guardar muy mucho, mientras dure esta histeria y pillan al culpable, de pasear
por algún parque, dirigir la palabra a algún niño o decirle el consabido “guchi, guchi”;
no fuere que, cuando menos me lo pensara, me encontrara con las esposas en mis
muñecas y una multitud de padres encolerizados intentando tirarme desde el edificio
más alto de la ciudad. O así es, señores, como desde la óptica de un ciudadano de a pie,
denunciamos algunos vicios de nuestra sociedad.