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Opinión
Etiquetas | Pedro Sánchez | PSOE | Política
"El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás" Margaret Thatcher.

​¿La libertad de expresión es patrimonio exclusivo de la izquierda?

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Resulta muy ilustrativo el tratamiento que se le da a la libertad de expresión y la de opinión, cuando quienes la tienen que valorar sean de izquierdas o de derechas; con la particularidad de que los hay, en este caso mayoritariamente de los partidos de izquierdas y, en especial, de aquellos a los que, cuando se les critica o enmienda la plana desde un medio de información privado, les escuece más debido a su errónea y temeraria pretensión de que siempre están en posesión de la verdad o, incluso cuando saben que no lo están, no pueden soportar que, desde los partidos que tienen en frente, se les ponga ante su propio espejo y se denuncien sus errores y sus infracciones de las normas constitucionales que, para ellos no lo son por el mero hecho de que, para partidos totalitarios como son los suyos, el tener que hacer marcha atrás, el ser corregidos en alguna materia que les afecta directamente o el verse obligados a rectificar por haber incurrido en alguna inconstitucionalidad o ilegalidad, nunca ha entrado en sus planes y, por consiguiente, en los casos en los que se ven sorprendidos en algunos de los deslices, muy frecuentes por cierto y, si no se nos cree, basta que vean los casos que viene perdiendo la alcaldesa de Barcelona, señora Colau, que se pueden contar por docenas y todo ello, a causa de su absoluto desconocimiento de las leyes estatales que, debido a su creencia de que lo que no le gusta automáticamente se convierte para ella en una ilegalidad, que intenta solventar legislando a su antojo, sin estar legítimamente facultada para hacerlo.

De ahí que, dejando para otra ocasión el abuso que suponen los proyectos de Ley presentados por la señora Celáa, una ministra que en su enjuto físico, retiene más sectarismo y resentimiento del que se le podría suponer a una señora que se expresa como un camaleón de la palabra, a base de impulsos espaciados, para darle a sus declaraciones el mayor énfasis con el mínimo esfuerzo mental y físico. Lo malo es que tiene la capacidad de sectarismo suficiente y el fanatismo antirreligioso tan exacerbado, unido a un rencor evidente hacia sus oponentes políticos que, lo que no expresa oralmente por falta de tiempo, lo hace con su mirada cargada de autocomplacencia y desprecio por sus adversarios. Lo mismo haremos con la arribista esposa del señor Iglesias, que en su calidad de rémora del vicepresidente, viene dejando aflorar su extraordinario y radical feminismo, aquel que, de por sí, ya sería suficiente para descalificar a todas aquellas mujeres que no han sabido encontrar la medida justa de sus reivindicaciones cayendo, como ha hecho la señora Montero, en excesos, errores de parvulario, ignorancia completa del mandato constitucional, de modo que, como no rectifique rápidamente y se aprobara la Ley, tal y como ha salido de su departamento, el Tribunal Constitucional va a tener que devolverlo íntegro a su origen para que, primero, se corrijan las faltas de sintaxis y ortografía y, luego, que los redactores den un curso abreviado respecto a la interpretación de nuestra Constitución de 1978; antes, por supuesto, de que los actuales gobernantes acaben de vaciarla de contenido a base de decretos-ley y otras manipulaciones que parece que están dispuestos a utilizar. Todo vale cuando, con ello, se consigue acabar con la derecha, arrinconada y reducida a una mera comparsa en la cámara legislativa.

Ya lo dice claramente el señor Pablo Iglesias, que ahora no es sólo un cabeza de un partido político, sino un miembro del Gobierno que ha asumido, olvidándose de que ya no es solo líder de un partido político, sino que ha asumido las responsabilidades propias de un miembro, un vicepresidente, de un Gobierno y que está obligado a respetar las leyes y gobernar para todos los españoles no, en modo alguno, como un señor que tiene unas ideas políticas de extrema izquierda y pretende aplicarlas cuando actúa fuera del ejecutivo. Decir que el resto de partidos son corruptos cuando ninguno de los actuales miembros del PP o de Ciudadanos o VOX, está en causado en ninguna causa de corrupción, es esparcir cizaña valiéndose de su doble personalidad, utilizando un lenguaje aparte de soez e impropio de un miembro del Gobierno y actuando con una ligereza y un frivolidad sólo justificadas por su intento de causar, desde fuera del lugar en el que debiera exponer sus acusaciones, el Parlamento o, en su caso, a través de los juzgados penales, para conseguir un efecto en la opinión pública de descalificación, a la vez que se incurre en injurias y calumnias contra personas inocentes.

Y es que. el señor Iglesias se olvida fácilmente de su pasado, de sus incursiones por Venezuela o de sus relaciones con el gobernante totalitario de aquel país, señor Maduro, sin que nos haya dejado clara su relación con la televisión iraní ni lo que tenían acordado con los separatistas catalanes para que su partido, Podemos, se haya constituido en un decidido defensor de las pretensiones soberanistas del señor Puigdemont o de Junqueras o Torra, todos ellos dispuestos a declarar la independencia de Cataluña a la menor oportunidad que se les presente; algo de lo que ya van presumiendo, sabiendo que tienen al señor Pedro Sánchez como un corderillo, dispuesto a ceder a todo lo que le han pedido, para seguir disponiendo de sus votos en el Parlamento. Lo hemos dicho y lo repetimos: el mayor error que últimamente, ¡y mira que ya son muchos!, ha cometido el señor líder del socialismo español, señor Sánchez, ha consistido en liarse con el señor Iglesias que no puede disimular su manifiesta euforia y sus primeros escarceos por libre, la primera prueba visible de su satisfacción al verse en una posición que le va permitiendo cubrir las etapas que tenía previstas con su entrada en el actual Gobierno.

Cuando se van quejando, sin prueba alguna, de que hay periódicos y periodistas, no afectos, que “se inventan pruebas falsas”, de “campaña de cloacas” o de que “una democracia no se puede permitir gente así” y, seguidamente se amenaza con que “se va a hacer cumplir la Ley” todo indica que está a las puertas poner un bozal a la oposición ¿Acaso, en la actualidad y durante el tiempo, que ya supera al año medio, en que ha estado al frente del Ejecutivo el PSOE, no se ha hecho cumplir la Ley? ¿Achaca el señor Iglesias al señor Sánchez y sus ministros que hayan permitido, a los periodistas, actuar en contra de las normas? O, puede que insinúe que, según su propio criterio, se debería de impedir a los medios de comunicación expresar opiniones editoriales, de columnistas, de colaboradores, de personalidades relevantes, que no estuvieran previamente cribadas por un censor, un comisario político que decidiera sobre si, lo que intentaren publicar dichos señores, se ajustara a las directrices del PC de España. Habla, hipócritamente, el señor Iglesias de lo que está sucediendo en su país de referencia, Venezuela, el país a cuyo pueblo tiene atenazado el señor Maduro y donde la prensa no puede publicar nada que pudiera afectar al gobierno marioneta que, en estos momentos, está ostentando el poder, omnímodo y opresivo, sobre el pueblo venezolano; intentando vendernos que es un ejemplo de democracia (así es como, verdaderamente, entiende el comunista Iglesias lo que es la democracia, una dictadura fabricada por los opresores, en la que lo que no dispone el gobierno totalitario no es democrático y lo que decide que sea hecho, sí lo es) Pero lo peor es que parece ser que, este camino de cercenar la libertad de expresión, es el que tienen en mente quienes nos gobiernan empeñados en asegurarse, a toda costa, no sólo esta legislatura en la que nos encontramos, sino perpetuarse en el gobierno de España mediante el control de todos los resortes del poder.

Desde hace muchos años, desde el final de la Guerra Civil del año 36, no había estado España en una situación tan peligrosa. Por primera vez en mucho tiempo parece ser que, las leyes de las que nos hemos dotando hasta ahora, peligran y están en la cuerda floja a merced de lo que decidan las izquierdas que, raramente unidos por el odio que tienen al capitalismo y a las derechas, por este afán de desquite que los perdedores se han ocupado de trasmitir a las generaciones que les sucedieron y este empeño que parece que forma parte del gen de nuestro pueblo, que nos impulsa a, cuando disfrutamos de un periodo largo de paz, de una aparente calma, de una bonanza económica o un entendimiento entre todos los pueblos de nuestra nación, siempre tiene que aparecer el garbanzo negro, el inconformista el agitador de masas que hace que acabemos tirándonos los trastos a la cabeza, hasta conseguir acabar con todo lo que durante tantos años y con esfuerzo se había conseguido.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hemos entrado en una situación en la que parece evidente que el país sigue como hechizado, en manos de un hipnotizador, P.Sánchez, que ha conseguido que, tanto los habituales seguidores de las ideas de izquierdas, como los que habitualmente han venido votando a los partidos conservadores, permanezcan, ante una situación tan delicada y peligrosa para el destino de nuestra nación, en un estado de catalepsia política que les ha impedido reaccionar, pese a que las circunstancia cada vez han ido empeorando y los que intentan acabar con España parece que van logrando sus objetivos sin oposición perceptible ni movimientos sociales capaces de contrarrestar los efectos de un separatismo, bien organizado, o un comunismo que está tomando posiciones de cara a su batalla final. Europa, mientras tanto, cegada por los problemas internos causados por el “brexit” de GB, por las amenazas de inmigración masiva, por los populismos anticapitalistas y por el peligro de una recesión, debida a la aparición de este fenómeno sanitario conocido como el “corona virus”, que es evidente que no puede dejar de producir, aparte del goteo de vidas que se va cobrando, una verdadera hecatombe económica cuyas consecuencias no hay nadie que se haya atrevido a contabilizar. “Destrozan, arruinan y hacen rapiña del imperio; y cuando llenan todo de soledad lo llaman paz” (Tácito)

​¿La libertad de expresión es patrimonio exclusivo de la izquierda?

"El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás" Margaret Thatcher.
Miguel Massanet
miércoles, 4 de marzo de 2020, 08:11 h (CET)

Resulta muy ilustrativo el tratamiento que se le da a la libertad de expresión y la de opinión, cuando quienes la tienen que valorar sean de izquierdas o de derechas; con la particularidad de que los hay, en este caso mayoritariamente de los partidos de izquierdas y, en especial, de aquellos a los que, cuando se les critica o enmienda la plana desde un medio de información privado, les escuece más debido a su errónea y temeraria pretensión de que siempre están en posesión de la verdad o, incluso cuando saben que no lo están, no pueden soportar que, desde los partidos que tienen en frente, se les ponga ante su propio espejo y se denuncien sus errores y sus infracciones de las normas constitucionales que, para ellos no lo son por el mero hecho de que, para partidos totalitarios como son los suyos, el tener que hacer marcha atrás, el ser corregidos en alguna materia que les afecta directamente o el verse obligados a rectificar por haber incurrido en alguna inconstitucionalidad o ilegalidad, nunca ha entrado en sus planes y, por consiguiente, en los casos en los que se ven sorprendidos en algunos de los deslices, muy frecuentes por cierto y, si no se nos cree, basta que vean los casos que viene perdiendo la alcaldesa de Barcelona, señora Colau, que se pueden contar por docenas y todo ello, a causa de su absoluto desconocimiento de las leyes estatales que, debido a su creencia de que lo que no le gusta automáticamente se convierte para ella en una ilegalidad, que intenta solventar legislando a su antojo, sin estar legítimamente facultada para hacerlo.

De ahí que, dejando para otra ocasión el abuso que suponen los proyectos de Ley presentados por la señora Celáa, una ministra que en su enjuto físico, retiene más sectarismo y resentimiento del que se le podría suponer a una señora que se expresa como un camaleón de la palabra, a base de impulsos espaciados, para darle a sus declaraciones el mayor énfasis con el mínimo esfuerzo mental y físico. Lo malo es que tiene la capacidad de sectarismo suficiente y el fanatismo antirreligioso tan exacerbado, unido a un rencor evidente hacia sus oponentes políticos que, lo que no expresa oralmente por falta de tiempo, lo hace con su mirada cargada de autocomplacencia y desprecio por sus adversarios. Lo mismo haremos con la arribista esposa del señor Iglesias, que en su calidad de rémora del vicepresidente, viene dejando aflorar su extraordinario y radical feminismo, aquel que, de por sí, ya sería suficiente para descalificar a todas aquellas mujeres que no han sabido encontrar la medida justa de sus reivindicaciones cayendo, como ha hecho la señora Montero, en excesos, errores de parvulario, ignorancia completa del mandato constitucional, de modo que, como no rectifique rápidamente y se aprobara la Ley, tal y como ha salido de su departamento, el Tribunal Constitucional va a tener que devolverlo íntegro a su origen para que, primero, se corrijan las faltas de sintaxis y ortografía y, luego, que los redactores den un curso abreviado respecto a la interpretación de nuestra Constitución de 1978; antes, por supuesto, de que los actuales gobernantes acaben de vaciarla de contenido a base de decretos-ley y otras manipulaciones que parece que están dispuestos a utilizar. Todo vale cuando, con ello, se consigue acabar con la derecha, arrinconada y reducida a una mera comparsa en la cámara legislativa.

Ya lo dice claramente el señor Pablo Iglesias, que ahora no es sólo un cabeza de un partido político, sino un miembro del Gobierno que ha asumido, olvidándose de que ya no es solo líder de un partido político, sino que ha asumido las responsabilidades propias de un miembro, un vicepresidente, de un Gobierno y que está obligado a respetar las leyes y gobernar para todos los españoles no, en modo alguno, como un señor que tiene unas ideas políticas de extrema izquierda y pretende aplicarlas cuando actúa fuera del ejecutivo. Decir que el resto de partidos son corruptos cuando ninguno de los actuales miembros del PP o de Ciudadanos o VOX, está en causado en ninguna causa de corrupción, es esparcir cizaña valiéndose de su doble personalidad, utilizando un lenguaje aparte de soez e impropio de un miembro del Gobierno y actuando con una ligereza y un frivolidad sólo justificadas por su intento de causar, desde fuera del lugar en el que debiera exponer sus acusaciones, el Parlamento o, en su caso, a través de los juzgados penales, para conseguir un efecto en la opinión pública de descalificación, a la vez que se incurre en injurias y calumnias contra personas inocentes.

Y es que. el señor Iglesias se olvida fácilmente de su pasado, de sus incursiones por Venezuela o de sus relaciones con el gobernante totalitario de aquel país, señor Maduro, sin que nos haya dejado clara su relación con la televisión iraní ni lo que tenían acordado con los separatistas catalanes para que su partido, Podemos, se haya constituido en un decidido defensor de las pretensiones soberanistas del señor Puigdemont o de Junqueras o Torra, todos ellos dispuestos a declarar la independencia de Cataluña a la menor oportunidad que se les presente; algo de lo que ya van presumiendo, sabiendo que tienen al señor Pedro Sánchez como un corderillo, dispuesto a ceder a todo lo que le han pedido, para seguir disponiendo de sus votos en el Parlamento. Lo hemos dicho y lo repetimos: el mayor error que últimamente, ¡y mira que ya son muchos!, ha cometido el señor líder del socialismo español, señor Sánchez, ha consistido en liarse con el señor Iglesias que no puede disimular su manifiesta euforia y sus primeros escarceos por libre, la primera prueba visible de su satisfacción al verse en una posición que le va permitiendo cubrir las etapas que tenía previstas con su entrada en el actual Gobierno.

Cuando se van quejando, sin prueba alguna, de que hay periódicos y periodistas, no afectos, que “se inventan pruebas falsas”, de “campaña de cloacas” o de que “una democracia no se puede permitir gente así” y, seguidamente se amenaza con que “se va a hacer cumplir la Ley” todo indica que está a las puertas poner un bozal a la oposición ¿Acaso, en la actualidad y durante el tiempo, que ya supera al año medio, en que ha estado al frente del Ejecutivo el PSOE, no se ha hecho cumplir la Ley? ¿Achaca el señor Iglesias al señor Sánchez y sus ministros que hayan permitido, a los periodistas, actuar en contra de las normas? O, puede que insinúe que, según su propio criterio, se debería de impedir a los medios de comunicación expresar opiniones editoriales, de columnistas, de colaboradores, de personalidades relevantes, que no estuvieran previamente cribadas por un censor, un comisario político que decidiera sobre si, lo que intentaren publicar dichos señores, se ajustara a las directrices del PC de España. Habla, hipócritamente, el señor Iglesias de lo que está sucediendo en su país de referencia, Venezuela, el país a cuyo pueblo tiene atenazado el señor Maduro y donde la prensa no puede publicar nada que pudiera afectar al gobierno marioneta que, en estos momentos, está ostentando el poder, omnímodo y opresivo, sobre el pueblo venezolano; intentando vendernos que es un ejemplo de democracia (así es como, verdaderamente, entiende el comunista Iglesias lo que es la democracia, una dictadura fabricada por los opresores, en la que lo que no dispone el gobierno totalitario no es democrático y lo que decide que sea hecho, sí lo es) Pero lo peor es que parece ser que, este camino de cercenar la libertad de expresión, es el que tienen en mente quienes nos gobiernan empeñados en asegurarse, a toda costa, no sólo esta legislatura en la que nos encontramos, sino perpetuarse en el gobierno de España mediante el control de todos los resortes del poder.

Desde hace muchos años, desde el final de la Guerra Civil del año 36, no había estado España en una situación tan peligrosa. Por primera vez en mucho tiempo parece ser que, las leyes de las que nos hemos dotando hasta ahora, peligran y están en la cuerda floja a merced de lo que decidan las izquierdas que, raramente unidos por el odio que tienen al capitalismo y a las derechas, por este afán de desquite que los perdedores se han ocupado de trasmitir a las generaciones que les sucedieron y este empeño que parece que forma parte del gen de nuestro pueblo, que nos impulsa a, cuando disfrutamos de un periodo largo de paz, de una aparente calma, de una bonanza económica o un entendimiento entre todos los pueblos de nuestra nación, siempre tiene que aparecer el garbanzo negro, el inconformista el agitador de masas que hace que acabemos tirándonos los trastos a la cabeza, hasta conseguir acabar con todo lo que durante tantos años y con esfuerzo se había conseguido.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hemos entrado en una situación en la que parece evidente que el país sigue como hechizado, en manos de un hipnotizador, P.Sánchez, que ha conseguido que, tanto los habituales seguidores de las ideas de izquierdas, como los que habitualmente han venido votando a los partidos conservadores, permanezcan, ante una situación tan delicada y peligrosa para el destino de nuestra nación, en un estado de catalepsia política que les ha impedido reaccionar, pese a que las circunstancia cada vez han ido empeorando y los que intentan acabar con España parece que van logrando sus objetivos sin oposición perceptible ni movimientos sociales capaces de contrarrestar los efectos de un separatismo, bien organizado, o un comunismo que está tomando posiciones de cara a su batalla final. Europa, mientras tanto, cegada por los problemas internos causados por el “brexit” de GB, por las amenazas de inmigración masiva, por los populismos anticapitalistas y por el peligro de una recesión, debida a la aparición de este fenómeno sanitario conocido como el “corona virus”, que es evidente que no puede dejar de producir, aparte del goteo de vidas que se va cobrando, una verdadera hecatombe económica cuyas consecuencias no hay nadie que se haya atrevido a contabilizar. “Destrozan, arruinan y hacen rapiña del imperio; y cuando llenan todo de soledad lo llaman paz” (Tácito)

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