“En los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha”
M. de Cervantes
A los ciudadanos de a pie nos cuesta asimilar que algunos cambios, determinadas opciones y situaciones imprevistas dejen al descubierto la suma fragilidad de esta Comunidad Europea, en la que tantas esperanzas se habían puesto cuando se procedió a su constitución y en cuya moneda, el Euro, un gran número de países de dicha comunidad pusieron sus expectativas cuando se formó la famosa Zona Euro, destinada a ser un rival de categoría para los tradicionales Wall Street o la City Londinense ( el mayor paraíso fiscal de la UE). Pronto quedó en entredicho aquel primer espejismo de potencia económica, cuando los problemas de las sub prime americanas se trasladaron a Europa y afectaron de lleno a aquellos países que habían confiado demasiado en sus inversiones en la construcción; produciendo el desplome de las bolsas y el inicio de una serie de percances económicos, especialmente en las entidades de crédito y constructoras, de cuyas consecuencias todavía estamos intentando rehacernos.
Muchos creemos que, la Unión Económica, no estaba suficientemente consolidada, que no existían las condiciones para que las viejas naciones europeas estuvieran dispuestas a renunciar a parte de su soberanía para trasmitirla a un ente supranacional, que a la vez fuera el encargado de asumir una gran parte de las competencias que, hasta entonces, habían sido exclusivas de cada nación. Sin duda que el fracaso del intento de consolidación de la Unión cuando se planteó el siguiente paso, consistente en proclamar una Constitución que rigiera sobre todos los países coaligados y que unificara en sí una parte importante de las constituciones nacionales, en beneficio de un supragobieno y una suprajusticia que, en cierta manera, hubiera convertido a los aliados en una especie de gobierno Federal. Fracasó el intento y el trabajo de muchos años se desmoronó, poniendo a la moneda conjunta en una situación delicada que, al producirse la debacle de la crisis y la recesión, se complicó más; hasta el punto de que hubo un momento en el que amenazó con acabar con la propia UE.
Pero parece que la situación de estos momentos difiere bastante de aquella que se produjo a principios del año 2008. Entonces, los países del norte de Europa ( Alemania, Holanda, Dinamarca, Austria etc.), se mostraron más resistente a los efectos de la crisis y se convirtieron en los adalides o gestores que tuvieron vara alta en el Parlamento Europeo y que, en realidad, fueron los que dirigieron, de hecho, las recomendaciones que surgieron de él para aleccionar a los más perjudicados, los denominados PIICS, de las medidas que tenían que poner en práctica, de los recortes que procedía hacer y de los cambios legislativos y modificaciones laborales que se tenían que poner en marcha, bajo la amenaza de que, de no cumplirlas, no habría ayudas europeas para superar la crisis. Nosotros los españoles, aunque no llegamos a ser “rescatados” tuvimos que estrecharnos el cinturón, sufrir recortes importantes e implantar duras medidas laborales que tuvieron que coexistir con un desempleo desaforado y una caída en vertical de la economía especialmente en el sector crediticio e industrial que provocó el cierre de cientos de miles de empresas y una tasa de desempleo por encima del 25%.
No obstante, este año 2014 ha traído sorpresas. Cambios que nunca hubiéramos pensado que se produjeran y, al propio tiempo, hemos podido observar, entre asombrados e incrédulos, como se producían situaciones, se generaban conflictos y se tomaban medidas, por parte del Parlamento Europeo, que han producido consecuencias que, en nada, han contribuido a afianzar nuestra confianza en ellos y que, han acabado produciendo consecuencias negativas que han conseguido poner en discusión la recuperación que parecía que se esta empezando a producir en los países de Europa. Por de pronto, la locomotora de Europa, la Alemania de la señora Merkel, ha sufrido un pequeño percance en el segundo trimestre de este año; con una bajada de un 0’2% de su PIB. En las elecciones para el Parlamento Europeo, aunque han vencido los partidos conservadores, han perdido escaños a favor de formaciones de izquierdas y algunas, inclusive, de la extrema izquierda. La economía, en Francia, pasa por momentos difíciles de estancamiento, con el añadido de la vertiginosa caída del señor Hollande en cuanto a la confianza de sus votantes y, en Italia, no parece que la esperanza del electorado de izquierdas, señor Renzi, presidente del Gobierno de la nación, parezca estar en condiciones de poner en marcha todas aquellas modificaciones que parecía que iban a dar impulso económico a su país y, por el contrario, el país ha sufrido un incremento negativo de un 0’2% que lo ha devuelto a la recesión; lo que, sin duda, es una mala noticia para la UE y sus esperanzas de una pronta recuperación.
Por raro que pueda parecer y aunque sea a consta de un incremento exagerado de la Deuda Pública española, nuestra economía ha sido la que mejor se ha comportado desde principios de año, apuntándose este trimestre un crecimiento de un 0’6% (el triple del promedio europeo). En realidad, según el INE, el impulso se ha debido a un aumento de la demanda interna que ha sido contrarrestado, en parte, por una disminución de las exportaciones. Pero el mal sabor de boca nos lo deja el ver como, la cuestión de Ucrania, va derivando a una competencia de sanciones que viene perjudicando a nuestras exportaciones de frutas, productos agrícolas y cárnicos y, por otra parte, las malas noticias que nos llegan de África, donde el Ébola va extendiéndose mientras nuestras fronteras con los países africanos se muestran tan permeables como anteriormente. Europa se desentiende, como si la inmigración no fuera con ella, así como también se muestra ajena a las masacres cometidas por los yihadistas sobre las minorías cristianas de los yazidies, a los que entierran vivos si no acceden a cambiar su fe cristiana por la del Islam.
Resulta ridículo, vergonzoso y demuestra la falta de sensibilidad de esta CE, el que haya sido incapaz de levantar un dedo para poner fin a los ataques de los yihadistas contra los cristianos yazidies y, en cambio, han alcanzado un ridículo acuerdo de permitir que cada país, a su aire, pueda enviar armas a los combatiente curdos, que son los únicos capaces de oponerse con eficacia al avance de los luchadores del Estado islámico en Irak. Ni tan siquiera han canalizado el envío de armas a través de la OTAN, que es lo que hubiera sido correcto. Para vergüenza de los europeos, han debido ser los EE.UU. (como ya es habitual) los que han tenido que intervenir en favor de las comunidades cristianas en huída, con los raids de sus aviones de combate.
Lo cierto es que, cuando la UE debiera de haberse mostrado más firme, más unida y decidida en defensa de Ucrania; ha dejado a los ucranianos que se las compusieran como pudieran contra los pro rusos que, en todo momento, han sido los más agresivos. Se usan armas ultramodernas con las que unos “aprendices” manejan sistemas sofisticados, capaces de derribar aviones de combate con una facilidad incomprensible, al tiempo que “milagrosamente” aparecen unidades pesadas como tanques y otro armamento idóneo para enfrentarse, con éxito, a las unidades del ejército de Kiev.
En todo caso, aquellos que pensamos en una Europa unida, potente y capaz de formar un bloque económico que pudiera lidiar con el resto de los mercados emergentes, deberemos reconocer que, el experimento, no ha dado los resultados previstos. La decepción es patente. O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos compungidos el fracaso de una ilusión.