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Etiquetas | Cristianismo originario
Los animales sufren dolores y tormentos atroces causados por los seres humano

Volvernos vegetarianos para no participar del horror

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Los cristianos de los primeros tiempos, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret, eran pacifistas, objetores de conciencia y defensores de los animales, se atenían al Mandamiento de Dios «No debes matar» y rehusaban comer carne, pues consideraban a los animales criaturas hermanas. Sin embargo la enseñanza pacífica de Jesús y el amor a todas las criaturas fueron falseados y sustituidos por dogmas, ritos y por el sacerdocio de una religión externa de cultos. Dicha religión de cultos en muchas ocasiones se impuso a las personas con amenazas y violencia. De hecho, las personas que vivían de forma vegetariana fueron calificadas de herejes sin Dios, perseguidas y muchas de ellas matadas de forma inclemente.

El doctor de la iglesia Tomás de Aquino dictaminó que para la Iglesia los animales no tenían alma inmortal. Otro doctor de la iglesia, san Agustín, habló por su parte incluso del «irracional mundo animal, que con su vida y muerte ha de servirnos para nuestro provecho». Ya en fechas más recientes y con la complicidad de Joseph Ratzinger, la iglesia publicó en el catecismo católico lo siguiente: «Podemos servirnos de los animales para nuestra alimentación y para la confección de vestidos. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables.» Sin embargo las consecuencias de esta doctrina contraria a la vida se traduce en una inimaginable crueldad para con el mundo animal, y un baño de sangre de dimensiones monstruosas, resultante de una brutal e insensible matanza de miles de millones de animales, solo porque el ser humano por tradición, costumbre o placer del paladar, come carne.

Los animales sufren dolores y tormentos atroces causados por los seres humanos. Pensemos en los animales en los laboratorios de experimentación, pensemos en los animales salvajes víctimas de una caza sin sentido. Los peces se asfixian de forma atroz en las redes y en los anzuelos cuando se les saca del agua. Grandes ballenas son despedazadas en ocasiones estando aún vivas. En 44 países se comen perros, y en muchos casos se les arranca la piel estando aún vivos, porque así supuestamente saben mejor. Crías de foca recién nacidas que apenas pueden arrastrarse aún sobre el hielo, son matadas por hombres insensibles ante los ojos y los clamores de sus madres, y se les arranca la piel en muchas ocasiones mientras aún respiran.

Actuaciones como estas respecto al mundo animal realmente se podrían calificar sin timidez como satánicas, pues la humanidad con sus aberraciones satánicas degrada en todas partes la vida de los animales, convirtiéndolos en objetos carentes de sentimientos. Crueles ejecuciones y descuartizamientos de animales vivos están a la orden del día. Aproximadamente en el 25% de los mataderos se ha constatado sacrificios de animales tan tortuosos, que dichas instalaciones no superan los controles estatales establecidos sobre una muerte sin dolor, de modo que las personas que aún disponen de un mínimo de conciencia, de valores éticos y morales, incluso de un poco de buena voluntad, se podrían plantear seriamente la opción de volverse vegetarianos como el camino de salida ante todo este escenario de horror.

Volvernos vegetarianos para no participar del horror

Los animales sufren dolores y tormentos atroces causados por los seres humano
Vida Universal
lunes, 18 de agosto de 2014, 08:23 h (CET)
Los cristianos de los primeros tiempos, siguiendo el ejemplo de Jesús de Nazaret, eran pacifistas, objetores de conciencia y defensores de los animales, se atenían al Mandamiento de Dios «No debes matar» y rehusaban comer carne, pues consideraban a los animales criaturas hermanas. Sin embargo la enseñanza pacífica de Jesús y el amor a todas las criaturas fueron falseados y sustituidos por dogmas, ritos y por el sacerdocio de una religión externa de cultos. Dicha religión de cultos en muchas ocasiones se impuso a las personas con amenazas y violencia. De hecho, las personas que vivían de forma vegetariana fueron calificadas de herejes sin Dios, perseguidas y muchas de ellas matadas de forma inclemente.

El doctor de la iglesia Tomás de Aquino dictaminó que para la Iglesia los animales no tenían alma inmortal. Otro doctor de la iglesia, san Agustín, habló por su parte incluso del «irracional mundo animal, que con su vida y muerte ha de servirnos para nuestro provecho». Ya en fechas más recientes y con la complicidad de Joseph Ratzinger, la iglesia publicó en el catecismo católico lo siguiente: «Podemos servirnos de los animales para nuestra alimentación y para la confección de vestidos. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables.» Sin embargo las consecuencias de esta doctrina contraria a la vida se traduce en una inimaginable crueldad para con el mundo animal, y un baño de sangre de dimensiones monstruosas, resultante de una brutal e insensible matanza de miles de millones de animales, solo porque el ser humano por tradición, costumbre o placer del paladar, come carne.

Los animales sufren dolores y tormentos atroces causados por los seres humanos. Pensemos en los animales en los laboratorios de experimentación, pensemos en los animales salvajes víctimas de una caza sin sentido. Los peces se asfixian de forma atroz en las redes y en los anzuelos cuando se les saca del agua. Grandes ballenas son despedazadas en ocasiones estando aún vivas. En 44 países se comen perros, y en muchos casos se les arranca la piel estando aún vivos, porque así supuestamente saben mejor. Crías de foca recién nacidas que apenas pueden arrastrarse aún sobre el hielo, son matadas por hombres insensibles ante los ojos y los clamores de sus madres, y se les arranca la piel en muchas ocasiones mientras aún respiran.

Actuaciones como estas respecto al mundo animal realmente se podrían calificar sin timidez como satánicas, pues la humanidad con sus aberraciones satánicas degrada en todas partes la vida de los animales, convirtiéndolos en objetos carentes de sentimientos. Crueles ejecuciones y descuartizamientos de animales vivos están a la orden del día. Aproximadamente en el 25% de los mataderos se ha constatado sacrificios de animales tan tortuosos, que dichas instalaciones no superan los controles estatales establecidos sobre una muerte sin dolor, de modo que las personas que aún disponen de un mínimo de conciencia, de valores éticos y morales, incluso de un poco de buena voluntad, se podrían plantear seriamente la opción de volverse vegetarianos como el camino de salida ante todo este escenario de horror.

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