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Nazareth Heredia

Adiós magia

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Hablar Ferenc Puskas quizás no esté al alcance de mi pluma. No lo conocí jugando al fútbol. Sin embargo, sí oí hablar de él y mucho. Mis abuelos no dejaron de nombrarlo en cualquier oportunidad que se les presentaba a la hora de hablar de fútbol. “Era uno de los mejores jugadores que ha tenido alguna vez el mundo”, decían. Y no lo dudo; durante su carrera futbolística, de 1958 a 1966, se hizo dueño de seis Ligas y dos Copas de Europa con el Real Madrid. Pocos pueden presumir de eso.

Ferenc Puskas se ha ido rodeado de gente. Estos días, su país, Hungría, le llora. Pero no sólo allí lo están echando ya de menos; en Madrid los históricos del club y los aficionados más ancianos también han derramado sus lágrimas. También en el resto de España se han escuchado palabras de tristeza y condolencia.

Sólo Buzansky y Gyula Groscics quedan ya de ese equipo de oro que marcó una época en el mundo del fútbol en la década de los 50. Porque, aunque no lo pueda parecer, en épocas menos recientes hubo buen fútbol, hubo espectáculo, magia, buen juego y victorias históricas; casi mejor que el de hoy, con más fútbol y menos niñería.

Hoy podremos ver su nombre en alto y bien grande en el estadio más grande de su país, pero nada podrá borrar ya del panorama futbolístico europeo y mundial la figura de esta estrella, que aunque se haya apagado materialmente en la faz de la tierra, jamás se apagará en el firmamento ni el corazón de los que un día, hace cincuenta años, disfrutaron de la magia de su fútbol.

Adiós magia

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lunes, 20 de noviembre de 2006, 02:04 h (CET)
Hablar Ferenc Puskas quizás no esté al alcance de mi pluma. No lo conocí jugando al fútbol. Sin embargo, sí oí hablar de él y mucho. Mis abuelos no dejaron de nombrarlo en cualquier oportunidad que se les presentaba a la hora de hablar de fútbol. “Era uno de los mejores jugadores que ha tenido alguna vez el mundo”, decían. Y no lo dudo; durante su carrera futbolística, de 1958 a 1966, se hizo dueño de seis Ligas y dos Copas de Europa con el Real Madrid. Pocos pueden presumir de eso.

Ferenc Puskas se ha ido rodeado de gente. Estos días, su país, Hungría, le llora. Pero no sólo allí lo están echando ya de menos; en Madrid los históricos del club y los aficionados más ancianos también han derramado sus lágrimas. También en el resto de España se han escuchado palabras de tristeza y condolencia.

Sólo Buzansky y Gyula Groscics quedan ya de ese equipo de oro que marcó una época en el mundo del fútbol en la década de los 50. Porque, aunque no lo pueda parecer, en épocas menos recientes hubo buen fútbol, hubo espectáculo, magia, buen juego y victorias históricas; casi mejor que el de hoy, con más fútbol y menos niñería.

Hoy podremos ver su nombre en alto y bien grande en el estadio más grande de su país, pero nada podrá borrar ya del panorama futbolístico europeo y mundial la figura de esta estrella, que aunque se haya apagado materialmente en la faz de la tierra, jamás se apagará en el firmamento ni el corazón de los que un día, hace cincuenta años, disfrutaron de la magia de su fútbol.

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