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Individualidad imaginativa

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Evidentemente, el valor de lo individual en una sociedad masificada parece que no es subrayado de modo suficiente. En la obra titulada El despertar del individuo Roberto Mangabeira Unger uno de los pensadores actuales de más prestigio señala la importancia de la imaginación, la esperanza y la invención en la construcción social, y en el propio ámbito vital individual. Filosóficamente se sitúa en un pragmatismo sin limitaciones artificiosas. La finitud humana no supone que no podamos lograr la transformación positiva de las condiciones sociales y económicas que imposibilitan un verdadero bienestar social. 


Mangabeira que además de ser profesor de Harvard ha sido ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, afirma que la imaginación y la esperanza son potencias que deben reorientar la economía, la política, la moral y la religión. Ya que es perfectamente factible una invención permanente tanto del presente como del futuro. Este pensador parte del convencimiento de la necesidad de elevar nuestra condición humana o, en todo caso, de mejorar las condiciones de vida de toda la población. Ante el orden establecido y las creencias compartidas podemos cambiarlas en función del desarrollo histórico y cultural. 


En relación con esto se pregunta Mangabeira Unger: «¿Debemos rendirnos ante ellas o debemos intentar sacarles el mejor partido posible y aprovechar, siempre que se pueda y a la luz que ellas mismas arrojan, sus más recónditas posibilidades de tranformación?». Las respuestas a este planteamiento interrogativo considero que son claras e inequívocas. El pragmatismo de este pensador podría ser calificado, a mi juicio, de individualista, porque insiste en la realidad de lo individual.


Lo social es una abstracción ya los sujetos son los auténticos protagonistas de las comunidades. Y los que manejan el poder son individuos que representan a los grupos sociales que disfrutan del poder económico y político. Indudablemente, la autoridad es algo propio de élites, aunque esté justificada con la validación de la representación democrática lograda en las urnas. 


Y la organización de la sociedad es un factor crucial, tanto como el orden social en el que viven los individuos. Porque la igualdad de oportunidades no es tal realmente por muchas causas que habría que corregir con políticas adecuadas. Se entiende que Mangabeira diga: «Las instituciones y las creencias que desarrollamos en el tiempo histórico pueden aumentar o disminuir las oportunidades existenciales del individuo, incluso el relativo poder de desafiarlas y cambiarlas en el curso de su actividad». 


Lo que pone de manifiesto la función esencial de una toma de decisiones políticas a través de normas y medidas que potencien una mayor igualdad social. Lo propio de la filosofía es, entre otras cosas, propiciar cambios políticos y sociales para el logro de una existencia más plena o feliz para todos los seres humanos.Y la capacidad imaginativa e inventiva de los individuos debe proyectarse sobre las innegables oportunidades de transformación creativa de la realidad. El dinamismo de la estructura social y de la cultura es algo que está causado por la historicidad inherente a la temporalidad de las instituciones humanas. Los cambios sociales se producen inexorablemente. La clave está en orientarlos en beneficio de todos, y no en el de una minoría de privilegiados. El mismo Mangabeira es consciente de la resistencia a las modificaciones del orden social establecido y escribe: «En la sociedad y la cultura, todo lo que parece fijo es sólo política petrificada o una lucha interrumpida». 


En efecto, estos planteamientos, ya indican la senda a seguir que debe ser la de impulsar unas políticas que piensen más en los individuos concretos, y no tanto en un conjunto social que es una simple abstracción. Las cifras económicas son manejables e interpretables de infinitos modos, pero lo realmente esencial es cada persona o ciudadano, y es indispensable concretizar ya medidas efectivas que garanticen su derecho a una vida digna.

Individualidad imaginativa

José Manuel López García
sábado, 16 de agosto de 2014, 06:29 h (CET)

Evidentemente, el valor de lo individual en una sociedad masificada parece que no es subrayado de modo suficiente. En la obra titulada El despertar del individuo Roberto Mangabeira Unger uno de los pensadores actuales de más prestigio señala la importancia de la imaginación, la esperanza y la invención en la construcción social, y en el propio ámbito vital individual. Filosóficamente se sitúa en un pragmatismo sin limitaciones artificiosas. La finitud humana no supone que no podamos lograr la transformación positiva de las condiciones sociales y económicas que imposibilitan un verdadero bienestar social. 


Mangabeira que además de ser profesor de Harvard ha sido ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, afirma que la imaginación y la esperanza son potencias que deben reorientar la economía, la política, la moral y la religión. Ya que es perfectamente factible una invención permanente tanto del presente como del futuro. Este pensador parte del convencimiento de la necesidad de elevar nuestra condición humana o, en todo caso, de mejorar las condiciones de vida de toda la población. Ante el orden establecido y las creencias compartidas podemos cambiarlas en función del desarrollo histórico y cultural. 


En relación con esto se pregunta Mangabeira Unger: «¿Debemos rendirnos ante ellas o debemos intentar sacarles el mejor partido posible y aprovechar, siempre que se pueda y a la luz que ellas mismas arrojan, sus más recónditas posibilidades de tranformación?». Las respuestas a este planteamiento interrogativo considero que son claras e inequívocas. El pragmatismo de este pensador podría ser calificado, a mi juicio, de individualista, porque insiste en la realidad de lo individual.


Lo social es una abstracción ya los sujetos son los auténticos protagonistas de las comunidades. Y los que manejan el poder son individuos que representan a los grupos sociales que disfrutan del poder económico y político. Indudablemente, la autoridad es algo propio de élites, aunque esté justificada con la validación de la representación democrática lograda en las urnas. 


Y la organización de la sociedad es un factor crucial, tanto como el orden social en el que viven los individuos. Porque la igualdad de oportunidades no es tal realmente por muchas causas que habría que corregir con políticas adecuadas. Se entiende que Mangabeira diga: «Las instituciones y las creencias que desarrollamos en el tiempo histórico pueden aumentar o disminuir las oportunidades existenciales del individuo, incluso el relativo poder de desafiarlas y cambiarlas en el curso de su actividad». 


Lo que pone de manifiesto la función esencial de una toma de decisiones políticas a través de normas y medidas que potencien una mayor igualdad social. Lo propio de la filosofía es, entre otras cosas, propiciar cambios políticos y sociales para el logro de una existencia más plena o feliz para todos los seres humanos.Y la capacidad imaginativa e inventiva de los individuos debe proyectarse sobre las innegables oportunidades de transformación creativa de la realidad. El dinamismo de la estructura social y de la cultura es algo que está causado por la historicidad inherente a la temporalidad de las instituciones humanas. Los cambios sociales se producen inexorablemente. La clave está en orientarlos en beneficio de todos, y no en el de una minoría de privilegiados. El mismo Mangabeira es consciente de la resistencia a las modificaciones del orden social establecido y escribe: «En la sociedad y la cultura, todo lo que parece fijo es sólo política petrificada o una lucha interrumpida». 


En efecto, estos planteamientos, ya indican la senda a seguir que debe ser la de impulsar unas políticas que piensen más en los individuos concretos, y no tanto en un conjunto social que es una simple abstracción. Las cifras económicas son manejables e interpretables de infinitos modos, pero lo realmente esencial es cada persona o ciudadano, y es indispensable concretizar ya medidas efectivas que garanticen su derecho a una vida digna.

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