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Ha muerto en Nueva York a los 89 años

Lauren Bacall, un mito con carácter

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Lauren Bacall murió ayer en Nueva York víctima de un derrame cerebral, tenía 89 años y era uno de los últimos mitos del cine de Hollywood que seguía estando en activo.

En menos de 48 horas el mundo del cine internacional ha perdido a dos de sus personajes importantes, el primero, demasiado joven y de forma traumática, Robin Williams con tan sólo 63 años, y casi a continuación Lauren Bacall en una muerte que parece más natural por haber cumplido 89 años, el 16 de Setiembre hubiera llegado a la categoría de nonagenaria.

Conocí a Lauren Bacall cuando la actriz tenía 63 años, vino a Barcelona para tomar parte en el programa de TV3 “Àngel Casas- Show”, en aquel programa y en aquellos momentos yo era coordinadora general y mi trabajo, esencialmente, se basaba en procurar que estrellas y personajes mundialmente famosos aceptaran la invitación de acudir al programa.

Como en todos los programas de televisión, al menos así era en aquellos momentos, (las cosas hoy han cambiado mucho en el mundo del periodismo) “Àngel Casas Show” estaba formado por un equipo en el que cada una de las personas que lo conformaban tenía diversos cometidos, si fallaban, muchas cosas iban a ir mal.

La relaciones públicas iba al aeropuerto a recibir a los invitados, los llevaba al hotel y después de que éstos descansaran unas horas, acudía a saludarles y a explicar cuál era la dinámica del programa, dinámica que anteriormente se había escrito, se había hablado con su secretario privado y secretaria general además de con su representante, aún así lo mejor era hablar directamente con ellos, nunca se variaba lo establecido y firmado en el contrato, especialmente con los personajes que venían de los EE.UU. pero lo más adecuado era tener ese primer contacto, además, los anfitriones deben comportarse educadamente con sus invitados, y así lo hacíamos.

La mancha
Lauren me pareció imponente, melena copiosa, dejaba entrever sus canas a base de un tinte que mezclaba el rubio con el blanco, sonreía con mirada felina y enigmática. La fuerza de su estilizada figura iluminaba la suite del Hotel Ritz de Barcelona.

Era muy educada pero algo distante, cuando nos vimos lo que más le preocupaba era que se había dado cuenta, ya en Barcelona, que el traje que había traído para vestir en el programa tenía una pequeña mancha. Sacó del armario el traje, un Armani carísimo, de color gris azulado perlado, una preciosidad. Le dije que no se preocupara que TV3 tenía un servicio de tintorería y veríamos si sería posible dejarlo como nuevo (mentía, claro, en ninguna televisión que yo sepa tienen servicio de tintorería en sus dependencias pero si sabíamos adónde acudir para subsanar el problema de esa pequeña mancha).

Parecía que no le interesaba mi opción e insistió: “Puedo pensar que en esta ciudad habrá alguna tienda de Armani”.

Le dije que sí, por supuesto, la tienda de Giorgio Armani, la de los trajes más caros, hacía poco tiempo que había abierto sus puertas en la Diagonal barcelonesa y por lo tanto podríamos intentar encontrar un traje igual aunque no se lo aseguraba.

Lauren era muy pícara e irónica y en realidad lo que deseaba era que el programa le pagara un traje nuevo, si era preciso de otro color pero, eso sí, de igual calidad.

Ella insistía y al final le propuse: “Me llevo el vestido y probamos si la mancha se va en la tintorería y queda tal y como usted quiere, si es así, asunto resuelto, de no arreglarse como quiere iremos a Armani y compramos el traje más mejor le guste si no tienen uno igual como el que lleva usted para el programa”.

Asintió, supongo que por cansancio. Lauren, igual que todos los invitados, llegaban a Barcelona cobrando sus emolumentos para hacer un trabajo, su caché era muy alto, además Lauren se iba a quedar en Barcelona durante toda una semana invitada porque tenía días libres en su agenda y aprovecharía para conocer Barcelona, ciudad de la que le habían hablado muy bien y que desconocía.

Por lo tanto su estancia, su caché, todo, ya nos resultada un precio lo suficientemente abultado como para tener que regalarle un traje de Armani que eran de los más caros de este diseñador italiano.

La máxima del programa era ser amables, educados, divertidos, ser buenos anfitriones, pero sin pasarnos, lo justo, nunca fuimos agarrados, pero el programa era semanal y si todas las semanas hubiésemos tenido que añadir al presupuesto un vestido para míticas actrices el programa, quizá, se hubiese acabado antes, cosa que no sucedió.

Estuvo de acuerdo en recibir a los guionistas para poder elaborar la entrevista a conciencia y quedamos que si me necesitaba me llamara.

Estuvo encantadora con los compañeros, habló mucho de Bogart, ella sabía que en una entrevista era preciso que hablara del marido que hacia treinta años la había dejado viuda y con dos hijos.

Mujer muy activa no era de las que le gustara quedarse en los hoteles, siempre estaba en la calle, visita al Museo Picasso, al Miró, Gótico y por la noche le gustaba conocer restaurantes con sello barcelonés.

Todo por Bogart
La invitamos a cenar al restaurante “Set portes”, muy chic pero al mismo tiempo muy popular, se comía paella, antes del primer plato servían entrantes con embutido catalán, “pa amb tomaquet” y el ambiente era muy festivo, un piano en medio del restaurante amenizaba la cena.

Lauren quiso sentarse en un lugar bien visible, quería ver la marcha de la noche barcelonesa, estuvo realmente dinámica, con nosotros se sentó Ramón Ivars, el coreógrafo del programa que sentía verdadera devoción por Lauren, era un fan con mucho estilo, muy culto y divertido.

La actriz se sintió complacida de poder hablar con una persona como Ramón que conocía la parte de atrás del mundo del cine y del espectáculo, amante también del teatro, dialogaron mucho sobre su mundo. La actriz nacida en el seno de una familia judía del Bronx de Nueva York estuvo explicando la auténtica relación de amor entre ella y Bogart. Dejó bien claro que si ella había llegado adonde había llegado en el mundo del cine fue gracias a Bogart: “Bogie era un hombre leal, no era tal y como la gente quiere que sea, era un hombre que le gustaba tener chispa y a mí el que él bebiera me parecía muy interesante porque nunca me he fiado de los hombres y las mujeres que no beben. Los hombres que no beben parece que siempre llevan el control de todo y un hombre y una mujer que controlan todo, no me interesan”.

Habló del brazalete de oro que Bogie le regaló por vez primera, ya estaban enamorados pero él estaba casado con una actriz revoltosa y alcoholizada y Bogart nunca iba a abandonarla. Explicó que lo pasó muy mal estando con Bogart y vivieron su amor en la clandestinidad.

Se levantaba de madrugada para verse con él una hora o veinte minutos y hacía dos horas de coche para encontrarse en el mar. También contó que Bogart no vivía con grandes lujos, era un hombre austero pero si tenía algún ahorro lo dedicaba a navegar. Ella se aficionó a su velero y dijo: “Jamás pude imaginar que iba a amar tanto navegar, pero, claro, estaba con Bogie”.

Slim y Bogie

Bogart la llamaba “slim” (delgada) o “nena” y aseguró que al final “nena” fue el nombre cariñoso que prevaleció en sus cartas, en sus llamadas y cuando él hablaba de ella a sus amigos.

La primera Navidad que pasaron juntos, ya casados, y oficiosamente enamorados ante todo el mundo, Lauren le dio una fiesta sorpresa: “La sorprendida fui yo, Bogie me regaló una pitillera con una inscripción que me hizo llorar: “Para mi esposa que nunca necesita silbar por Bogie”.

Matizó que este regalo tenía como recuerdo el primer trabajo que hicieron juntos y que fue cuando se conocieron al rodar la película de Howard Haws, “Tener o no tener” , en la que ella le decía en el guión: “Sabes silbar, ¿verdad? Sólo pones los labios juntos y soplas”.

Lauren tenía claro que Bogart era el hombre de su vida a pesar de la diferencia de edad, Bogart tenía 25 años más que ella, se casaron cuando Lauren tenía 20 años y se conocían hacía tres años.

Su relación, según Lauren, fue apasionada, llena de amor, con muchos momentos buenos y muchos turbios y muchas discusiones, pero al final siempre prevaleció el amor, cuando el médico diagnosticó a Bogart el cáncer de esófago ella estaba convencida que iba a curarse: “Notaba que su voz estaba algo más apagada pero no le daba ninguna importancia- nos dijo-la voz de Bogie siempre fue una de sus mejores cartas de presentación”.

Sin embargo Bogart se fue y se forjó el mito, ella tenía sólo 32 años y dos hijos.

Nos explicó que no sabía qué hacer sin Bogie, que su vacío era tan grande que sentía un desvarío todas las horas de su vida pero tenía dos hijos y responsabilidades.

Frank Sinatra, el amigo
Un amigo la ayudó a superar la muerte de Bogie: “Hacía unos años que Bogie y yo habíamos conocido a Frank Sinatra, al principio recelamos pero después nos dio confianza y mucha diversión, era un amigo de verdad, siempre estaba ahí para lo bueno y para lo malo. Cuando me quedé viuda-explicó esa noche Lauren-Frank siempre estuvo a mi lado cuando más necesitaba a alguien, tuvimos una relación muy especial, muy mal vista por todos nuestros amigos los de unos y los de los otros. Yo me sentía mejor, aunque Bogie siempre estaría conmigo, la vida que tuve con él jamás la tuve con ningún otro”.

En aquella cena Lauren sonrió, se rió y estuvo cálida, aplaudió las cerámicas que decoran las paredes de ese restaurante, firmó en el libro de la casa y habló con todos como si fuera una mujer a la que conociéramos de toda la vida.

Lauren, mito ausente
La noche del programa, con la mancha del vestido ausente y su clase inigualable, amó a la cámara y fue la diva más divina que se abrió sin tapujos, con Àngel Casas hablaron de muchas cosas pero especialmente del mito Lauren y fue clara: “No soy mito, dijo, soy una persona que tiene los pies en el suelo, que vive la vida y de nada me serviría ser un mito, un mito es algo intangible y yo siento, tengo amigos, familia, los adoro, tengo corazón, además estoy convencida de que nunca he tenido que comportarme como un mito, un mito es etéreo, a mi me queda mucho por hacer todavía”.

Visitó la costa, estuvo de copas, salió de compras, el día anterior a su marcha acudí a despedirla, me hizo subir a su suite. Y me pidió que la ayudara a descifrar cuánta propina podía darle a las personas que la habían ayudado en el hotel. No sabía de estas cosas, pensé que Lauren que tenía una vida espléndida de viajes, de hoteles, de trajín, debía tener más información, y le dije la verdad, que no sabía bien qué se hacía en estos casos y le pregunté qué pensaba ella que debía entregar, me enseñó varios sobre destinados a la camarera, a la asistenta de día, de noche, etc., etc. en el interior había puesto 25 pesetas, le dije que si para ella eso estaba bien para mí también.

No le dije, es obvio, la verdad, Lauren Bacall, en el año 1988, entrega en un hotel de lujo en Barcelona 25 pesetas de propina, en un hotel en el que ha estado siete noches y ocho días, me parece una propina rácana, pero era su forma de pensar, hay que pensar que para los que son mitómanos 25 pesetas o una sonrisa, es lo mismo.

Alfombra roja hasta la puerta del avión

La traca final de Lauren llegó cuando la mañana del día en que marchaba me llama la relaciones públicas y me dice que Lauren quiere algo imposible: “Ha pedido que en el aeropuerto, cuando baje del coche, haya una alfombra roja hasta la puerta del avión, ¿qué hago?”, le pido unos minutos, necesitaba pensar, estaba sola en la redacción porque ese día la gente descansaba y yo estaba allí para hacer llamadas y preparar temas para el programa siguiente.

Había que resolver el tema con urgencia, los aviones no esperan y los días de Lauren en Barcelona, para nosotros, ya habían acabado o tocaban a su fin.

Tardé diez minutos en reaccionar, llamé a relaciones públicas del aeropuerto de Barcelona. Les expuse el problema, sabíamos que no había alfombras en tan poco tiempo y que Lauren, como todo el mundo que viaja fuera de España, tiene que pasar el control de pasaportes, de maletas, etc. etc.

Los chaquetas rojas de Iberia aún hoy deben estar riéndose de este tema, nos ayudan y me dicen: “la traes hasta la puerta de entrada, nosotros estaremos allí, le damos la bienvenida, la despedís y el resto lo hacemos nosotros”. Llamo al hotel y le digo a la RR.PP, que voy a ir con ellas hasta el aeropuerto, es una emergencia y hay que dar la cara hasta el último minuto.

En el trayecto Lauren se deshace en parabienes de lo bien que se lo ha pasado en el programa, que le ha gustado Barcelona y que volverá con amigos porque es una ciudad que tiene de todo. Nos agradece los desvelos y nuestras atenciones. Todo un diez para ella.

En la puerta del aeropuerto la esperaban los de Iberia, sonrientes, sin alfombra, la cogieron del brazo y empezaron a hablar con ella, nos fuimos corriendo, respiramos profundamente.

Hermosa experiencia, maravillosa mujer, jamás la olvidaré, forma parte de mi “currículo” laboral y vital.

Lauren estás en el sitio donde reposan los mitos aunque tuvieras los pies en la tierra, ahora sí que eres más que un mito. Besos.

Lauren Bacall, un mito con carácter

Ha muerto en Nueva York a los 89 años
Teresa Berengueras
miércoles, 13 de agosto de 2014, 15:17 h (CET)
Lauren Bacall murió ayer en Nueva York víctima de un derrame cerebral, tenía 89 años y era uno de los últimos mitos del cine de Hollywood que seguía estando en activo.

En menos de 48 horas el mundo del cine internacional ha perdido a dos de sus personajes importantes, el primero, demasiado joven y de forma traumática, Robin Williams con tan sólo 63 años, y casi a continuación Lauren Bacall en una muerte que parece más natural por haber cumplido 89 años, el 16 de Setiembre hubiera llegado a la categoría de nonagenaria.

Conocí a Lauren Bacall cuando la actriz tenía 63 años, vino a Barcelona para tomar parte en el programa de TV3 “Àngel Casas- Show”, en aquel programa y en aquellos momentos yo era coordinadora general y mi trabajo, esencialmente, se basaba en procurar que estrellas y personajes mundialmente famosos aceptaran la invitación de acudir al programa.

Como en todos los programas de televisión, al menos así era en aquellos momentos, (las cosas hoy han cambiado mucho en el mundo del periodismo) “Àngel Casas Show” estaba formado por un equipo en el que cada una de las personas que lo conformaban tenía diversos cometidos, si fallaban, muchas cosas iban a ir mal.

La relaciones públicas iba al aeropuerto a recibir a los invitados, los llevaba al hotel y después de que éstos descansaran unas horas, acudía a saludarles y a explicar cuál era la dinámica del programa, dinámica que anteriormente se había escrito, se había hablado con su secretario privado y secretaria general además de con su representante, aún así lo mejor era hablar directamente con ellos, nunca se variaba lo establecido y firmado en el contrato, especialmente con los personajes que venían de los EE.UU. pero lo más adecuado era tener ese primer contacto, además, los anfitriones deben comportarse educadamente con sus invitados, y así lo hacíamos.

La mancha
Lauren me pareció imponente, melena copiosa, dejaba entrever sus canas a base de un tinte que mezclaba el rubio con el blanco, sonreía con mirada felina y enigmática. La fuerza de su estilizada figura iluminaba la suite del Hotel Ritz de Barcelona.

Era muy educada pero algo distante, cuando nos vimos lo que más le preocupaba era que se había dado cuenta, ya en Barcelona, que el traje que había traído para vestir en el programa tenía una pequeña mancha. Sacó del armario el traje, un Armani carísimo, de color gris azulado perlado, una preciosidad. Le dije que no se preocupara que TV3 tenía un servicio de tintorería y veríamos si sería posible dejarlo como nuevo (mentía, claro, en ninguna televisión que yo sepa tienen servicio de tintorería en sus dependencias pero si sabíamos adónde acudir para subsanar el problema de esa pequeña mancha).

Parecía que no le interesaba mi opción e insistió: “Puedo pensar que en esta ciudad habrá alguna tienda de Armani”.

Le dije que sí, por supuesto, la tienda de Giorgio Armani, la de los trajes más caros, hacía poco tiempo que había abierto sus puertas en la Diagonal barcelonesa y por lo tanto podríamos intentar encontrar un traje igual aunque no se lo aseguraba.

Lauren era muy pícara e irónica y en realidad lo que deseaba era que el programa le pagara un traje nuevo, si era preciso de otro color pero, eso sí, de igual calidad.

Ella insistía y al final le propuse: “Me llevo el vestido y probamos si la mancha se va en la tintorería y queda tal y como usted quiere, si es así, asunto resuelto, de no arreglarse como quiere iremos a Armani y compramos el traje más mejor le guste si no tienen uno igual como el que lleva usted para el programa”.

Asintió, supongo que por cansancio. Lauren, igual que todos los invitados, llegaban a Barcelona cobrando sus emolumentos para hacer un trabajo, su caché era muy alto, además Lauren se iba a quedar en Barcelona durante toda una semana invitada porque tenía días libres en su agenda y aprovecharía para conocer Barcelona, ciudad de la que le habían hablado muy bien y que desconocía.

Por lo tanto su estancia, su caché, todo, ya nos resultada un precio lo suficientemente abultado como para tener que regalarle un traje de Armani que eran de los más caros de este diseñador italiano.

La máxima del programa era ser amables, educados, divertidos, ser buenos anfitriones, pero sin pasarnos, lo justo, nunca fuimos agarrados, pero el programa era semanal y si todas las semanas hubiésemos tenido que añadir al presupuesto un vestido para míticas actrices el programa, quizá, se hubiese acabado antes, cosa que no sucedió.

Estuvo de acuerdo en recibir a los guionistas para poder elaborar la entrevista a conciencia y quedamos que si me necesitaba me llamara.

Estuvo encantadora con los compañeros, habló mucho de Bogart, ella sabía que en una entrevista era preciso que hablara del marido que hacia treinta años la había dejado viuda y con dos hijos.

Mujer muy activa no era de las que le gustara quedarse en los hoteles, siempre estaba en la calle, visita al Museo Picasso, al Miró, Gótico y por la noche le gustaba conocer restaurantes con sello barcelonés.

Todo por Bogart
La invitamos a cenar al restaurante “Set portes”, muy chic pero al mismo tiempo muy popular, se comía paella, antes del primer plato servían entrantes con embutido catalán, “pa amb tomaquet” y el ambiente era muy festivo, un piano en medio del restaurante amenizaba la cena.

Lauren quiso sentarse en un lugar bien visible, quería ver la marcha de la noche barcelonesa, estuvo realmente dinámica, con nosotros se sentó Ramón Ivars, el coreógrafo del programa que sentía verdadera devoción por Lauren, era un fan con mucho estilo, muy culto y divertido.

La actriz se sintió complacida de poder hablar con una persona como Ramón que conocía la parte de atrás del mundo del cine y del espectáculo, amante también del teatro, dialogaron mucho sobre su mundo. La actriz nacida en el seno de una familia judía del Bronx de Nueva York estuvo explicando la auténtica relación de amor entre ella y Bogart. Dejó bien claro que si ella había llegado adonde había llegado en el mundo del cine fue gracias a Bogart: “Bogie era un hombre leal, no era tal y como la gente quiere que sea, era un hombre que le gustaba tener chispa y a mí el que él bebiera me parecía muy interesante porque nunca me he fiado de los hombres y las mujeres que no beben. Los hombres que no beben parece que siempre llevan el control de todo y un hombre y una mujer que controlan todo, no me interesan”.

Habló del brazalete de oro que Bogie le regaló por vez primera, ya estaban enamorados pero él estaba casado con una actriz revoltosa y alcoholizada y Bogart nunca iba a abandonarla. Explicó que lo pasó muy mal estando con Bogart y vivieron su amor en la clandestinidad.

Se levantaba de madrugada para verse con él una hora o veinte minutos y hacía dos horas de coche para encontrarse en el mar. También contó que Bogart no vivía con grandes lujos, era un hombre austero pero si tenía algún ahorro lo dedicaba a navegar. Ella se aficionó a su velero y dijo: “Jamás pude imaginar que iba a amar tanto navegar, pero, claro, estaba con Bogie”.

Slim y Bogie

Bogart la llamaba “slim” (delgada) o “nena” y aseguró que al final “nena” fue el nombre cariñoso que prevaleció en sus cartas, en sus llamadas y cuando él hablaba de ella a sus amigos.

La primera Navidad que pasaron juntos, ya casados, y oficiosamente enamorados ante todo el mundo, Lauren le dio una fiesta sorpresa: “La sorprendida fui yo, Bogie me regaló una pitillera con una inscripción que me hizo llorar: “Para mi esposa que nunca necesita silbar por Bogie”.

Matizó que este regalo tenía como recuerdo el primer trabajo que hicieron juntos y que fue cuando se conocieron al rodar la película de Howard Haws, “Tener o no tener” , en la que ella le decía en el guión: “Sabes silbar, ¿verdad? Sólo pones los labios juntos y soplas”.

Lauren tenía claro que Bogart era el hombre de su vida a pesar de la diferencia de edad, Bogart tenía 25 años más que ella, se casaron cuando Lauren tenía 20 años y se conocían hacía tres años.

Su relación, según Lauren, fue apasionada, llena de amor, con muchos momentos buenos y muchos turbios y muchas discusiones, pero al final siempre prevaleció el amor, cuando el médico diagnosticó a Bogart el cáncer de esófago ella estaba convencida que iba a curarse: “Notaba que su voz estaba algo más apagada pero no le daba ninguna importancia- nos dijo-la voz de Bogie siempre fue una de sus mejores cartas de presentación”.

Sin embargo Bogart se fue y se forjó el mito, ella tenía sólo 32 años y dos hijos.

Nos explicó que no sabía qué hacer sin Bogie, que su vacío era tan grande que sentía un desvarío todas las horas de su vida pero tenía dos hijos y responsabilidades.

Frank Sinatra, el amigo
Un amigo la ayudó a superar la muerte de Bogie: “Hacía unos años que Bogie y yo habíamos conocido a Frank Sinatra, al principio recelamos pero después nos dio confianza y mucha diversión, era un amigo de verdad, siempre estaba ahí para lo bueno y para lo malo. Cuando me quedé viuda-explicó esa noche Lauren-Frank siempre estuvo a mi lado cuando más necesitaba a alguien, tuvimos una relación muy especial, muy mal vista por todos nuestros amigos los de unos y los de los otros. Yo me sentía mejor, aunque Bogie siempre estaría conmigo, la vida que tuve con él jamás la tuve con ningún otro”.

En aquella cena Lauren sonrió, se rió y estuvo cálida, aplaudió las cerámicas que decoran las paredes de ese restaurante, firmó en el libro de la casa y habló con todos como si fuera una mujer a la que conociéramos de toda la vida.

Lauren, mito ausente
La noche del programa, con la mancha del vestido ausente y su clase inigualable, amó a la cámara y fue la diva más divina que se abrió sin tapujos, con Àngel Casas hablaron de muchas cosas pero especialmente del mito Lauren y fue clara: “No soy mito, dijo, soy una persona que tiene los pies en el suelo, que vive la vida y de nada me serviría ser un mito, un mito es algo intangible y yo siento, tengo amigos, familia, los adoro, tengo corazón, además estoy convencida de que nunca he tenido que comportarme como un mito, un mito es etéreo, a mi me queda mucho por hacer todavía”.

Visitó la costa, estuvo de copas, salió de compras, el día anterior a su marcha acudí a despedirla, me hizo subir a su suite. Y me pidió que la ayudara a descifrar cuánta propina podía darle a las personas que la habían ayudado en el hotel. No sabía de estas cosas, pensé que Lauren que tenía una vida espléndida de viajes, de hoteles, de trajín, debía tener más información, y le dije la verdad, que no sabía bien qué se hacía en estos casos y le pregunté qué pensaba ella que debía entregar, me enseñó varios sobre destinados a la camarera, a la asistenta de día, de noche, etc., etc. en el interior había puesto 25 pesetas, le dije que si para ella eso estaba bien para mí también.

No le dije, es obvio, la verdad, Lauren Bacall, en el año 1988, entrega en un hotel de lujo en Barcelona 25 pesetas de propina, en un hotel en el que ha estado siete noches y ocho días, me parece una propina rácana, pero era su forma de pensar, hay que pensar que para los que son mitómanos 25 pesetas o una sonrisa, es lo mismo.

Alfombra roja hasta la puerta del avión

La traca final de Lauren llegó cuando la mañana del día en que marchaba me llama la relaciones públicas y me dice que Lauren quiere algo imposible: “Ha pedido que en el aeropuerto, cuando baje del coche, haya una alfombra roja hasta la puerta del avión, ¿qué hago?”, le pido unos minutos, necesitaba pensar, estaba sola en la redacción porque ese día la gente descansaba y yo estaba allí para hacer llamadas y preparar temas para el programa siguiente.

Había que resolver el tema con urgencia, los aviones no esperan y los días de Lauren en Barcelona, para nosotros, ya habían acabado o tocaban a su fin.

Tardé diez minutos en reaccionar, llamé a relaciones públicas del aeropuerto de Barcelona. Les expuse el problema, sabíamos que no había alfombras en tan poco tiempo y que Lauren, como todo el mundo que viaja fuera de España, tiene que pasar el control de pasaportes, de maletas, etc. etc.

Los chaquetas rojas de Iberia aún hoy deben estar riéndose de este tema, nos ayudan y me dicen: “la traes hasta la puerta de entrada, nosotros estaremos allí, le damos la bienvenida, la despedís y el resto lo hacemos nosotros”. Llamo al hotel y le digo a la RR.PP, que voy a ir con ellas hasta el aeropuerto, es una emergencia y hay que dar la cara hasta el último minuto.

En el trayecto Lauren se deshace en parabienes de lo bien que se lo ha pasado en el programa, que le ha gustado Barcelona y que volverá con amigos porque es una ciudad que tiene de todo. Nos agradece los desvelos y nuestras atenciones. Todo un diez para ella.

En la puerta del aeropuerto la esperaban los de Iberia, sonrientes, sin alfombra, la cogieron del brazo y empezaron a hablar con ella, nos fuimos corriendo, respiramos profundamente.

Hermosa experiencia, maravillosa mujer, jamás la olvidaré, forma parte de mi “currículo” laboral y vital.

Lauren estás en el sitio donde reposan los mitos aunque tuvieras los pies en la tierra, ahora sí que eres más que un mito. Besos.

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