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Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | El arte de la guerra
Santi Benítez

De Big Brother y pingüinos

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Corría el año 2003, aunque ya a mitad del 2002 se escuchaba algo, cuando se tuvo la certeza de que Microsoft preparaba el pelotazo padre con su siguiente vuelta de tuerca al sistema operativo del amable pantallazo azul. El proyecto se llamaba Palladium y ha terminado siendo el Windows Vista que revemos a partir de febrero como el non summum de los SO en tiendas especializadas, y corriendo en casi todos los ordenadores que se vendan un mes después. Tiempo al tiempo. En aquel entonces lo que todos nos preguntábamos era que iba a ser, teniendo en cuenta lo que era el XP. Se dijeron muchas cosas, pero, al final, estaba claro, y el tiempo ha dado la razón, que Palladium Vista es una arquitectura de hardware y software que controla todas las aplicaciones que funcionan en el PC a partir del disco de arranque, tal y como hacía, y hace, el sistema de blindaje de la X-Box. Y ustedes se preguntarán, ¿Qué coño significa eso? Pues es muy simple. Por ejemplo, en un ordenador con tan egregio sistema operativo corriendo, en el momento de arranque, se verifica el contenido de la flash rom responsable de ese arranque y la clave de acceso al disco, que está en su interior directamente escrito por el fabricante, para verificar que esté “homologado” y adaptado al estándar de seguridad impuesto por Microsoft. Vamos, como permitir que un psicópata verifique la seguridad en un psiquiátrico.

“Hombre, eso no tiene nada de malo”. ¿¿¿Qué no??? Déjenme decirles que eso impedirá, directamente a través del hardware, que ripeemos CDs o DVDs, descargar, ejecutar o duplicar formatos de archivos no protegidos – mp3, mp4, mpg, aif...- porque el sistema Digital Right Management limita el uso de todos los formatos que no utilizan un sistema de autentificación de los contenidos. Pero no queda ahí la cosa, el uso de software alternativo, como Open Office que usa formatos de archivo propietario, podría ser bastante difícil. Ya no hablemos de free software, porque si la clave para firmar los propios programas tiene el costo impuesto por Microsoft, y además no se puede divulgar, difícilmente se podrá hacer dicho software, y mucho menos publicar el código fuente del programa, lo que impedirá, de manera indirecta, el uso de open source corriendo en Windows. Dicen que Eduardo Bautista, Presidente de la SGAE, cada vez que alguien dice cerca de él “Windows Vista” le reaparece una extraña incontinencia babeante (También he oído lo mismo de Ramoncín, pero no lo puedo confirmar). A todo esto hay que sumarle que ciertas páginas web no serán accesibles dado que sus certificados no estarán conformes con los de nuestro equipo – por no hablar del uso de exploradores que no sean el internet explorer (¡dios nos coja confesados!) –, y el control de a donde vamos y que hacemos en la red, que correo electrónico respondemos, guardamos y recibimos o que fotos nos descargamos, será absoluto.

Es decir, una absoluta mierda fascista. Pero es que la alternativa no es mejor, aunque por diferentes razones.

La alternativa el Linux – perdón, GNU/Linux, que sino alguien habrá con la suficiente susceptibilidad como para corregirme –, pero es que esta alternativa no es la panacea que nos cuenta. Y lo digo con conocimiento de causa. Lunux es un sistema operativo que lleva consigo una filosofía que nadie niega. Ha sido desarrollado por una comunidad de programadores y desarrolladores de forma completamente desinteresada, hasta cierto punto, y es completamente gratuito. Hasta ahí todo bien, pero es que lo que viene después manda a hacer gárgaras lo primero. Es decir, esta muy bien eso de la filosofía, de la gratuidad, etc, etc, pero es que obvia algo fundamental e imprescindible: el usuario final.

Pongámonos en situación. Una persona compra un PC. A partir de ese momento tiene dos opciones, o instala Windows, que es una mierda, o instalamos Linux. Si elige la segunda opción tiene tropecientas mil distribuciones, cuyo funcionamiento, por cierto, difiere bastante de unos a otros – de ahí que sea, en gran parte, completamente inviable la instalación de programas al estilo *.exe, y existan las mismas tropecientas mil formas de instalarlos; rpm, *.deb, desempaquetado de tar.gz, el famoso apt-get install que no sirve absolutamente de nada ya que encontrar un repositorio se convierte en algo cercano a una jodida aventura, y así ad infinitum –. Pongamos que elige una con buen soporte, Ubuntu, por ejemplo, que está basada en Debian, otra distribución (No me pregunten porque se basan distribuciones sobre distribuciones en vez de mejorar directamente las originales porque eso no lo entiende ni su padre). Metemos el CD e instalamos el sistema operativo. Si hay suerte la instalación no se nos frenará en seco por algún hardware que el sistema no reconozca. Y si hay suerte, cuando reiniciemos la máquina tras la instalación, conseguiremos que el sistema arranque desde el disco duro, e incluso veremos un escritorio, ya sea KDE, Gnome, fluxbox, etc, etc. Con suerte podremos entrar en internet.

Yo lo que siempre me he preguntado cada vez que pruebo una distribución de Linux es que demonios tiene que ver la suerte con querer hacer funcionar un ordenador. Es más, al usuario final le importa un carajo la suerte a la hora de que funcione, le importa tanto como que tipo de “arquitectura” tiene o que cuando instala el Abiword la instalación se le pare porque le falta no sé que librería, que hablando de todo un poco debería estar añadida al paquete que está intentando instalar y darle la opción de usarla, si quiere, según el ordenador que tenga. ¿Creen que hablo en broma? Si quieren tener una experiencia empírica que les lleve a los límites de la realidad intente instalar Debian Sarge en un portátil, el compaq nx9010, por ejemplo. Les prometo que no lo olvidarán jamás. Advierto de antemano que hacer que reconozca los puertos usb puede causar trastornos bipolares e incluso ataques epilépticos.

Para colmo de males me he encontrado con un artículo de Dana Blankenhorn – al que se le ha dado mucha publicidad en la blogosfera –, titulado “La guerra ha terminado, ha ganado Linux”. Mientras lo leía casi me meo de la risa en los pantalones. Lo cierto es que sólo hay un ordenador corriendo en Linux por cada 300 que corren en Windows. Si esto es ganar la guerra habrá que replantearse eso de que Hitler perdió la segunda guerra mundial. Una cosa si es cierta, esto es una guerra, una guerra entre el monopolio de un negocio puro y duro que no da opciones y la idea de que los propios usuarios son capaces de crear, ampliar y desarrollar un sistema operativo que les dé la libertad suficiente para poder elegir. En este segundo caso, que es el de Linux, será imposible que logre llegar a la mayoría de los ordenadores de sobremesa sino mejora varias cosas antes. Empezando por la detección de harware, siguiendo con un estándar que unifique el criterio en el que se implementan los paquetes de software que se puedan instalar, y que incluyan todo lo necesario para que funcionen – también librerías necesarias para cada caso – y, por supuesto, que los desarrollares se pongan de acuerdo en crear una forma parecida o cercana al *.exe para empaquetar. El día que esto ocurra se podrá decir que se ha ganado una batalla, porque declarar que se ha ganado la guerra suena a lo mismo que cuando Bus lo dijo sobre la guerra de Iraq. Me consta que esto se hará, porque está muy bien eso del “Háztelo tu mismo” que tanto pregona Debian, pero la realidad es que, para poder hacerlo, en el caso de Debian, hay que tener ganas y tiempo, cosa que, por desgracia, en la época que nos ha tocado vivir es caro de encontrar.

Señores linuxeros, si se ha de elegir entre un sistema operativo fascista, pero que instalo sin problemas y para el que instalar un programa no se convierte en el rosario de la aurora, y otro en el que ya de por si instalarlo significa que mis puertos usb no se reconozcan (y esto pasa en todas las distribuciones, sin excepción), teniendo en cuenta que ya hasta el móvil tiene conexión por usb... ¿Qué creen ustedes que elegirá la inmensa mayoría de los usuarios? Y que conste que no he puesto nada sobre la ingente cantidad de documentación, en su mayor parte inservible, que pulula por la red y que está sin traducir al castellano.

Menos lobos, caperucita, y más currar.

Suena de fondo “The promise”, BSO “El piano”

Buenas noches, y buena suerte.

De Big Brother y pingüinos

Santi Benítez
Santi Benítez
sábado, 18 de noviembre de 2006, 00:43 h (CET)
Corría el año 2003, aunque ya a mitad del 2002 se escuchaba algo, cuando se tuvo la certeza de que Microsoft preparaba el pelotazo padre con su siguiente vuelta de tuerca al sistema operativo del amable pantallazo azul. El proyecto se llamaba Palladium y ha terminado siendo el Windows Vista que revemos a partir de febrero como el non summum de los SO en tiendas especializadas, y corriendo en casi todos los ordenadores que se vendan un mes después. Tiempo al tiempo. En aquel entonces lo que todos nos preguntábamos era que iba a ser, teniendo en cuenta lo que era el XP. Se dijeron muchas cosas, pero, al final, estaba claro, y el tiempo ha dado la razón, que Palladium Vista es una arquitectura de hardware y software que controla todas las aplicaciones que funcionan en el PC a partir del disco de arranque, tal y como hacía, y hace, el sistema de blindaje de la X-Box. Y ustedes se preguntarán, ¿Qué coño significa eso? Pues es muy simple. Por ejemplo, en un ordenador con tan egregio sistema operativo corriendo, en el momento de arranque, se verifica el contenido de la flash rom responsable de ese arranque y la clave de acceso al disco, que está en su interior directamente escrito por el fabricante, para verificar que esté “homologado” y adaptado al estándar de seguridad impuesto por Microsoft. Vamos, como permitir que un psicópata verifique la seguridad en un psiquiátrico.

“Hombre, eso no tiene nada de malo”. ¿¿¿Qué no??? Déjenme decirles que eso impedirá, directamente a través del hardware, que ripeemos CDs o DVDs, descargar, ejecutar o duplicar formatos de archivos no protegidos – mp3, mp4, mpg, aif...- porque el sistema Digital Right Management limita el uso de todos los formatos que no utilizan un sistema de autentificación de los contenidos. Pero no queda ahí la cosa, el uso de software alternativo, como Open Office que usa formatos de archivo propietario, podría ser bastante difícil. Ya no hablemos de free software, porque si la clave para firmar los propios programas tiene el costo impuesto por Microsoft, y además no se puede divulgar, difícilmente se podrá hacer dicho software, y mucho menos publicar el código fuente del programa, lo que impedirá, de manera indirecta, el uso de open source corriendo en Windows. Dicen que Eduardo Bautista, Presidente de la SGAE, cada vez que alguien dice cerca de él “Windows Vista” le reaparece una extraña incontinencia babeante (También he oído lo mismo de Ramoncín, pero no lo puedo confirmar). A todo esto hay que sumarle que ciertas páginas web no serán accesibles dado que sus certificados no estarán conformes con los de nuestro equipo – por no hablar del uso de exploradores que no sean el internet explorer (¡dios nos coja confesados!) –, y el control de a donde vamos y que hacemos en la red, que correo electrónico respondemos, guardamos y recibimos o que fotos nos descargamos, será absoluto.

Es decir, una absoluta mierda fascista. Pero es que la alternativa no es mejor, aunque por diferentes razones.

La alternativa el Linux – perdón, GNU/Linux, que sino alguien habrá con la suficiente susceptibilidad como para corregirme –, pero es que esta alternativa no es la panacea que nos cuenta. Y lo digo con conocimiento de causa. Lunux es un sistema operativo que lleva consigo una filosofía que nadie niega. Ha sido desarrollado por una comunidad de programadores y desarrolladores de forma completamente desinteresada, hasta cierto punto, y es completamente gratuito. Hasta ahí todo bien, pero es que lo que viene después manda a hacer gárgaras lo primero. Es decir, esta muy bien eso de la filosofía, de la gratuidad, etc, etc, pero es que obvia algo fundamental e imprescindible: el usuario final.

Pongámonos en situación. Una persona compra un PC. A partir de ese momento tiene dos opciones, o instala Windows, que es una mierda, o instalamos Linux. Si elige la segunda opción tiene tropecientas mil distribuciones, cuyo funcionamiento, por cierto, difiere bastante de unos a otros – de ahí que sea, en gran parte, completamente inviable la instalación de programas al estilo *.exe, y existan las mismas tropecientas mil formas de instalarlos; rpm, *.deb, desempaquetado de tar.gz, el famoso apt-get install que no sirve absolutamente de nada ya que encontrar un repositorio se convierte en algo cercano a una jodida aventura, y así ad infinitum –. Pongamos que elige una con buen soporte, Ubuntu, por ejemplo, que está basada en Debian, otra distribución (No me pregunten porque se basan distribuciones sobre distribuciones en vez de mejorar directamente las originales porque eso no lo entiende ni su padre). Metemos el CD e instalamos el sistema operativo. Si hay suerte la instalación no se nos frenará en seco por algún hardware que el sistema no reconozca. Y si hay suerte, cuando reiniciemos la máquina tras la instalación, conseguiremos que el sistema arranque desde el disco duro, e incluso veremos un escritorio, ya sea KDE, Gnome, fluxbox, etc, etc. Con suerte podremos entrar en internet.

Yo lo que siempre me he preguntado cada vez que pruebo una distribución de Linux es que demonios tiene que ver la suerte con querer hacer funcionar un ordenador. Es más, al usuario final le importa un carajo la suerte a la hora de que funcione, le importa tanto como que tipo de “arquitectura” tiene o que cuando instala el Abiword la instalación se le pare porque le falta no sé que librería, que hablando de todo un poco debería estar añadida al paquete que está intentando instalar y darle la opción de usarla, si quiere, según el ordenador que tenga. ¿Creen que hablo en broma? Si quieren tener una experiencia empírica que les lleve a los límites de la realidad intente instalar Debian Sarge en un portátil, el compaq nx9010, por ejemplo. Les prometo que no lo olvidarán jamás. Advierto de antemano que hacer que reconozca los puertos usb puede causar trastornos bipolares e incluso ataques epilépticos.

Para colmo de males me he encontrado con un artículo de Dana Blankenhorn – al que se le ha dado mucha publicidad en la blogosfera –, titulado “La guerra ha terminado, ha ganado Linux”. Mientras lo leía casi me meo de la risa en los pantalones. Lo cierto es que sólo hay un ordenador corriendo en Linux por cada 300 que corren en Windows. Si esto es ganar la guerra habrá que replantearse eso de que Hitler perdió la segunda guerra mundial. Una cosa si es cierta, esto es una guerra, una guerra entre el monopolio de un negocio puro y duro que no da opciones y la idea de que los propios usuarios son capaces de crear, ampliar y desarrollar un sistema operativo que les dé la libertad suficiente para poder elegir. En este segundo caso, que es el de Linux, será imposible que logre llegar a la mayoría de los ordenadores de sobremesa sino mejora varias cosas antes. Empezando por la detección de harware, siguiendo con un estándar que unifique el criterio en el que se implementan los paquetes de software que se puedan instalar, y que incluyan todo lo necesario para que funcionen – también librerías necesarias para cada caso – y, por supuesto, que los desarrollares se pongan de acuerdo en crear una forma parecida o cercana al *.exe para empaquetar. El día que esto ocurra se podrá decir que se ha ganado una batalla, porque declarar que se ha ganado la guerra suena a lo mismo que cuando Bus lo dijo sobre la guerra de Iraq. Me consta que esto se hará, porque está muy bien eso del “Háztelo tu mismo” que tanto pregona Debian, pero la realidad es que, para poder hacerlo, en el caso de Debian, hay que tener ganas y tiempo, cosa que, por desgracia, en la época que nos ha tocado vivir es caro de encontrar.

Señores linuxeros, si se ha de elegir entre un sistema operativo fascista, pero que instalo sin problemas y para el que instalar un programa no se convierte en el rosario de la aurora, y otro en el que ya de por si instalarlo significa que mis puertos usb no se reconozcan (y esto pasa en todas las distribuciones, sin excepción), teniendo en cuenta que ya hasta el móvil tiene conexión por usb... ¿Qué creen ustedes que elegirá la inmensa mayoría de los usuarios? Y que conste que no he puesto nada sobre la ingente cantidad de documentación, en su mayor parte inservible, que pulula por la red y que está sin traducir al castellano.

Menos lobos, caperucita, y más currar.

Suena de fondo “The promise”, BSO “El piano”

Buenas noches, y buena suerte.

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