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Hay que diferenciar el ser buena gente del ser “gente buena”

Gente buena

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La diferencia es sutil, pero apreciable. Quizás lo entenderemos mejor cuando comparemos “un buen hombre” de “un hombre bueno”. El primero lo es por naturaleza; el segundo lo consigue con su esfuerzo.

Viene a mi mente este pensamiento como consecuencia del bombardeo constante de ideas, mentiras, verdades a medias, consejos de todo tipo, insinuaciones veladas, amenazas, etc., que recibimos a través de las redes sociales.

Los que suelen leer mis artículos conocen de sobra mi aversión al mal uso de la cibernética, cuando se utiliza la misma de una forma indiscriminada y, desgraciadamente en muchas ocasiones, artera.

Cada vez que abrimos nuestro ordenador o nuestro teléfono móvil, nos encontramos con una catarata de correos, “memes”, enlaces, etc., que pretenden transmitirnos, cuando no inculcarnos, sus ideas, filias y fobias. Si analizamos con detenimiento los mismos, nos encontramos con una especie de fotografía de la mente y los sentimientos del emisor de los mismos.

Antiguamente los “permanentemente cabreados” esperaban al domingo para descargar su mala leche en los pobres árbitros de turno. O juraban en arameo para sus adentros. O conducían de forma asesina mientras increpaban al resto de sus conductores. O la pagaban con sus empleados.

Hoy no. Si a alguien no le gusta la situación política, las decisiones del gobierno, si hace sol o llueve, si creemos en Dios o no, si hacen rascacielos o chiringuitos, si se ríe o se llora, si se entierra o desentierran “antiguallas”, si eres de izquierdas, de derechas o mediopensionista, si eres blanco, negro o aceitunado, etc., inmediatamente te envía un correo, un chiste o un “meme”, que acentúa de una forma inverosímil la opinión del emisor o transmisor del mismo.

Como contraposición nos encontramos con la gente buena. Esta se transparenta en sus envíos a través de las redes.


Tengo uno que cada mañana me despierta con un saludo lleno de ideas positivas que me ayuda a enfrentarme con las tareas diarias. Hay otro que te envía imágenes del pasado que te ayudan a recordar tus ancestros. Una buena amiga comienza su día publicando una foto de un paisaje maravilloso y una mesa con un desayuno de 500 calorías.

Gente buena que es mi buena noticia de hoy. Son aquellos que te hacen poner “al mal tiempo, buena cara”, en contraposición a aquellos que te envenenan con lo peor de sus mentes y viven del “argumentario” partidista y emponzoñado.

Gente buena que te hace sacar la sonrisa y evitar tu deseo de buscarle las cosquillas a aquellos con quienes te encuentras. Siguen, a veces sin saberlo, las recomendaciones de San Francisco de Asís. Donde encuentras odio, pon amor. Este es un buen propósito para empezar un buen día. Mejor dicho: un día malo que lo hacemos bueno.

Gente buena

Hay que diferenciar el ser buena gente del ser “gente buena”
Manuel Montes Cleries
lunes, 24 de febrero de 2020, 10:12 h (CET)

La diferencia es sutil, pero apreciable. Quizás lo entenderemos mejor cuando comparemos “un buen hombre” de “un hombre bueno”. El primero lo es por naturaleza; el segundo lo consigue con su esfuerzo.

Viene a mi mente este pensamiento como consecuencia del bombardeo constante de ideas, mentiras, verdades a medias, consejos de todo tipo, insinuaciones veladas, amenazas, etc., que recibimos a través de las redes sociales.

Los que suelen leer mis artículos conocen de sobra mi aversión al mal uso de la cibernética, cuando se utiliza la misma de una forma indiscriminada y, desgraciadamente en muchas ocasiones, artera.

Cada vez que abrimos nuestro ordenador o nuestro teléfono móvil, nos encontramos con una catarata de correos, “memes”, enlaces, etc., que pretenden transmitirnos, cuando no inculcarnos, sus ideas, filias y fobias. Si analizamos con detenimiento los mismos, nos encontramos con una especie de fotografía de la mente y los sentimientos del emisor de los mismos.

Antiguamente los “permanentemente cabreados” esperaban al domingo para descargar su mala leche en los pobres árbitros de turno. O juraban en arameo para sus adentros. O conducían de forma asesina mientras increpaban al resto de sus conductores. O la pagaban con sus empleados.

Hoy no. Si a alguien no le gusta la situación política, las decisiones del gobierno, si hace sol o llueve, si creemos en Dios o no, si hacen rascacielos o chiringuitos, si se ríe o se llora, si se entierra o desentierran “antiguallas”, si eres de izquierdas, de derechas o mediopensionista, si eres blanco, negro o aceitunado, etc., inmediatamente te envía un correo, un chiste o un “meme”, que acentúa de una forma inverosímil la opinión del emisor o transmisor del mismo.

Como contraposición nos encontramos con la gente buena. Esta se transparenta en sus envíos a través de las redes.


Tengo uno que cada mañana me despierta con un saludo lleno de ideas positivas que me ayuda a enfrentarme con las tareas diarias. Hay otro que te envía imágenes del pasado que te ayudan a recordar tus ancestros. Una buena amiga comienza su día publicando una foto de un paisaje maravilloso y una mesa con un desayuno de 500 calorías.

Gente buena que es mi buena noticia de hoy. Son aquellos que te hacen poner “al mal tiempo, buena cara”, en contraposición a aquellos que te envenenan con lo peor de sus mentes y viven del “argumentario” partidista y emponzoñado.

Gente buena que te hace sacar la sonrisa y evitar tu deseo de buscarle las cosquillas a aquellos con quienes te encuentras. Siguen, a veces sin saberlo, las recomendaciones de San Francisco de Asís. Donde encuentras odio, pon amor. Este es un buen propósito para empezar un buen día. Mejor dicho: un día malo que lo hacemos bueno.

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