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¿Alguién no experimentó la angustia en algún momento de su vida?

Trayectos angustiosos

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Las discusiones tienen garantizada la pervivencia; difieren los puntos de vista en una inagotable fuente de discordancias. Desde los asuntos serios a las frivolidades originan disputas sin fin. Las inquietudes de cada sector motivan la diversidad de los enfoques, los matices peculiares de cada gente. Sin embargo, algunos motivos están muy presentes en cada persona; forman casi una parte constitutiva esencial de su identidad. Así ocurre con la ANGUSTIA, derivada de causas variadas. Es el reflejo de numerosas categorías del sufrimiento. ¿Alguién no la experimentó en algún momento de su vida? La experimentará, eso téngalo por seguro.


Es raro que el apuro de estos temores vaya aislado, las rachas de las tribulaciones suelen acumularse. Si el paro incide en numerosas expectativas de los trabajadores, no es menos acuciante la SOLEDAD en que se encuentran, alejados de las estructuras, pero también con las conexiones sociales recortadas. La falta de consideración es tan negativa como el hecho en sí de la carencia laboral. También juegan en contra, el avance de la edad, el desánimo o la ausencia de salidas mentales apropiadas. La suma de factores ejerce como un nuevo agente agresivo. ¿Cómo dejará de ser agobiante esa configuración de la sociedad favorecedora de tal reunión de factores? La lista es más larga, sin duda.

Cito a la soledad y la edad como colaboradores trágicos de los efectos sobre los parados; pero a nadie escapa su coincidencia en otras aflicciones no menos penosas. Los años pesan de muchas maneras. Los achaques acogotan progresivamente. En los ANCIANOS toman cuerpo las congojas de oscuros matices. El acompañamiento disminuye, profundiza en ese sentimiento triste de la existencia en sus finales. Perdida su utilidad inmediata, sin mayores reflexiones, vivimos tiempos en que son desdeñados por la ciudadanía egoista, sean familiares, vecinos o agentes organizativos. Su recorrido acopia muchos rasgos deprimentes (Burocracia, preferentes, residencias), El mantenimiento de su dignidad exige el mejor temple.

Lo que comienza como una experiencia nueva de poca trascendencia, puede arrastrarnos en lo sucesivo; bien como un recurso del cual sea difícil prescindir, para después exigirnos fuertes requisitos o meternos en notables apuros. Son las formas de aproximación a las DROGAS. La frivolidad acaba en un tobogán lamentable, en unos descensos infernales. Las lesiones irreversibles forman parte del cuadro; aunque hoy insisto en la progresión angustiosa de los sujetos involucrados en dichos comportamientos. Desde el suministro del producto a las obligaciones perentorias por el acopio de dinero; desde la marginación al sufrimiento enajenado. La dependencia compulsiva acentúa la tensión en la distancia recortada de la piltrafa humana.

La costumbre impide la visión de muchas realidades. Así, parecen lejanas ciertas lecturas de textos bíblicos o normales las mayores barbaridades; por puro acostumbramiento. Como las angustiosas vivencias de un sinnúmero de NIÑOS en pleno combate con los jinetes APOCALÍPTICOS. Todo comienza con el caballo desbocado portador del Poder camuflado en sus adornos, al que no importan las vicisitudes de los seres esparcidos por el mundo; de ninguno, pero añade malignidad el que no le importen los pesares de tantos pequeños en geografías dispares.

En pleno siglo XXI, la tensión de la Guerra acomete a diario, atemoriza y masacra a los niños en el Oriente Medio, reginos africanas, en los lindes europeos… En cuanto al Hambre, toca de cerca a los infantes afectados por lo peor de la crisis económica, se acentúa por áreas, sin pausa hasta las hambrunas terroríficas demasiado extendidas; continuan como una lacra evitable, pero de plena actualidad. El poco caso ante la Muerte de tales niños, contribuye a la permanencia de tales desastres. Añado el jinete de la DESPREOCUPACIÓN general. ¿Acaso los votantes estadounidenses carecen de responsabilidades con los niños mexicanos repudiados, Europa con los inmigrantes, políticas de alimentación, fármacos o armas? La debilidad del sector infantil está descuidada.

El siguiente trayecto ominoso viene acompañado por un silencio con trazas de compasivo, quizá temeroso, pero también con visos de una complicidad por omisión. Estamos en una fase de aumentos importantes en las tasas de SUICIDIOS, con unas cifras escalofriantes. ¿En realidad, qué ocurre con los suicidios? Sin entrar en mayores profundidades, que atañen a los especialistas; este panorama suele estar ocupado por la desesperación global o ceñida a ciertos motivos concretos, con la frustración en sus grados peores. Las actitudes predominantes no se caracterizan por los detalles de apoyo. Ni la crispación nos conmueve ni la acelerada existencia permite alivios muy elaborados.

“La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas”. Nos dejó esa frase Antonio Porchia. Entiendo la primera parte, la práctica nos lo demuestra a cada instante, las triquiñuelas nos mantienen alejados de lo más esencial. En cuanto a los amigos de la verdad, si de verdad los hay, tienen 3 opciones. La permanencia impasible ante ella, dejándose llevar sin más. Compromiso a fondo con su significado, en una especie de coparticipación. O declararse IMPOTENTES para esas relaciones. Pero de ahí al suicidio… Son cuestiones de tremendo calado, el mero hecho de afrontarlas en solitario, ya es fuente de tribulaciones. Aunque, queda en el aire si es la Verdad o las verdades aplicadas a las perspectivas de cada cual.

Bien entendido, que todos somos OSCILANTES entre ritmos variados, nadie afirmará sin sonrojo que no tiene altibajos de curiosos rumbos; preocupa la observancia de elementos proclamados como símbolos fijos de ciertos conceptos o procedimientos. De tal guisa, surgen hombres patria, hombres dogma, mujeres dueñas de la vida o líderes de diversas tonterías; no confiesan ni admiten ninguna oscilación en su pretendida integridad. Muchos sufrimientos derivan de la fijeza de posturas así. Llama la atención la paradoja. Representan auténticas falsedades, pero aprovechan las vías libres dejadas por la credulidad o la idiotez de quienes no les contrarrestan. Lamentable, pero cierto.

A las enfermedades confluyen los más diversos itinerarios procedentes de la estación de la salud. Tras los contratiempos iniciales, los sucesivos desarreglos añaden sufrimientos a la existencia de los afectados. Provocan trastornos INTRANSFERIBLES que sacuden la intimidad de las personas. La intensidad de los brotes agudos o la tozudez de los males crónicos, acrecientan el sentimiento angustioso, en una progresión que anula a las personas; mientras el alivio revolotea, pero no acude presto. No hay dos enfermedades iguales, en una referencia obligada a los matices individuales. El final trágico amenaza desde el horizonte.

Si algo sorprende, no son los caminos acongojantes; la posibilidades abiertas generan de todo. En cambio, es llamativa la reiteración de nuestros descuidos, en una deambulación errante de penosas consecuencias. Destino prefijado o torpezas consentidas; nos degradan sobremanera los consentimientos insustanciales.

Trayectos angustiosos

¿Alguién no experimentó la angustia en algún momento de su vida?
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 25 de julio de 2014, 07:31 h (CET)

Las discusiones tienen garantizada la pervivencia; difieren los puntos de vista en una inagotable fuente de discordancias. Desde los asuntos serios a las frivolidades originan disputas sin fin. Las inquietudes de cada sector motivan la diversidad de los enfoques, los matices peculiares de cada gente. Sin embargo, algunos motivos están muy presentes en cada persona; forman casi una parte constitutiva esencial de su identidad. Así ocurre con la ANGUSTIA, derivada de causas variadas. Es el reflejo de numerosas categorías del sufrimiento. ¿Alguién no la experimentó en algún momento de su vida? La experimentará, eso téngalo por seguro.


Es raro que el apuro de estos temores vaya aislado, las rachas de las tribulaciones suelen acumularse. Si el paro incide en numerosas expectativas de los trabajadores, no es menos acuciante la SOLEDAD en que se encuentran, alejados de las estructuras, pero también con las conexiones sociales recortadas. La falta de consideración es tan negativa como el hecho en sí de la carencia laboral. También juegan en contra, el avance de la edad, el desánimo o la ausencia de salidas mentales apropiadas. La suma de factores ejerce como un nuevo agente agresivo. ¿Cómo dejará de ser agobiante esa configuración de la sociedad favorecedora de tal reunión de factores? La lista es más larga, sin duda.

Cito a la soledad y la edad como colaboradores trágicos de los efectos sobre los parados; pero a nadie escapa su coincidencia en otras aflicciones no menos penosas. Los años pesan de muchas maneras. Los achaques acogotan progresivamente. En los ANCIANOS toman cuerpo las congojas de oscuros matices. El acompañamiento disminuye, profundiza en ese sentimiento triste de la existencia en sus finales. Perdida su utilidad inmediata, sin mayores reflexiones, vivimos tiempos en que son desdeñados por la ciudadanía egoista, sean familiares, vecinos o agentes organizativos. Su recorrido acopia muchos rasgos deprimentes (Burocracia, preferentes, residencias), El mantenimiento de su dignidad exige el mejor temple.

Lo que comienza como una experiencia nueva de poca trascendencia, puede arrastrarnos en lo sucesivo; bien como un recurso del cual sea difícil prescindir, para después exigirnos fuertes requisitos o meternos en notables apuros. Son las formas de aproximación a las DROGAS. La frivolidad acaba en un tobogán lamentable, en unos descensos infernales. Las lesiones irreversibles forman parte del cuadro; aunque hoy insisto en la progresión angustiosa de los sujetos involucrados en dichos comportamientos. Desde el suministro del producto a las obligaciones perentorias por el acopio de dinero; desde la marginación al sufrimiento enajenado. La dependencia compulsiva acentúa la tensión en la distancia recortada de la piltrafa humana.

La costumbre impide la visión de muchas realidades. Así, parecen lejanas ciertas lecturas de textos bíblicos o normales las mayores barbaridades; por puro acostumbramiento. Como las angustiosas vivencias de un sinnúmero de NIÑOS en pleno combate con los jinetes APOCALÍPTICOS. Todo comienza con el caballo desbocado portador del Poder camuflado en sus adornos, al que no importan las vicisitudes de los seres esparcidos por el mundo; de ninguno, pero añade malignidad el que no le importen los pesares de tantos pequeños en geografías dispares.

En pleno siglo XXI, la tensión de la Guerra acomete a diario, atemoriza y masacra a los niños en el Oriente Medio, reginos africanas, en los lindes europeos… En cuanto al Hambre, toca de cerca a los infantes afectados por lo peor de la crisis económica, se acentúa por áreas, sin pausa hasta las hambrunas terroríficas demasiado extendidas; continuan como una lacra evitable, pero de plena actualidad. El poco caso ante la Muerte de tales niños, contribuye a la permanencia de tales desastres. Añado el jinete de la DESPREOCUPACIÓN general. ¿Acaso los votantes estadounidenses carecen de responsabilidades con los niños mexicanos repudiados, Europa con los inmigrantes, políticas de alimentación, fármacos o armas? La debilidad del sector infantil está descuidada.

El siguiente trayecto ominoso viene acompañado por un silencio con trazas de compasivo, quizá temeroso, pero también con visos de una complicidad por omisión. Estamos en una fase de aumentos importantes en las tasas de SUICIDIOS, con unas cifras escalofriantes. ¿En realidad, qué ocurre con los suicidios? Sin entrar en mayores profundidades, que atañen a los especialistas; este panorama suele estar ocupado por la desesperación global o ceñida a ciertos motivos concretos, con la frustración en sus grados peores. Las actitudes predominantes no se caracterizan por los detalles de apoyo. Ni la crispación nos conmueve ni la acelerada existencia permite alivios muy elaborados.

“La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas”. Nos dejó esa frase Antonio Porchia. Entiendo la primera parte, la práctica nos lo demuestra a cada instante, las triquiñuelas nos mantienen alejados de lo más esencial. En cuanto a los amigos de la verdad, si de verdad los hay, tienen 3 opciones. La permanencia impasible ante ella, dejándose llevar sin más. Compromiso a fondo con su significado, en una especie de coparticipación. O declararse IMPOTENTES para esas relaciones. Pero de ahí al suicidio… Son cuestiones de tremendo calado, el mero hecho de afrontarlas en solitario, ya es fuente de tribulaciones. Aunque, queda en el aire si es la Verdad o las verdades aplicadas a las perspectivas de cada cual.

Bien entendido, que todos somos OSCILANTES entre ritmos variados, nadie afirmará sin sonrojo que no tiene altibajos de curiosos rumbos; preocupa la observancia de elementos proclamados como símbolos fijos de ciertos conceptos o procedimientos. De tal guisa, surgen hombres patria, hombres dogma, mujeres dueñas de la vida o líderes de diversas tonterías; no confiesan ni admiten ninguna oscilación en su pretendida integridad. Muchos sufrimientos derivan de la fijeza de posturas así. Llama la atención la paradoja. Representan auténticas falsedades, pero aprovechan las vías libres dejadas por la credulidad o la idiotez de quienes no les contrarrestan. Lamentable, pero cierto.

A las enfermedades confluyen los más diversos itinerarios procedentes de la estación de la salud. Tras los contratiempos iniciales, los sucesivos desarreglos añaden sufrimientos a la existencia de los afectados. Provocan trastornos INTRANSFERIBLES que sacuden la intimidad de las personas. La intensidad de los brotes agudos o la tozudez de los males crónicos, acrecientan el sentimiento angustioso, en una progresión que anula a las personas; mientras el alivio revolotea, pero no acude presto. No hay dos enfermedades iguales, en una referencia obligada a los matices individuales. El final trágico amenaza desde el horizonte.

Si algo sorprende, no son los caminos acongojantes; la posibilidades abiertas generan de todo. En cambio, es llamativa la reiteración de nuestros descuidos, en una deambulación errante de penosas consecuencias. Destino prefijado o torpezas consentidas; nos degradan sobremanera los consentimientos insustanciales.

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