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Parecidos razonables

¿Un alto el fuego entre Israel y Hamás? Déjà vu otra vez

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Miles de proyectiles lanzados desde Gaza llueven por todo Israel. Domicilios israelíes destruidos por los proyectiles. Sirenas de ataque aéreo dan a la población civil israelí menos de un minuto para acudir a los refugios. Millones de civiles israelíes traumatizados corren a los refugios antiaéreos. ¿Le suena familiar?

Corría el año 2012.

El conflicto más reciente es una réplica casi exacta de lo sucedido entonces, a excepción del hecho de que Hamás inicia esta ofensiva con casi 10.000 proyectiles, muchos de fabricación iraní, y con la capacidad de alcanzar cualquier parte de Israel. A principios de esta semana, la esfera diplomática andaba alterada con crónicas de un plan de alto el fuego impulsado por Egipto y defendido de forma agresiva por Estados Unidos. Israel habría aceptado los términos del alto el fuego y suspendido los ataques a Gaza. Pero Hamás lo habría rechazado y proseguido el lanzamiento de misiles.

El rechazo por parte de Hamás debería desmentir para cualquiera la noción de que su principal motivo de interés es mejorar la vida cotidiana de los palestinos; su principal objetivo es más bien destruir al país que tiene al Este y asesinar a la totalidad de su población. La seguridad y el bienestar de los palestinos afincados en Gaza no pueden estar más lejos de la mentalidad de su arruinado escalafón.

Volvamos a los meses que condujeron a noviembre de 2012, mes incluido, cuando Hamás liberó miles de proyectiles por todo Israel. Como era de esperar, Israel respondió atacando las infraestructuras de Hamás en Gaza. (Imagine lo que esperaría que hiciera el gobierno estadounidense si de repente miles de morteros y misiles llovieran sobre California, Texas y Arizona procedentes de México).

Pero en el caso de Israel, las reglas son diferentes. En lugar de permitir que Israel acabe el trabajo y proteja a su ciudadanía de un gobierno de terroristas en su frontera dedicado a su destrucción, el 22 de noviembre de 2012 la administración Obama obligaba a Israel a acceder a los términos de un acuerdo de alto el fuego negociado de forma precipitada y aceptado de forma oficiosa por Hamás y la Yihad Islámica palestina.

Los parecidos entre noviembre de 2012 y julio de 2014 son razonables. Ayer, como hoy, Hamás oculta deliberadamente sus proyectiles, morteros, fábricas de explosivos y sedes terroristas entre zonas civiles, hospitales, mezquitas, guarderías y centros escolares, obligando en la práctica a todos los civiles residentes en las inmediaciones de esas instituciones a convertirse en escudos humanos involuntarios.

A medida que la historia se repetía, la prisa por un alto el fuego cobraba dos vertientes: La obsesión parcial de Europa con las acciones israelíes adoptadas para defenderse ignoraba al mismo tiempo las grotescas violaciones de los derechos humanos que suceden en todo el mundo, en la categoría de genocidio algunas de ellas, como las cometidas por China, Cuba, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Siria o Turquía, por poner algunos nombres. El segundo factor es la cobertura mediática convencional, manifiestamente parcial y selectivamente desequilibrada, de los ataques israelíes que sale desde Gaza, sin proporcionar apenas un contexto que explique las razones de que Israel inicie las intervenciones. Peor aún son las crónicas de los periodistas de Gaza, que afirman que Israel estaba bombardeando de forma indiscriminada a los civiles palestinos apoyándose en fuentes propagandísticas palestinas, que decían que no había ningún terrorista de Hamás o fábrica de explosivos en las inmediaciones o próximas a los objetivos.

Este pasado fin de semana, las crónicas del periodista Ben Wedeman en la CNN apenas se pudieron distinguir de las emisiones de la cadena de televisión de Hamás, emitidas desde inmuebles destruidos en Gaza y centradas en los menores de edad. Lo que Wedeman no mostró en antena fueron los almacenes subterráneos de proyectiles de Hamás bajo los edificios demolidos.

El detalle es lo que importa. En el año 2012, Israel cedió a las presiones de la administración Obama hasta acceder a un acuerdo de alto el fuego, que no tuvo ningún efecto. Pero para todos no fue igual de inútil: Para algunos, el acuerdo "de alto el fuego" de noviembre de 2012 fue igual que el maná llovido del cielo. Se concedía legitimidad al Presidente egipcio de la Hermandad Musulmana Mohammed Mursi, un criminal islamista dictatorial que ya andaba firmando decretos autoritarios que concentraban en sus manos todas las competencias, mientras ponía en libertad a cientos de terroristas de Hamás y la Hermandad Musulmana. También se elevaba la respetabilidad diplomática de Hamás y la Yihad Islámica palestina a niveles equivalentes a Israel. Y se obtenía de Israel la enorme concesión que Israel había logrado imponer a Gaza para asegurarse de que Hamás no se valía de ella para construir explosivos, proyectiles y túneles para atacar a Israel: Desde que Hamás — grupo terrorista que aspira públicamente a la destrucción de Israel — se hizo con Gaza en 2007, Israel impuso un régimen estrictamente regulado de lo que podía y no podía entrar en Gaza. El objetivo era impedir que llegaran a manos de Hamás materiales destinados a la fabricación de explosivos. Se incluía la prohibición de importación de enormes cantidades de acero, cemento o nitrato de amoniaco, ingredientes primordiales que Hamás ha utilizado para construir túneles con los que introducir armamento de contrabando, instalaciones subterráneas para almacenar proyectiles que disparar contra Israel y fabricar explosivos y proyectiles a utilizar contra civiles israelíes.

Para inducir al primer ministro a firmar los difusos términos del acuerdo "de alto el fuego" de noviembre de 2012, el Presidente llamó por teléfono a Benjamin Netanyahu, y le proporcionó garantías adicionales de que Estados Unidos "se valdría de la oportunidad ofrecida por un alto el fuego para intensificar sus esfuerzos de ayuda a Israel a la hora de abordar sus necesidades en materia de seguridad, en especial la cuestión del contrabando de armamentos y explosivos a Gaza".

Pero si usted cierra acuerdos con terroristas, no puede esperar que cumplan su parte del acuerdo. A los 60 minutos de entrado en vigor el alto el fuego, 12 proyectiles eran lanzados desde Gaza contra Israel. Dos jornadas después (según fuentes de la Inteligencia norteamericana), dos satélites espías norteamericanos fotografiaban un convoy de más de una docena de camiones que entraban en Gaza desde Rafaj (la frontera egipcia de Gaza) transportando misiles Fajr de fabricación iraní. Más escandalosamente, a los 18 meses (según fuentes del espionaje norteamericano y del israelí), miles de misiles procedentes de Irán, Sudán, Siria y Hezbolá entraban de contrabando en Gaza, incluyendo el proyectil de largo alcance M-302, el proyectil M-75 y los Grad, capaces de alcanzar el 90 por ciento del territorio israelí. Durante el mismo período, Hamás construyó cientos de túneles, lo bastante largos algunos para poder distribuir blindados, armamento o secuestrar a soldados israelíes como en el caso de Gilad Shalit. Hamás también replicaba el modelo de Hezbolá, construyendo amplios laberintos de túneles subterráneos y zulos en los que almacenar y lanzar proyectiles, lejos del alcance de la vigilancia aérea o los satélites israelíes.

A la hora de hacer cuentas, hacia junio de 2014 (según fuentes de la Inteligencia israelí), Hamás, la Yihad Islámica palestina y los demás grupos terroristas afincados en Gaza tenían almacenados más de 10.000 misiles. El acuerdo de noviembre de 2012 con la promesa vinculante del Presidente Obama de impedir que Hamás se hiciera con armamento nuevo no significó absolutamente nada (dato que no pasó desapercibido para Israel, a quien el Presidente Obama solicita reiteradamente que se fíe de las promesas estadounidenses de vigilar Cisjordania bajo una retirada israelí que Estados Unidos promueve con vigor). Ésa es la razón de que Hamás pueda hoy lanzar misiles de largo alcance contra Israel desde instalaciones subterráneas, construidas irónicamente con las toneladas de acero y cemento que Estados Unidos presionó a Israel para que permitiera entrar en Gaza.

¿Qué sucede con las promesas a Israel del Presidente Obama, parte del acuerdo de alto el fuego de noviembre de 2012, de impedir la entrada de misiles en Gaza? En dos palabras: Absolutamente nada. En lugar de construir barreras defensivas alrededor de Gaza como diques, o plantar muros de hormigón enterrados para crear una barrera difícil de penetrar, la administración Obama centró sus esfuerzos en obligar a Israel a levantar su bloqueo del acero y el cemento, los dos ingredientes básicos de la construcción de túneles subterráneos e instalaciones de almacenamiento de munición, por "motivos humanitarios". A pesar del tan promocionado "acuerdo de alto el fuego" de noviembre de 2012 por parte de la administración, del que la Casa Blanca Obama se enorgullecía tanto por poner punto y final al conflicto entre Israel y Hamás, de alguna manera Hamás no captó el mensaje: Entre diciembre de 2012 y el 1 de julio de 2014, Hamás disparó contra Israel casi 600 proyectiles.

Desde que comenzó la actual ronda de lanzamientos, la administración Obama ha afirmado públicamente que respalda el derecho de Israel a defenderse, pero siempre añade un matiz. En toda rueda de prensa desde que comenzó el conflicto, el portavoz de Obama matiza su anunciado apoyo a Israel, afirmando como un loro que Israel "no debe escalar la situación". Ando intentando averiguar el significado de la fórmula. Imagine nuestra reacción si tras los atentados del 11 de Septiembre, nuestros aliados nos hubieran advertido "no escaléis la situación".

Seamos honestos en esto: La condición impuesta a Israel de "no escalar la situación" por parte de la administración Obama es prueba de la selectiva política de la administración en lo que al terrorismo se refiere, sobre todo en lo referido a nuestro buen aliado Israel.

Ello significa que mientras Estados Unidos tiene carta blanca para ir por el mundo borrando del mapa a al-Qaida, Israel está obligado a convivir con su sucedáneo de al-Qaida — Hamás. Según las autoridades norteamericanas, si Israel cediera la totalidad del territorio conquistado en la guerra de 1967 y permitiera la creación de un estado palestino, los incentivos del terrorismo de Hamás desaparecerían: Eso dice la opinión generalizada entre líderes estadounidenses como Bill Clinton, George W. Bush o Barack Obama, así como entre los negociadores de Oriente Próximo Martin Indyk, Dennis Ross, Aaron David Miller, Robert Malley o el antiguo senador George Mitchell. Pero voluntariamente se pasa por alto el hecho de que los palestinos han rechazado en dos ocasiones acuerdos israelíes de paz que ofrecen el 99 por ciento de todo el territorio conquistado en 1967. E incluso si Israel ofreciera hasta Tel Aviv, los estatutos fundacionales de Hamás exigen una guerra contra los judíos, y prohíben cualquier acuerdo pacífico con quienes llaman "los que mataron a los profetas".

Total, como reza el dicho francés, cuanto más cambian las cosas, más igual se quedan. Si existe un factor que controla la presente guerra iniciada por Hamás contra Israel, es el vacío "acuerdo de alto el fuego" de noviembre de 2012 que Estados Unidos presionó a Israel para firmar, y que obligaba a Israel a romper su bloqueo a Hamás en la compra de materiales necesarios para construir túneles y zulos subterráneos por parte de la organización terrorista. Los orígenes del actual conflicto se encuentran todavía más expresos en el estrepitoso fracaso del Presidente Obama, a la hora de cumplir sus promesas a Israel de proporcionar la tecnología y las ayudas para detener el criminal contrabando de armamento de Hamás.

Pero teniendo en cuenta el espectacular fracaso "de alto el fuego" de noviembre de 2012, causa última del actual conflicto, el secretario de prensa de la Casa Blanca Josh Earnest aludía y en la práctica elogiaba el acuerdo de noviembre de 2012 el lunes, 14 de julio de 2014, como modelo que según él, a la administración le gustaría emular ahora mismo.

"Bien, desde luego nos gustaría ver un alto el fuego siguiendo las líneas maestras del alto el fuego al que ambas partes accedieron y que fue catalizado por Estados Unidos hace alrededor de año y medio", declaró Earnest, "es desde luego la clase de acuerdos que nos gustaría ver en esa zona para restaurar al menos -- al menos parte de la paz en la zona".

Las autoridades políticas israelíes con las que he hablado dicen que el acuerdo de noviembre de 2012 está oficialmente muerto y enterrado. No van a acceder a ningún acuerdo nuevo que permita recuperarse a Hamás y volver a empezar el día que más le guste. Al mismo tiempo, se dan cuenta de que no hay respuestas fáciles. Fuentes militares israelíes dicen que con una media de entre 100 y 150 misiles lanzados a diario desde Gaza, harán falta semanas, por no decir meses, para que Hamás consuma su reserva de proyectiles. Las pequeñas intervenciones israelíes solamente pueden destruir lo que ven o los enclaves que a través del espionaje saben que contienen proyectiles o explosivos ocultos, o que sirven de casas francas de cerebros terroristas reales. Viéndose castigado y atacado, Hamás no ha guardado precisamente en secreto su deseo de un alto el fuego, pero solamente según sus propios términos. En la historia de los conflictos internacionales, los grupos terroristas que pierden no imponen los términos del final del conflicto. Pero captando las presiones sobre Israel, Hamás calcula que solamente tiene que aguardar a que Israel se vea obligado a capitular.

En esta ocasión, el ejército israelí dice estar preparado para llevar a puerto la ofensiva terrestre en Gaza, con tal de acabar el trabajo iniciado en noviembre de 2012. Eso significa encontrar y destruir los túneles y zulos subterráneos donde se refugian los terroristas y se almacenan los proyectiles. Israel sabe que las misiones terrestres son reconocidamente peligrosas, por el elevado número potencial de bajas por ambas partes, que asciende exponencialmente. Pero hasta que el mundo no enseñe a Hamás que ha perdido la guerra, en lugar de rescatar al grupo a través de sus aliados en las Naciones Unidas y los medios convencionales, Israel sabe que no tiene otra.

¿Un alto el fuego entre Israel y Hamás? Déjà vu otra vez

Parecidos razonables
Steven Emerson
jueves, 24 de julio de 2014, 07:16 h (CET)
Miles de proyectiles lanzados desde Gaza llueven por todo Israel. Domicilios israelíes destruidos por los proyectiles. Sirenas de ataque aéreo dan a la población civil israelí menos de un minuto para acudir a los refugios. Millones de civiles israelíes traumatizados corren a los refugios antiaéreos. ¿Le suena familiar?

Corría el año 2012.

El conflicto más reciente es una réplica casi exacta de lo sucedido entonces, a excepción del hecho de que Hamás inicia esta ofensiva con casi 10.000 proyectiles, muchos de fabricación iraní, y con la capacidad de alcanzar cualquier parte de Israel. A principios de esta semana, la esfera diplomática andaba alterada con crónicas de un plan de alto el fuego impulsado por Egipto y defendido de forma agresiva por Estados Unidos. Israel habría aceptado los términos del alto el fuego y suspendido los ataques a Gaza. Pero Hamás lo habría rechazado y proseguido el lanzamiento de misiles.

El rechazo por parte de Hamás debería desmentir para cualquiera la noción de que su principal motivo de interés es mejorar la vida cotidiana de los palestinos; su principal objetivo es más bien destruir al país que tiene al Este y asesinar a la totalidad de su población. La seguridad y el bienestar de los palestinos afincados en Gaza no pueden estar más lejos de la mentalidad de su arruinado escalafón.

Volvamos a los meses que condujeron a noviembre de 2012, mes incluido, cuando Hamás liberó miles de proyectiles por todo Israel. Como era de esperar, Israel respondió atacando las infraestructuras de Hamás en Gaza. (Imagine lo que esperaría que hiciera el gobierno estadounidense si de repente miles de morteros y misiles llovieran sobre California, Texas y Arizona procedentes de México).

Pero en el caso de Israel, las reglas son diferentes. En lugar de permitir que Israel acabe el trabajo y proteja a su ciudadanía de un gobierno de terroristas en su frontera dedicado a su destrucción, el 22 de noviembre de 2012 la administración Obama obligaba a Israel a acceder a los términos de un acuerdo de alto el fuego negociado de forma precipitada y aceptado de forma oficiosa por Hamás y la Yihad Islámica palestina.

Los parecidos entre noviembre de 2012 y julio de 2014 son razonables. Ayer, como hoy, Hamás oculta deliberadamente sus proyectiles, morteros, fábricas de explosivos y sedes terroristas entre zonas civiles, hospitales, mezquitas, guarderías y centros escolares, obligando en la práctica a todos los civiles residentes en las inmediaciones de esas instituciones a convertirse en escudos humanos involuntarios.

A medida que la historia se repetía, la prisa por un alto el fuego cobraba dos vertientes: La obsesión parcial de Europa con las acciones israelíes adoptadas para defenderse ignoraba al mismo tiempo las grotescas violaciones de los derechos humanos que suceden en todo el mundo, en la categoría de genocidio algunas de ellas, como las cometidas por China, Cuba, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Siria o Turquía, por poner algunos nombres. El segundo factor es la cobertura mediática convencional, manifiestamente parcial y selectivamente desequilibrada, de los ataques israelíes que sale desde Gaza, sin proporcionar apenas un contexto que explique las razones de que Israel inicie las intervenciones. Peor aún son las crónicas de los periodistas de Gaza, que afirman que Israel estaba bombardeando de forma indiscriminada a los civiles palestinos apoyándose en fuentes propagandísticas palestinas, que decían que no había ningún terrorista de Hamás o fábrica de explosivos en las inmediaciones o próximas a los objetivos.

Este pasado fin de semana, las crónicas del periodista Ben Wedeman en la CNN apenas se pudieron distinguir de las emisiones de la cadena de televisión de Hamás, emitidas desde inmuebles destruidos en Gaza y centradas en los menores de edad. Lo que Wedeman no mostró en antena fueron los almacenes subterráneos de proyectiles de Hamás bajo los edificios demolidos.

El detalle es lo que importa. En el año 2012, Israel cedió a las presiones de la administración Obama hasta acceder a un acuerdo de alto el fuego, que no tuvo ningún efecto. Pero para todos no fue igual de inútil: Para algunos, el acuerdo "de alto el fuego" de noviembre de 2012 fue igual que el maná llovido del cielo. Se concedía legitimidad al Presidente egipcio de la Hermandad Musulmana Mohammed Mursi, un criminal islamista dictatorial que ya andaba firmando decretos autoritarios que concentraban en sus manos todas las competencias, mientras ponía en libertad a cientos de terroristas de Hamás y la Hermandad Musulmana. También se elevaba la respetabilidad diplomática de Hamás y la Yihad Islámica palestina a niveles equivalentes a Israel. Y se obtenía de Israel la enorme concesión que Israel había logrado imponer a Gaza para asegurarse de que Hamás no se valía de ella para construir explosivos, proyectiles y túneles para atacar a Israel: Desde que Hamás — grupo terrorista que aspira públicamente a la destrucción de Israel — se hizo con Gaza en 2007, Israel impuso un régimen estrictamente regulado de lo que podía y no podía entrar en Gaza. El objetivo era impedir que llegaran a manos de Hamás materiales destinados a la fabricación de explosivos. Se incluía la prohibición de importación de enormes cantidades de acero, cemento o nitrato de amoniaco, ingredientes primordiales que Hamás ha utilizado para construir túneles con los que introducir armamento de contrabando, instalaciones subterráneas para almacenar proyectiles que disparar contra Israel y fabricar explosivos y proyectiles a utilizar contra civiles israelíes.

Para inducir al primer ministro a firmar los difusos términos del acuerdo "de alto el fuego" de noviembre de 2012, el Presidente llamó por teléfono a Benjamin Netanyahu, y le proporcionó garantías adicionales de que Estados Unidos "se valdría de la oportunidad ofrecida por un alto el fuego para intensificar sus esfuerzos de ayuda a Israel a la hora de abordar sus necesidades en materia de seguridad, en especial la cuestión del contrabando de armamentos y explosivos a Gaza".

Pero si usted cierra acuerdos con terroristas, no puede esperar que cumplan su parte del acuerdo. A los 60 minutos de entrado en vigor el alto el fuego, 12 proyectiles eran lanzados desde Gaza contra Israel. Dos jornadas después (según fuentes de la Inteligencia norteamericana), dos satélites espías norteamericanos fotografiaban un convoy de más de una docena de camiones que entraban en Gaza desde Rafaj (la frontera egipcia de Gaza) transportando misiles Fajr de fabricación iraní. Más escandalosamente, a los 18 meses (según fuentes del espionaje norteamericano y del israelí), miles de misiles procedentes de Irán, Sudán, Siria y Hezbolá entraban de contrabando en Gaza, incluyendo el proyectil de largo alcance M-302, el proyectil M-75 y los Grad, capaces de alcanzar el 90 por ciento del territorio israelí. Durante el mismo período, Hamás construyó cientos de túneles, lo bastante largos algunos para poder distribuir blindados, armamento o secuestrar a soldados israelíes como en el caso de Gilad Shalit. Hamás también replicaba el modelo de Hezbolá, construyendo amplios laberintos de túneles subterráneos y zulos en los que almacenar y lanzar proyectiles, lejos del alcance de la vigilancia aérea o los satélites israelíes.

A la hora de hacer cuentas, hacia junio de 2014 (según fuentes de la Inteligencia israelí), Hamás, la Yihad Islámica palestina y los demás grupos terroristas afincados en Gaza tenían almacenados más de 10.000 misiles. El acuerdo de noviembre de 2012 con la promesa vinculante del Presidente Obama de impedir que Hamás se hiciera con armamento nuevo no significó absolutamente nada (dato que no pasó desapercibido para Israel, a quien el Presidente Obama solicita reiteradamente que se fíe de las promesas estadounidenses de vigilar Cisjordania bajo una retirada israelí que Estados Unidos promueve con vigor). Ésa es la razón de que Hamás pueda hoy lanzar misiles de largo alcance contra Israel desde instalaciones subterráneas, construidas irónicamente con las toneladas de acero y cemento que Estados Unidos presionó a Israel para que permitiera entrar en Gaza.

¿Qué sucede con las promesas a Israel del Presidente Obama, parte del acuerdo de alto el fuego de noviembre de 2012, de impedir la entrada de misiles en Gaza? En dos palabras: Absolutamente nada. En lugar de construir barreras defensivas alrededor de Gaza como diques, o plantar muros de hormigón enterrados para crear una barrera difícil de penetrar, la administración Obama centró sus esfuerzos en obligar a Israel a levantar su bloqueo del acero y el cemento, los dos ingredientes básicos de la construcción de túneles subterráneos e instalaciones de almacenamiento de munición, por "motivos humanitarios". A pesar del tan promocionado "acuerdo de alto el fuego" de noviembre de 2012 por parte de la administración, del que la Casa Blanca Obama se enorgullecía tanto por poner punto y final al conflicto entre Israel y Hamás, de alguna manera Hamás no captó el mensaje: Entre diciembre de 2012 y el 1 de julio de 2014, Hamás disparó contra Israel casi 600 proyectiles.

Desde que comenzó la actual ronda de lanzamientos, la administración Obama ha afirmado públicamente que respalda el derecho de Israel a defenderse, pero siempre añade un matiz. En toda rueda de prensa desde que comenzó el conflicto, el portavoz de Obama matiza su anunciado apoyo a Israel, afirmando como un loro que Israel "no debe escalar la situación". Ando intentando averiguar el significado de la fórmula. Imagine nuestra reacción si tras los atentados del 11 de Septiembre, nuestros aliados nos hubieran advertido "no escaléis la situación".

Seamos honestos en esto: La condición impuesta a Israel de "no escalar la situación" por parte de la administración Obama es prueba de la selectiva política de la administración en lo que al terrorismo se refiere, sobre todo en lo referido a nuestro buen aliado Israel.

Ello significa que mientras Estados Unidos tiene carta blanca para ir por el mundo borrando del mapa a al-Qaida, Israel está obligado a convivir con su sucedáneo de al-Qaida — Hamás. Según las autoridades norteamericanas, si Israel cediera la totalidad del territorio conquistado en la guerra de 1967 y permitiera la creación de un estado palestino, los incentivos del terrorismo de Hamás desaparecerían: Eso dice la opinión generalizada entre líderes estadounidenses como Bill Clinton, George W. Bush o Barack Obama, así como entre los negociadores de Oriente Próximo Martin Indyk, Dennis Ross, Aaron David Miller, Robert Malley o el antiguo senador George Mitchell. Pero voluntariamente se pasa por alto el hecho de que los palestinos han rechazado en dos ocasiones acuerdos israelíes de paz que ofrecen el 99 por ciento de todo el territorio conquistado en 1967. E incluso si Israel ofreciera hasta Tel Aviv, los estatutos fundacionales de Hamás exigen una guerra contra los judíos, y prohíben cualquier acuerdo pacífico con quienes llaman "los que mataron a los profetas".

Total, como reza el dicho francés, cuanto más cambian las cosas, más igual se quedan. Si existe un factor que controla la presente guerra iniciada por Hamás contra Israel, es el vacío "acuerdo de alto el fuego" de noviembre de 2012 que Estados Unidos presionó a Israel para firmar, y que obligaba a Israel a romper su bloqueo a Hamás en la compra de materiales necesarios para construir túneles y zulos subterráneos por parte de la organización terrorista. Los orígenes del actual conflicto se encuentran todavía más expresos en el estrepitoso fracaso del Presidente Obama, a la hora de cumplir sus promesas a Israel de proporcionar la tecnología y las ayudas para detener el criminal contrabando de armamento de Hamás.

Pero teniendo en cuenta el espectacular fracaso "de alto el fuego" de noviembre de 2012, causa última del actual conflicto, el secretario de prensa de la Casa Blanca Josh Earnest aludía y en la práctica elogiaba el acuerdo de noviembre de 2012 el lunes, 14 de julio de 2014, como modelo que según él, a la administración le gustaría emular ahora mismo.

"Bien, desde luego nos gustaría ver un alto el fuego siguiendo las líneas maestras del alto el fuego al que ambas partes accedieron y que fue catalizado por Estados Unidos hace alrededor de año y medio", declaró Earnest, "es desde luego la clase de acuerdos que nos gustaría ver en esa zona para restaurar al menos -- al menos parte de la paz en la zona".

Las autoridades políticas israelíes con las que he hablado dicen que el acuerdo de noviembre de 2012 está oficialmente muerto y enterrado. No van a acceder a ningún acuerdo nuevo que permita recuperarse a Hamás y volver a empezar el día que más le guste. Al mismo tiempo, se dan cuenta de que no hay respuestas fáciles. Fuentes militares israelíes dicen que con una media de entre 100 y 150 misiles lanzados a diario desde Gaza, harán falta semanas, por no decir meses, para que Hamás consuma su reserva de proyectiles. Las pequeñas intervenciones israelíes solamente pueden destruir lo que ven o los enclaves que a través del espionaje saben que contienen proyectiles o explosivos ocultos, o que sirven de casas francas de cerebros terroristas reales. Viéndose castigado y atacado, Hamás no ha guardado precisamente en secreto su deseo de un alto el fuego, pero solamente según sus propios términos. En la historia de los conflictos internacionales, los grupos terroristas que pierden no imponen los términos del final del conflicto. Pero captando las presiones sobre Israel, Hamás calcula que solamente tiene que aguardar a que Israel se vea obligado a capitular.

En esta ocasión, el ejército israelí dice estar preparado para llevar a puerto la ofensiva terrestre en Gaza, con tal de acabar el trabajo iniciado en noviembre de 2012. Eso significa encontrar y destruir los túneles y zulos subterráneos donde se refugian los terroristas y se almacenan los proyectiles. Israel sabe que las misiones terrestres son reconocidamente peligrosas, por el elevado número potencial de bajas por ambas partes, que asciende exponencialmente. Pero hasta que el mundo no enseñe a Hamás que ha perdido la guerra, en lugar de rescatar al grupo a través de sus aliados en las Naciones Unidas y los medios convencionales, Israel sabe que no tiene otra.

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