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Un pequeño pueblo de La Rioja con leyenda

Santo Domingo de la Calzada, el Barcelos español

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Barcelos es una localidad portuguesa cuyo nombre es conocido en todo el mundo gracias a la famosa leyenda de su gallo, el mismo que tantos hemos comprado o recibido como recuerdo de Portugal, y que junto con la Virgen de Fátima es uno de los símbolos de exportación de nuestros vecinos.

Sin embargo, aunque la historia puede parecernos única y, evidentemente, curiosa, en España también tenemos al menos una leyenda muy parecida cuando no idéntica: en Santo Domingo de la Calzada, un pequeño pueblo de La Rioja, se ha contado durante siglos la historia de un gallo que cantó después de muerto.

El gallo de Barcelos
De acuerdo con la tradición lusa, en esta localidad de Braga, lugar de paso para los miles de peregrinos hacia Santiago de Compostela, vino a parar un joven gallego que retornaba desde algún rincón de Portugal a su tierra natal en Galicia haciendo el mencionado camino.

Ocurrió durante su breve estancia en la ciudad un importante robo a un noble local querido por muchos. Así, el pueblo entero se puso patas arriba en busca del ladrón, pero éste no apareció nunca. Y puede que por miedo o por ignorancia, algún vecino acusó sin motivo ni pruebas al joven gallego, quien fue entregado rápidamente al juez local.

Con la lógica prisa que les corría a los habitantes de Barcelos por contentar al noble agraviado, el extranjero fue condenado a morir en la horca sin que se celebrara un juicio justo.

Llegado el día, y antes de subir al cadalso, el gallego pidió como último deseo ver de nuevo al juez con el fin de reiterar su inocencia y pedir la exculpación, pero éste, que se encontraba a punto de comer un delicioso gallo asado, sin ánimo alguno de hacer justicia se reafirmó en su condena y ordenó que se diera muerte al culpable.

Cuando salía del lugar, el acusado gritó al juez que si a quien ajusticiaban resultaba ser inocente, el gallo se levantaría del plato y cacarearía por última vez. Como era de esperar, todos rieron ante aquella ocurrencia, pero cuando la cuerda se tensó en torno al cuello del reo, el gallo se alzó sobre sus patas y cacareó.

El gallo de Santo Domingo de la Calzada
Como digo, una historia muy parecida se cuenta en esta localidad riojana, con la sola diferencia de que nuestro culpable era un joven alemán que, por otro lado y como se verá, sí corrió mejor suerte.

Ocurrió que un joven alemán se encontraba también de paso en Santo Domingo de la Calzada cuando se le acusó del robo en casa de un rico vecino de ascendencia noble también muy querido por los locales, que pusieron al tudesco en manos de un juez muy aficionado, como ocurría con su homólogo luso, a la carne de ave.

Fue el alemán rápidamente condenado a muerte y, sin que mediara palabra alguna, fue ejecutado públicamente en la plaza del pueblo para escarmiento de los malhechores y calma de los buenos vecinos que reclamaban la sangre de alguien.

Cuando sus padres recibieron la noticia, acudieron apesadumbrados al pueblo español con el único fin y consuelo de recoger el cadáver de su hijo y darle digna y cristiana sepultura; pero al llegar descubrieron con alegría que su hijo no había muerto, y que se encontraba en perfecto estado pese a la ejecución, de manera que fueron a ver al juez para exigir su liberación.

Como era de esperar, el juez no los creyó y ordenó que se diera sepultura al joven allí mismo. Los padres, desesperados ante la necedad del funcionario, aseguraron que si su hijo estaba vivo como decían, el gallo asado que el juez tenía en el plato se levantaría y cantaría. Una vez más, como ya ocurriera en Barcelos, el gallo cantó.

No sabemos si la resurrección del ave se debió a que estaba bañado en uno de los fantásticos vinos riojanos que tan famosa han hecho a la región; a un milagro, o, sencillamente, a la imaginación popular; pero lo que sí es cierto es que historias como esta demuestran que nuestras culturas son mucho más cercanas de lo que pensamos, y que al final lo que cuenta es que los pueblos consientes de sus leyendas son quienes mejor saben venderlas y obtener beneficios de las mismas.

Santo Domingo de la Calzada, el Barcelos español

Un pequeño pueblo de La Rioja con leyenda
Francisco Cano Carmona
miércoles, 23 de julio de 2014, 07:16 h (CET)
Barcelos es una localidad portuguesa cuyo nombre es conocido en todo el mundo gracias a la famosa leyenda de su gallo, el mismo que tantos hemos comprado o recibido como recuerdo de Portugal, y que junto con la Virgen de Fátima es uno de los símbolos de exportación de nuestros vecinos.

Sin embargo, aunque la historia puede parecernos única y, evidentemente, curiosa, en España también tenemos al menos una leyenda muy parecida cuando no idéntica: en Santo Domingo de la Calzada, un pequeño pueblo de La Rioja, se ha contado durante siglos la historia de un gallo que cantó después de muerto.

El gallo de Barcelos
De acuerdo con la tradición lusa, en esta localidad de Braga, lugar de paso para los miles de peregrinos hacia Santiago de Compostela, vino a parar un joven gallego que retornaba desde algún rincón de Portugal a su tierra natal en Galicia haciendo el mencionado camino.

Ocurrió durante su breve estancia en la ciudad un importante robo a un noble local querido por muchos. Así, el pueblo entero se puso patas arriba en busca del ladrón, pero éste no apareció nunca. Y puede que por miedo o por ignorancia, algún vecino acusó sin motivo ni pruebas al joven gallego, quien fue entregado rápidamente al juez local.

Con la lógica prisa que les corría a los habitantes de Barcelos por contentar al noble agraviado, el extranjero fue condenado a morir en la horca sin que se celebrara un juicio justo.

Llegado el día, y antes de subir al cadalso, el gallego pidió como último deseo ver de nuevo al juez con el fin de reiterar su inocencia y pedir la exculpación, pero éste, que se encontraba a punto de comer un delicioso gallo asado, sin ánimo alguno de hacer justicia se reafirmó en su condena y ordenó que se diera muerte al culpable.

Cuando salía del lugar, el acusado gritó al juez que si a quien ajusticiaban resultaba ser inocente, el gallo se levantaría del plato y cacarearía por última vez. Como era de esperar, todos rieron ante aquella ocurrencia, pero cuando la cuerda se tensó en torno al cuello del reo, el gallo se alzó sobre sus patas y cacareó.

El gallo de Santo Domingo de la Calzada
Como digo, una historia muy parecida se cuenta en esta localidad riojana, con la sola diferencia de que nuestro culpable era un joven alemán que, por otro lado y como se verá, sí corrió mejor suerte.

Ocurrió que un joven alemán se encontraba también de paso en Santo Domingo de la Calzada cuando se le acusó del robo en casa de un rico vecino de ascendencia noble también muy querido por los locales, que pusieron al tudesco en manos de un juez muy aficionado, como ocurría con su homólogo luso, a la carne de ave.

Fue el alemán rápidamente condenado a muerte y, sin que mediara palabra alguna, fue ejecutado públicamente en la plaza del pueblo para escarmiento de los malhechores y calma de los buenos vecinos que reclamaban la sangre de alguien.

Cuando sus padres recibieron la noticia, acudieron apesadumbrados al pueblo español con el único fin y consuelo de recoger el cadáver de su hijo y darle digna y cristiana sepultura; pero al llegar descubrieron con alegría que su hijo no había muerto, y que se encontraba en perfecto estado pese a la ejecución, de manera que fueron a ver al juez para exigir su liberación.

Como era de esperar, el juez no los creyó y ordenó que se diera sepultura al joven allí mismo. Los padres, desesperados ante la necedad del funcionario, aseguraron que si su hijo estaba vivo como decían, el gallo asado que el juez tenía en el plato se levantaría y cantaría. Una vez más, como ya ocurriera en Barcelos, el gallo cantó.

No sabemos si la resurrección del ave se debió a que estaba bañado en uno de los fantásticos vinos riojanos que tan famosa han hecho a la región; a un milagro, o, sencillamente, a la imaginación popular; pero lo que sí es cierto es que historias como esta demuestran que nuestras culturas son mucho más cercanas de lo que pensamos, y que al final lo que cuenta es que los pueblos consientes de sus leyendas son quienes mejor saben venderlas y obtener beneficios de las mismas.

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