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La humanidad no ha tomado conciencia de lo que se avecina, porque aparentemente todo está igual

¿Será esta la ultima década tranquila para Europa?

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La opinión pública apenas es consciente de que posiblemente hayamos perdido definitivamente la oportunidad de salvar la Tierra. A pesar de que la Casa Blanca y la NASA parecen dar ligeras muestras de haber entendido el problema, lo cierto es que todo sigue igual. Las cumbres mundiales sobre el clima han sido y son una especie de teatro donde escenificar una representación poco convincente y, mientras tanto, los años han ido pasando y el problema tomando una dimensión enorme y sin retorno. Lamentablemente la humanidad no ha tomado conciencia de lo que se avecina, porque aparentemente todo parece igual.


Ciertamente se han publicado muchísimos estudios científicos dando la voz de alarma, aunque parece ser que los medios de comunicación han ocultado de mutuo acuerdo las dimensiones apocalípticas del colapso climático. El declive de la civilización actual no parece ser tan importante, o quizás se trate en primera instancia de vivir el presente sin preocuparnos por un mañana de perspectivas poco halagüeñas. Así se sigue danzando y celebrando en la mayoría de canales de televisión la danza macabra de nuestra civilización.

Los insignificantes resultados de las cumbres climáticas son una catástrofe en sí mismas, una declaración de bancarrota de la política mundial resultante de un fracaso de tal magnitud que llevará de forma irremisible al fin de la civilización humana tal como la conocemos. Los participantes en estos eventos mundiales, acostumbrados a actuar en base a sus intereses políticos y económicos, llevarán parte de la responsabilidad por la muerte de millones de personas, por la muerte de billones de animales sacrificados, por la destrucción de la naturaleza en tan sólo unos pocos decenios, por dejar un planeta en el que apenas quedan bosques primigenios, redes fluviales sanas, océanos rebosantes de vida o una atmósfera protectora y limpia. Este es el resultado de la política climática actual.

Para los europeos puede que ésta sea la última década en la que los efectos climáticos sean apenas perceptibles, pues los tiempos cambian con demasiada rapidez. Tomemos por tanto las riendas de nuestra vida, si queremos también en relación a la vida después de la muerte física, es decir, en relación a la vida de nuestra alma. Millones de personas de todas las culturas y pueblos de esta Tierra creen en la reencarnación, por lo que se hace más importante que nunca reflexionar sobre ello en relación al colapso climático, ya no por nuestros hijos y nietos, sino por nosotros mismos, puesto que el alma vive eternamente y posiblemente volverá a tomar forma humana en esta Tierra hasta que en algún momento tome el camino al Hogar eterno. ¿Pero en qué clase de mundo encarnarán las almas que, debido a graves culpas, vuelvan a la Tierra a encarnar en un nuevo cuerpo humano? ¿En qué mundo encarnaremos nosotros mismos?

¿Será esta la ultima década tranquila para Europa?

La humanidad no ha tomado conciencia de lo que se avecina, porque aparentemente todo está igual
Vida Universal
martes, 22 de julio de 2014, 07:27 h (CET)

La opinión pública apenas es consciente de que posiblemente hayamos perdido definitivamente la oportunidad de salvar la Tierra. A pesar de que la Casa Blanca y la NASA parecen dar ligeras muestras de haber entendido el problema, lo cierto es que todo sigue igual. Las cumbres mundiales sobre el clima han sido y son una especie de teatro donde escenificar una representación poco convincente y, mientras tanto, los años han ido pasando y el problema tomando una dimensión enorme y sin retorno. Lamentablemente la humanidad no ha tomado conciencia de lo que se avecina, porque aparentemente todo parece igual.


Ciertamente se han publicado muchísimos estudios científicos dando la voz de alarma, aunque parece ser que los medios de comunicación han ocultado de mutuo acuerdo las dimensiones apocalípticas del colapso climático. El declive de la civilización actual no parece ser tan importante, o quizás se trate en primera instancia de vivir el presente sin preocuparnos por un mañana de perspectivas poco halagüeñas. Así se sigue danzando y celebrando en la mayoría de canales de televisión la danza macabra de nuestra civilización.

Los insignificantes resultados de las cumbres climáticas son una catástrofe en sí mismas, una declaración de bancarrota de la política mundial resultante de un fracaso de tal magnitud que llevará de forma irremisible al fin de la civilización humana tal como la conocemos. Los participantes en estos eventos mundiales, acostumbrados a actuar en base a sus intereses políticos y económicos, llevarán parte de la responsabilidad por la muerte de millones de personas, por la muerte de billones de animales sacrificados, por la destrucción de la naturaleza en tan sólo unos pocos decenios, por dejar un planeta en el que apenas quedan bosques primigenios, redes fluviales sanas, océanos rebosantes de vida o una atmósfera protectora y limpia. Este es el resultado de la política climática actual.

Para los europeos puede que ésta sea la última década en la que los efectos climáticos sean apenas perceptibles, pues los tiempos cambian con demasiada rapidez. Tomemos por tanto las riendas de nuestra vida, si queremos también en relación a la vida después de la muerte física, es decir, en relación a la vida de nuestra alma. Millones de personas de todas las culturas y pueblos de esta Tierra creen en la reencarnación, por lo que se hace más importante que nunca reflexionar sobre ello en relación al colapso climático, ya no por nuestros hijos y nietos, sino por nosotros mismos, puesto que el alma vive eternamente y posiblemente volverá a tomar forma humana en esta Tierra hasta que en algún momento tome el camino al Hogar eterno. ¿Pero en qué clase de mundo encarnarán las almas que, debido a graves culpas, vuelvan a la Tierra a encarnar en un nuevo cuerpo humano? ¿En qué mundo encarnaremos nosotros mismos?

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