El miércoles volvía a los terrenos de juego, tras ocho meses de recuperación de la rotura del tendón rotuliano, el que seguramente sea el mejor defensa central de la liga, y de los mejores de Europa. Jorge Andrade, uno de esos pocos jugadores “estelares” que le quedan al Deportivo. Los restos de un pasado que se movía más por el talonario y por la calidad. Agua pasada, vamos.
Y como la nave de Lendoiro mudó tan drásticamente, Andrade sabe que para el presidente de Corcubión no sería ningún dolor desprenderse del que es el mejor valor que le resta al club. La juventud, la ambición por ganar algo o las bajas fichas (esto sobre todo) son ahora los valores que se buscan en el club gallego. Y Andrade está a caballo dos etapas tan distintas.
La terrible deuda que soporta el Deportivo, que supera los ciento cincuenta millones de euros, hace ver casi segura le venta de activos. Yo los pocos que quedan son el propio Andrade y Aldo Pedro Duscher. Apostar que ambos abandonarán pronto el club es prácticamente un hecho.
Mientras, Andrade piensa en su recuperación. En ganar minutos, ganar forma física y ganarse un importante caché. Pero en cuanto vuelva a ser el que era, resultaría de ilusos pensar que el portugués estaría dispuesto a renovar su contrato con el Deportivo. El amor por las camisetas y el apego a una ciudad que mima diariamente a los jugadores ha pasado a la historia en esto del fútbol actual. Puro romanticismo del pasado.