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Los túneles de la Catedral van desde la catedral hasta el santuario del Cristo de Monteagudo

Murcia, una ciudad de leyendas

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Ya hemos visto que la región de Murcia es rica en cuentos y leyendas; sin embargo, quedan muchas más por descubrir, aquellas enraizadas en su historia, aquellas que se confunden con meros relatos para entretener a los niños, aquellas que transitan a caballo ese páramos yerto que separa la realidad de la ficción, y cuya muestra se presenta a continuación.

La cadena de la catedral
Entre las muchas riquezas que encierra la ciudad de Murcia, se encuentra su catedral; y en ella, la Capilla de los Vélez, toda una obra maestra de la escultura ad maiorem gloriam dei y de sus dueños los marqueses de Los Vélez.

Y entre las leyendas que rodean este monumento, está la de la cadena. Según cuentan, un mendigo llegó a Murcia y pidió asilo y comida a cambio de esculpir en piedra la mayor cadena que hubiera visto el ser humano. Algo extrañado por la propuesta, pero intrigado, el marqués de Los Vélez aceptó contratarlo como escultor bajo pena de muerte si la labor no era de su agrado.

En 1507, siete años después del inicio de la obra, ésta fue finalizada con un resultado más que satisfactorio. Sin embargo, cuando el mendigo anunció su intención de irse de Murcia, el marqués, temeroso de que pudiera realizar otra cadena igual, le cortó la lengua y le vacío los ojos.

Quienes se acercan a la cadena que bordea la Capilla de Los Vélez por su exterior, quedan maravillados por no saber cuál es el eslabón de cierre de la escultura; y pueden comprobar que el escultor, lejos de ser un pordiosero sin patria ni oficio, fue el famoso Jacobo de Cartago, tal como se lee en las iniciales inscritas en la propia cadena.

El diablo sonriente
Comprobar la veracidad de esta leyenda es hoy muy difícil, debido a que ha desaparecido la escultura de este diablo sonriente, seguramente un Cojuelo, de la catedral sin que muchos murcianos conocieran su existencia.

Al parecer, como consecuencia de un encontronazo con el Cabildo de la catedral, un escultor decidió esculpir la figura de un diablo, desde su posición sobre uno de los púlpitos, se mofaba abiertamente y sin pudor alguno del sacerdote que oficiara la misa desde el lugar señalado.

Aunque no es la única figura de un demonio burlón –existe la figura del Cojuelo en la literatura popular, y otras muestras pueden verse repartidas por diferentes catedrales–, sí era esta la única escultura que hacía burla a un miembro de la Iglesia. La escultura fue retirada hace unos años sin justificación clara y sin que nadie la echara en falta en la ciudad.

Los túneles de la catedral
Es raro no encontrar historias en todos los pueblos y ciudades de España que hablen de túneles que conectan la iglesia principal con algún pequeño santuario, con alguna ermita, con algún convento, o incluso con la casa de algún particular.

Lo que hace especial la leyenda de los túneles de la catedral de Murcia es que, de acuerdo con esta, los túneles van desde la catedral hasta el santuario del Cristo de Monteagudo, lo que supone más de tres kilómetros de pasillo, una distancia que supera con creces a la de cualquier otro. Asimismo, se dice que no es el único túnel existente, sino que hay otros que desembocan en el convento de Santa Eulalia y en el de la Fuensanta.

Como en la mayoría de los casos, hay más leyenda urbana que realidad en estas historias, a menudo levantadas por malas lenguas; no obstante, la idea de las excavaciones no es descabellada, pues muchos castillos e iglesias tenían vías de escape alternativas para los momentos de asedio.

El rey godo que salvó Murcia
Corría el año 711 cuando las tropas musulmanas saltaron el Estrecho de Gibraltar y comenzaron una rápida conquista de la Península Ibérica, gobernada hasta entonces por reyes visigodos, alanos, vándalos y, en definitiva, por los pueblos bárbaros del norte de Europa.

En este proceso llegaron rápidamente a Murcia, donde reinaba el godo Teodomiro, quien se dispuso rápidamente para defender la ciudad con sus mejores hombres. Desgraciadamente para él y su reino, casi todos sus soldados murieron en la primera escaramuza sin importancia, y la capital quedó desprotegida frente a las hordas islámicas que acampaban en las inmediaciones.

Cuentan que aquel rey mandó que las mujeres se disfrazaran de hombres armados y se apostaran en las torres y murallas, dando la impresión de ser un poderoso ejército, mucho más numeroso de lo que el enemigo había pensado. La idea era pactar con los moros la salvación de la ciudad, y estos resultaron engañados por la astucia de Teodomiro, quien salvó la ciudad hasta que años después el pacto se rompió y las tropas islámicas invadieron todo el sur de España.

A medio camino entre la historia y la leyenda, Murcia ha sabido guardar celosamente un patrimonio que corre hoy el riesgo de perderse para siempre en el olvido.

Murcia, una ciudad de leyendas

Los túneles de la Catedral van desde la catedral hasta el santuario del Cristo de Monteagudo
Francisco Cano Carmona
martes, 1 de julio de 2014, 07:20 h (CET)
Ya hemos visto que la región de Murcia es rica en cuentos y leyendas; sin embargo, quedan muchas más por descubrir, aquellas enraizadas en su historia, aquellas que se confunden con meros relatos para entretener a los niños, aquellas que transitan a caballo ese páramos yerto que separa la realidad de la ficción, y cuya muestra se presenta a continuación.

La cadena de la catedral
Entre las muchas riquezas que encierra la ciudad de Murcia, se encuentra su catedral; y en ella, la Capilla de los Vélez, toda una obra maestra de la escultura ad maiorem gloriam dei y de sus dueños los marqueses de Los Vélez.

Y entre las leyendas que rodean este monumento, está la de la cadena. Según cuentan, un mendigo llegó a Murcia y pidió asilo y comida a cambio de esculpir en piedra la mayor cadena que hubiera visto el ser humano. Algo extrañado por la propuesta, pero intrigado, el marqués de Los Vélez aceptó contratarlo como escultor bajo pena de muerte si la labor no era de su agrado.

En 1507, siete años después del inicio de la obra, ésta fue finalizada con un resultado más que satisfactorio. Sin embargo, cuando el mendigo anunció su intención de irse de Murcia, el marqués, temeroso de que pudiera realizar otra cadena igual, le cortó la lengua y le vacío los ojos.

Quienes se acercan a la cadena que bordea la Capilla de Los Vélez por su exterior, quedan maravillados por no saber cuál es el eslabón de cierre de la escultura; y pueden comprobar que el escultor, lejos de ser un pordiosero sin patria ni oficio, fue el famoso Jacobo de Cartago, tal como se lee en las iniciales inscritas en la propia cadena.

El diablo sonriente
Comprobar la veracidad de esta leyenda es hoy muy difícil, debido a que ha desaparecido la escultura de este diablo sonriente, seguramente un Cojuelo, de la catedral sin que muchos murcianos conocieran su existencia.

Al parecer, como consecuencia de un encontronazo con el Cabildo de la catedral, un escultor decidió esculpir la figura de un diablo, desde su posición sobre uno de los púlpitos, se mofaba abiertamente y sin pudor alguno del sacerdote que oficiara la misa desde el lugar señalado.

Aunque no es la única figura de un demonio burlón –existe la figura del Cojuelo en la literatura popular, y otras muestras pueden verse repartidas por diferentes catedrales–, sí era esta la única escultura que hacía burla a un miembro de la Iglesia. La escultura fue retirada hace unos años sin justificación clara y sin que nadie la echara en falta en la ciudad.

Los túneles de la catedral
Es raro no encontrar historias en todos los pueblos y ciudades de España que hablen de túneles que conectan la iglesia principal con algún pequeño santuario, con alguna ermita, con algún convento, o incluso con la casa de algún particular.

Lo que hace especial la leyenda de los túneles de la catedral de Murcia es que, de acuerdo con esta, los túneles van desde la catedral hasta el santuario del Cristo de Monteagudo, lo que supone más de tres kilómetros de pasillo, una distancia que supera con creces a la de cualquier otro. Asimismo, se dice que no es el único túnel existente, sino que hay otros que desembocan en el convento de Santa Eulalia y en el de la Fuensanta.

Como en la mayoría de los casos, hay más leyenda urbana que realidad en estas historias, a menudo levantadas por malas lenguas; no obstante, la idea de las excavaciones no es descabellada, pues muchos castillos e iglesias tenían vías de escape alternativas para los momentos de asedio.

El rey godo que salvó Murcia
Corría el año 711 cuando las tropas musulmanas saltaron el Estrecho de Gibraltar y comenzaron una rápida conquista de la Península Ibérica, gobernada hasta entonces por reyes visigodos, alanos, vándalos y, en definitiva, por los pueblos bárbaros del norte de Europa.

En este proceso llegaron rápidamente a Murcia, donde reinaba el godo Teodomiro, quien se dispuso rápidamente para defender la ciudad con sus mejores hombres. Desgraciadamente para él y su reino, casi todos sus soldados murieron en la primera escaramuza sin importancia, y la capital quedó desprotegida frente a las hordas islámicas que acampaban en las inmediaciones.

Cuentan que aquel rey mandó que las mujeres se disfrazaran de hombres armados y se apostaran en las torres y murallas, dando la impresión de ser un poderoso ejército, mucho más numeroso de lo que el enemigo había pensado. La idea era pactar con los moros la salvación de la ciudad, y estos resultaron engañados por la astucia de Teodomiro, quien salvó la ciudad hasta que años después el pacto se rompió y las tropas islámicas invadieron todo el sur de España.

A medio camino entre la historia y la leyenda, Murcia ha sabido guardar celosamente un patrimonio que corre hoy el riesgo de perderse para siempre en el olvido.

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