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Un mundo de promesas y buenos deseos que se quedaron sin llama antes de lo eternamente esperado.

Sueños con fecha de caducidad

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El loco mundo del deporte rey. Espacio donde conviven cada uno de los momentazos que este atípico Mundial 2014 nos está dejando grabados en la retina. Anécdota tras anécdota, eliminación tras eliminación y “fracaso” tras “fracaso”.

Brasil está haciendo mella en las conocidas como “grandes selecciones” y actuando de guillotina para los favoritos postulados a ganar esta competición y sumar así otra cotizada estrellita a su palmarés.

Pero bueno, al lío, en definitiva después ya de varios días y tras pasar la malísima resaca mundialista, lo que sigue pesando es la desilusión y la vergüenza más solemne de cara a la sorprendente actuación de nuestro combinado nacional.

Si hace una semana rompía una lanza a favor y más que merecida hacia la selección española, hoy y después de reflexionar si son justas estas palabras, no hago más que pensar en la cara más dura que han mostrado estos jugadores que un día nos hicieron soñar tanto y que a día de hoy han perdido sino es toda, casi toda nuestra admiración.

“Pandilla de vagos” bueno, llamémoslo como queramos. Hoy por hoy es lo que han demostrado, es más ni tan siquiera eso. Lejos de asumir la derrota, pedir disculpas por una actuación más que vergonzosa donde el espíritu de la Roja se quedó en Las Rozas, a su regreso a España, no han sido capaces de actuar como un grupo ni como una verdadera selección.

Aficionados dispuestos, entregados y más que comprensivos que se desplazaron al aeropuerto a recibir a los que nos hicieron campeones. Niños ilusionados y familias enteras que a su modo querían seguir apoyando y rendirlos así su particular homenaje y que se quedaron a cuadros cuando les comunicaron que no verían a sus “ídolos”. Suena muy tópico, pero me lo han puesto muy fácil y no se puede evitar. La eterna selección española saldría del aeropuerto tal y como abandonó Brasil, por la puerta de atrás y a la chita callando.

Tal y como nos gusta en este país. Alardear de todo, presumir y vender el cuento de la lechera para luego echar las culpas a otro si las cosas no salen bien y no asumir la derrota. Parecía que esta palabra no tenía cabida en nuestro vocabulario y al final (o muy al principio según como se mire) nos la han “clavado” por partida doble y por chulitos. No está mal presumir, porque dada nuestra circunstancia podíamos hacerlo, pero siempre y cuando tengamos un grupo de deportistas motivados, ilusionados y completamente dispuestos a seguir con el sueño de un país que volvía a creer en todo esto. Y esta vez, nada ha sido así. 

Sueños con fecha de caducidad

Un mundo de promesas y buenos deseos que se quedaron sin llama antes de lo eternamente esperado.
Lara Franco Andrés
miércoles, 25 de junio de 2014, 15:11 h (CET)

El loco mundo del deporte rey. Espacio donde conviven cada uno de los momentazos que este atípico Mundial 2014 nos está dejando grabados en la retina. Anécdota tras anécdota, eliminación tras eliminación y “fracaso” tras “fracaso”.

Brasil está haciendo mella en las conocidas como “grandes selecciones” y actuando de guillotina para los favoritos postulados a ganar esta competición y sumar así otra cotizada estrellita a su palmarés.

Pero bueno, al lío, en definitiva después ya de varios días y tras pasar la malísima resaca mundialista, lo que sigue pesando es la desilusión y la vergüenza más solemne de cara a la sorprendente actuación de nuestro combinado nacional.

Si hace una semana rompía una lanza a favor y más que merecida hacia la selección española, hoy y después de reflexionar si son justas estas palabras, no hago más que pensar en la cara más dura que han mostrado estos jugadores que un día nos hicieron soñar tanto y que a día de hoy han perdido sino es toda, casi toda nuestra admiración.

“Pandilla de vagos” bueno, llamémoslo como queramos. Hoy por hoy es lo que han demostrado, es más ni tan siquiera eso. Lejos de asumir la derrota, pedir disculpas por una actuación más que vergonzosa donde el espíritu de la Roja se quedó en Las Rozas, a su regreso a España, no han sido capaces de actuar como un grupo ni como una verdadera selección.

Aficionados dispuestos, entregados y más que comprensivos que se desplazaron al aeropuerto a recibir a los que nos hicieron campeones. Niños ilusionados y familias enteras que a su modo querían seguir apoyando y rendirlos así su particular homenaje y que se quedaron a cuadros cuando les comunicaron que no verían a sus “ídolos”. Suena muy tópico, pero me lo han puesto muy fácil y no se puede evitar. La eterna selección española saldría del aeropuerto tal y como abandonó Brasil, por la puerta de atrás y a la chita callando.

Tal y como nos gusta en este país. Alardear de todo, presumir y vender el cuento de la lechera para luego echar las culpas a otro si las cosas no salen bien y no asumir la derrota. Parecía que esta palabra no tenía cabida en nuestro vocabulario y al final (o muy al principio según como se mire) nos la han “clavado” por partida doble y por chulitos. No está mal presumir, porque dada nuestra circunstancia podíamos hacerlo, pero siempre y cuando tengamos un grupo de deportistas motivados, ilusionados y completamente dispuestos a seguir con el sueño de un país que volvía a creer en todo esto. Y esta vez, nada ha sido así. 

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