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Patxo Palacios

Aquí no dimite ni Blas

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Forma parte de la idiosincrasia nacional, se ve que no se estila en la piel de toro lo de marcharse para casa si no se cumple lo prometido … carácter latino que le llaman.

Debe ser genético, como el alacrán que convence a la rana para que le pase al otro lado de la orilla, con el argumento de que si le pica, él también se ahogaría y pese a ello le acaba picando. La rana le dice: “¿por qué lo has hecho?” y el alacrán le responde: ”lo siento chica, es mi carácter”.

El nuevo presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, utilizó como banderín de enganche claro en su campaña electoral la promesa, el compromiso de que si él era elegido por la masa social como nuevo presidente, traería a Kaka, Cesc y Robben.

Ni el primero, ni el segundo ni el tercero. Se hartó de decir – y no hay más que tirar de grabaciones de radio o de hemerotecas – que era seguro, nada de promesas demagógicas ni de humo. Pues menuda fogata, Ramón.
Especial gravedad tuvo lo de Kaká, convertido en baza electoral principal del abogado palentino; de Cesc llegó a afirmar que estaba a punto de coger un avión en Londres para firmar contrato en Madrid al día siguiente. Y Robben, pues ya le pudimos ver el martes, brillando con luz propia en el Camp Nou, de blanco, pero no madridista precisamente.
Qué decir del caso Divac en la sección de basket merengue.

Sin comentarios … estuvo listo el expresidente Lorenzo Sanz para pedir en precampaña el compromiso de todos los contendientes de abandonar la presidencia si no cumplían sus promesas, parece que se lo olía. No coló, claro.

De Florentino Pérez podríamos recuperar el celebérrimo “David Beckham will never, never, never play in Real Madrid”, si bien el constructor cumplió con creces en las promesas, por entonces cuasi-utópicas, de traer a Figo y Zidane.

Visto lo visto, no estaría mal que los presidentes de Primera División firmasen un código deontológico o algo similar que les obligase a abandonar su cargo en caso de incumplimiento de promesas contraídas de manera pública ante su masa social.

Podemos continuar: la de Lamikiz en el Athletic Club ha sido de traca también con el caso Zubiaurre; suerte para los bilbaínos que el abogado abandonó la nave – casi echado a gorrazos por los suyos – porque aquello de “no vamos a pagar un solo euro por hacernos con los servicios de Zubiaurre” tuvo su gracia. Ahora que, bien pensado, tenía razón: él no va a pagar un solo euro, lo harán los socios.

Y no podía faltar en este artículo el entrenador de entrenadores, el ilustrísimo seleccionador nacional, Luis Aragonés, con el “si no llegamos al menos a cuartos de final, dimito”. Efectivamente, el sabio de Hortaleza dijo que él dejaba el cargo, pero “no me han aceptado la dimisión”. Por favor, míster … qué falta de honestidad. Si uno dice que si pasa X se va y se da el caso, pues se va y no hay más que hablar. Y eso sin hablar del clamor popular tras los fiascos de Belfast y Suecia, al que parecen inmunes tanto él como su presidente.

Lo dicho, habría que elaborar un código conforme al cual todos los dirigentes se obligasen a dejar sus cargos si incumpliesen sus compromisos públicos.
Nobleza obliga.

Aquí no dimite ni Blas

Patxo Palacios
Patxo Palacios
domingo, 5 de noviembre de 2006, 01:38 h (CET)
Forma parte de la idiosincrasia nacional, se ve que no se estila en la piel de toro lo de marcharse para casa si no se cumple lo prometido … carácter latino que le llaman.

Debe ser genético, como el alacrán que convence a la rana para que le pase al otro lado de la orilla, con el argumento de que si le pica, él también se ahogaría y pese a ello le acaba picando. La rana le dice: “¿por qué lo has hecho?” y el alacrán le responde: ”lo siento chica, es mi carácter”.

El nuevo presidente del Real Madrid, Ramón Calderón, utilizó como banderín de enganche claro en su campaña electoral la promesa, el compromiso de que si él era elegido por la masa social como nuevo presidente, traería a Kaka, Cesc y Robben.

Ni el primero, ni el segundo ni el tercero. Se hartó de decir – y no hay más que tirar de grabaciones de radio o de hemerotecas – que era seguro, nada de promesas demagógicas ni de humo. Pues menuda fogata, Ramón.
Especial gravedad tuvo lo de Kaká, convertido en baza electoral principal del abogado palentino; de Cesc llegó a afirmar que estaba a punto de coger un avión en Londres para firmar contrato en Madrid al día siguiente. Y Robben, pues ya le pudimos ver el martes, brillando con luz propia en el Camp Nou, de blanco, pero no madridista precisamente.
Qué decir del caso Divac en la sección de basket merengue.

Sin comentarios … estuvo listo el expresidente Lorenzo Sanz para pedir en precampaña el compromiso de todos los contendientes de abandonar la presidencia si no cumplían sus promesas, parece que se lo olía. No coló, claro.

De Florentino Pérez podríamos recuperar el celebérrimo “David Beckham will never, never, never play in Real Madrid”, si bien el constructor cumplió con creces en las promesas, por entonces cuasi-utópicas, de traer a Figo y Zidane.

Visto lo visto, no estaría mal que los presidentes de Primera División firmasen un código deontológico o algo similar que les obligase a abandonar su cargo en caso de incumplimiento de promesas contraídas de manera pública ante su masa social.

Podemos continuar: la de Lamikiz en el Athletic Club ha sido de traca también con el caso Zubiaurre; suerte para los bilbaínos que el abogado abandonó la nave – casi echado a gorrazos por los suyos – porque aquello de “no vamos a pagar un solo euro por hacernos con los servicios de Zubiaurre” tuvo su gracia. Ahora que, bien pensado, tenía razón: él no va a pagar un solo euro, lo harán los socios.

Y no podía faltar en este artículo el entrenador de entrenadores, el ilustrísimo seleccionador nacional, Luis Aragonés, con el “si no llegamos al menos a cuartos de final, dimito”. Efectivamente, el sabio de Hortaleza dijo que él dejaba el cargo, pero “no me han aceptado la dimisión”. Por favor, míster … qué falta de honestidad. Si uno dice que si pasa X se va y se da el caso, pues se va y no hay más que hablar. Y eso sin hablar del clamor popular tras los fiascos de Belfast y Suecia, al que parecen inmunes tanto él como su presidente.

Lo dicho, habría que elaborar un código conforme al cual todos los dirigentes se obligasen a dejar sus cargos si incumpliesen sus compromisos públicos.
Nobleza obliga.

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