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Representante de una generación y un mundo al que supo retratar magistralmente

Mercedes Salisachs, una escritora olvidada

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El reciente fallecimiento de Mercedes Salisachs (1916-2014) a la avanzada edad de 97 años, el pasado 8 de mayo, escritora nacida en Barcelona en el seno de una familia de la alta burguesía catalana, ha puesto de relieve de nuevo su figura y la extensa obra literaria que ha dejado y que estaba prácticamente olvidada para gran parte del público lector, especialmente en las últimas décadas, porque sus obras de corte realista reflejaban un mundo y una época ya desaparecidos, pero siempre desde la óptica de quien, por pertenecer a una clase privilegiada y por sus fuertes convicciones religiosas, le hacía despertar suspicacias y rechazos ante la supuesta progresía que huye de todo aquello que signifique unos valores morales y éticos que están proscritos en la sociedad actual que vive inmersa en un falso y adulterado hedonismo, pero sin los valores filosóficos y morales que contiene esa corriente filosófica.

Comenzó su carrera literaria en los años cuarenta y alcanzó el éxito al obtener el Premio Ciudad de Barcelona en 1956, con su novela Una mujer llega al pueblo, y a partir de entonces comenzó a publicar con su nombre sin descanso hasta el año 2013 con su última obra El caudal de las noches vacías.

Continuó escribiendo sin cesar hasta poco antes de su muerte, lo que la convirtió en la escritora de más edad de las que estaban en activo en la literatura mundial, y ha dejado un legado literario en el que aparecen obras como son: Más allá de los raíles (1957), Vendimia interrumpida (1960), La estación de las hojas amarillas (1963), La última aventura (1967) —novela histórica sobre la muerte de Cristo—, Adagio confidencial (1973), La gangrena (premio Planeta de 1975) —su obra que ha obtenido mejor crítica y se considera su mejor novela, en la que hace un excelente retrato de Barcelona desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el año en que fue escrita—, Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado (1981), El volumen de la ausencia (premio Ateneo de Sevilla de 1983), La danza de los salmones (1985), El secreto de las flores (1997), La voz del árbol (1998), Los clamores del silencio (2000), La conversación (2002), Desde la dimensión intermedia (2003) o El último laberinto que obtuvo el Premio Fernando Lara en 2004. Y así hasta 39 obras publicadas, de las cuales 31 son novelas, 3 son colecciones de relatos y 5 obras de ensayos y otras, entre las que se cuenta su propia autobiografía que lleva el título de Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado, en 1981.

Es en su propia tierra natal, Cataluña, donde su nombre cayó en el olvido, como reconoció la propia escritora cuando dijo que recibía muchos emails de toda España, excepto de Cataluña. Todo ello debido al españolismo sin fisuras que exhibió siempre, porque se sentía orgullosa de ser española, precisamente, por sentirse muy catalana. Afirmaba que era mentira que el catalán estuviera prohibido durante el franquismo, aunque no era idioma oficial. Se podía escribir y publicar en catalán, al igual que en castellano. Nunca utilizó el catalán, y explicaba que a ella siempre le hablaron en castellano, idioma en el que escribía sus obras, lo que le hizo ser rechazada por el entorno del nacionalismo catalán que la condenó al ostracismo.

Su valentía al defender sus ideales que son tan respetables como los contrarios, le valieron muchas críticas, especialmente porque se confesaba católica, monárquica y de derechas, en esta sociedad supuestamente democrática en la que los que se exige pensamiento único y no se admiten discrepancias, lo cual se acerca más a un totalitarismo de izquierdas que a un estado realmente democrático, donde se respete las opiniones divergentes y contrarias a esa mayoría que quiere imponer la suya no por la fuerza de la razón, sino por la razón de la fuerza.

Esa actitud de ir contracorriente y no adoptar el pensamiento "políticamente correcto", ha provocado que sus lectores fueran disminuyendo entre los más jóvenes por considerarla un reducto de un pasado que no les dice nada y al que rechazan por la influencia recibida en las escuelas contra todo lo español -en el caso de Cataluña-, y contra lo que consideran ideales "carcas" en el resto de España, en esta sociedad en la que todo los valores son contravalores y a la inversa, en una huída hacia adelante que olvida que todos somos hijos del pasado y padres del futuro y cuando se intenta matar al primero, sólo se consigue destruir a la propia sociedad en sus cimientos.

Mereces Salisachs, una escritora a la que habría que conocer más a través de sus obras que nos ha dejado como valioso legado de una mujer valiente que supo vivir y escribir a contracorriente.

Descanse en paz.

Mercedes Salisachs, una escritora olvidada

Representante de una generación y un mundo al que supo retratar magistralmente
Ana Alejandre
lunes, 9 de junio de 2014, 07:58 h (CET)
El reciente fallecimiento de Mercedes Salisachs (1916-2014) a la avanzada edad de 97 años, el pasado 8 de mayo, escritora nacida en Barcelona en el seno de una familia de la alta burguesía catalana, ha puesto de relieve de nuevo su figura y la extensa obra literaria que ha dejado y que estaba prácticamente olvidada para gran parte del público lector, especialmente en las últimas décadas, porque sus obras de corte realista reflejaban un mundo y una época ya desaparecidos, pero siempre desde la óptica de quien, por pertenecer a una clase privilegiada y por sus fuertes convicciones religiosas, le hacía despertar suspicacias y rechazos ante la supuesta progresía que huye de todo aquello que signifique unos valores morales y éticos que están proscritos en la sociedad actual que vive inmersa en un falso y adulterado hedonismo, pero sin los valores filosóficos y morales que contiene esa corriente filosófica.

Comenzó su carrera literaria en los años cuarenta y alcanzó el éxito al obtener el Premio Ciudad de Barcelona en 1956, con su novela Una mujer llega al pueblo, y a partir de entonces comenzó a publicar con su nombre sin descanso hasta el año 2013 con su última obra El caudal de las noches vacías.

Continuó escribiendo sin cesar hasta poco antes de su muerte, lo que la convirtió en la escritora de más edad de las que estaban en activo en la literatura mundial, y ha dejado un legado literario en el que aparecen obras como son: Más allá de los raíles (1957), Vendimia interrumpida (1960), La estación de las hojas amarillas (1963), La última aventura (1967) —novela histórica sobre la muerte de Cristo—, Adagio confidencial (1973), La gangrena (premio Planeta de 1975) —su obra que ha obtenido mejor crítica y se considera su mejor novela, en la que hace un excelente retrato de Barcelona desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el año en que fue escrita—, Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado (1981), El volumen de la ausencia (premio Ateneo de Sevilla de 1983), La danza de los salmones (1985), El secreto de las flores (1997), La voz del árbol (1998), Los clamores del silencio (2000), La conversación (2002), Desde la dimensión intermedia (2003) o El último laberinto que obtuvo el Premio Fernando Lara en 2004. Y así hasta 39 obras publicadas, de las cuales 31 son novelas, 3 son colecciones de relatos y 5 obras de ensayos y otras, entre las que se cuenta su propia autobiografía que lleva el título de Derribos: crónicas íntimas de un tiempo saldado, en 1981.

Es en su propia tierra natal, Cataluña, donde su nombre cayó en el olvido, como reconoció la propia escritora cuando dijo que recibía muchos emails de toda España, excepto de Cataluña. Todo ello debido al españolismo sin fisuras que exhibió siempre, porque se sentía orgullosa de ser española, precisamente, por sentirse muy catalana. Afirmaba que era mentira que el catalán estuviera prohibido durante el franquismo, aunque no era idioma oficial. Se podía escribir y publicar en catalán, al igual que en castellano. Nunca utilizó el catalán, y explicaba que a ella siempre le hablaron en castellano, idioma en el que escribía sus obras, lo que le hizo ser rechazada por el entorno del nacionalismo catalán que la condenó al ostracismo.

Su valentía al defender sus ideales que son tan respetables como los contrarios, le valieron muchas críticas, especialmente porque se confesaba católica, monárquica y de derechas, en esta sociedad supuestamente democrática en la que los que se exige pensamiento único y no se admiten discrepancias, lo cual se acerca más a un totalitarismo de izquierdas que a un estado realmente democrático, donde se respete las opiniones divergentes y contrarias a esa mayoría que quiere imponer la suya no por la fuerza de la razón, sino por la razón de la fuerza.

Esa actitud de ir contracorriente y no adoptar el pensamiento "políticamente correcto", ha provocado que sus lectores fueran disminuyendo entre los más jóvenes por considerarla un reducto de un pasado que no les dice nada y al que rechazan por la influencia recibida en las escuelas contra todo lo español -en el caso de Cataluña-, y contra lo que consideran ideales "carcas" en el resto de España, en esta sociedad en la que todo los valores son contravalores y a la inversa, en una huída hacia adelante que olvida que todos somos hijos del pasado y padres del futuro y cuando se intenta matar al primero, sólo se consigue destruir a la propia sociedad en sus cimientos.

Mereces Salisachs, una escritora a la que habría que conocer más a través de sus obras que nos ha dejado como valioso legado de una mujer valiente que supo vivir y escribir a contracorriente.

Descanse en paz.

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