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Los socialistas plantean una revisión profunda de su ideología

Podemos y el PSOE de Pablo Iglesias

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La primera vez que Pablo Iglesias Possé, nacido en Ferrol el 18 de octubre de 1850 y muerto en Madrid el 9 de diciembre de 1925, se presentó a unas elecciones fue en el año 1905. Lo hizo como candidato a la alcaldía de Madrid desde las filas de un partido republicano de corte obrero y socialista que aca-baba de pasar por su segundo Congreso. Unos años después, en 1910, el par-tido de Pablo Iglesias consiguió su primer escaño en el Parlamento Espa-ñol.

De aquel Pablo Iglesias se recuerdan, entre otras cosas, sus orígenes humildes, su austeridad, casi pobreza, propia de la clase trabajadora a la que representaba, y los motivos que le llevaron a reunirse con 25 compañeros, en la taberna Casa Labra de la calle Tetuán de Madrid, para fundar el PSOE, un partido socialista con el que defender los intereses de los obreros españoles. Antes de morir, entre 1920 y 1921, Pablo Iglesias presenció la ruptura de su partido y la escisión de los que lo abandonaron para adherirse a la III Interna-cional Comunista que convocaba Lenin.

Aquéllos, naciendo del PSOE, y debilitándolo, crearon una formación más radical que a lo largo del tiempo ha tenido un caminar paralelo en la vida política nacional, ajena a las evoluciones y pragmatismos socialistas. Por ello no han compartido con el Partido del que salieron: El abandono de los princi-pios marxistas. La defensa de la Monarquía Parlamentaria. La asunción de te-sis socialdemócratas. La evolución hacía una Tercera Vía. La incorporación de principios liberales. Las consecuencias de erigirse en “Partido de Gobierno”…

Además, a lo largo del tiempo, a la izquierda del PSOE que fundara Pa-blo Iglesias, se han ido formando, y hasta aglomerando, distintas agrupaciones de izquierda que, asumiendo como referencia común las tesis comunistas que se anclaron en el Partido Comunista de España, han ido teniendo distintos nombres y demasiados apellidos: Izquierda Unida, Izquierda Plural, Partidos localistas, etc.

La última de esas formaciones es la conocida como “Podemos” que es, además de los acrónimos de dos partidos políticos sudamericanos (el partido político de centro derecha de Bolivia “Poder Democrático y Social” y el venezo-lano de centro izquierda “Por la Democracia Social”), un partido español nacido hace sólo unos días, el 11 de marzo, en torno a otro Pablo Iglesias: Pablo Igle-sias Turrión, un madrileño de 35 años que militó en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y que desde la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (Fundación CEPS) agrupó a un conjunto de personas y colectivos de izquierda con unas propuestas contestatarias muy simples: Re-generación de la vida democrática. Impulso del movimiento ciudadano asam-bleario. Desobediencia civil si es necesaria. Auditorías exhaustivas y renego-ciación de la deuda Española. Refundación de un nuevo Banco Central Euro-peo. Y el establecimiento de amplios Consensos de la izquierda política espa-ñola para lograr objetivos comunes.

Hechas el domingo pasado las elecciones al Parlamento Europeo, a las que concurrieron las formaciones de Pablo Iglesias Possé (el fundador del PSOE) y Pablo Iglesias Turrión (cabeza visible de “Podemos”), es el momento de analizar, además de los resultados y de los efectos que los comicios pasa-dos, la realidad de Podemos y del PSOE.

Conocida la realidad del Primer partido de la Oposición parlamentaria, en un periodo de transitoriedad que va desde el óbito del zapaterismo hasta nuestros días, la primera consecuencia importante después de las elecciones europeas (con el fracaso electoral del PSOE y el ascenso de Podemos) es la renuncia de Pérez Rubalcaba como Secretario General del PSOE, para asumir la responsabilidad de la derrota, y la convocatoria de un Congreso.

Con esta retirada se pierde el eslabón de continuidad que ha servido de conductor del partido hasta ahora. No ha conseguido, y así hay que admitirlo, el enterramiento de los modos de Rodríguez Zapatero ni el destierro de las rémo-ras del pasado, pero ha logrado mantener el partido unido y propiciar expectati-vas de futuro.

A partir de ahora, con el panorama político dibujado en los pasados co-micios y convocado un Congreso electoral por el PSOE para el próximo mes de junio, en esas expectativas de futuro hay que tener muy en cuenta una nueva realidad, con unas formaciones de izquierda disociadas (Izquierda Unida y Po-demos principalmente), pero en situación de unirse para disputar al PSOE el liderazgo de la izquierda política nacional.

Conocedores de esto, en el PSOE ya han empezado los movimientos de sus efectivos más notables. Unos movimientos que son percibidos por las ba-ses y que comprometen a los líderes más valiosos, pero no tan importantes como la toma de posturas de las élites socialistas (viejas y en formación) a la vista de la realidad de Podemos, la potencia demostrada y su capacidad para coaligarse con afines (Willy Meyer, de IU, ya hablaba hoy de la unión entre IU y Podemos).

Además de los movimientos personales, de cara al Congreso convoca-do, se está planteando entre los socialistas la necesidad de una revisión pro-funda de la ideología (evolucionada y asentada en una socialdemocracia que parece agotada) en función de la cual, y según el resultado del Congreso, habrán de formularse las propuestas que ofrecer a un electorado que, tras las elecciones al Parlamento Europeo, parece propenso a “seguir escuchando” las propuestas que, como cantos de sirenas, proceden de una izquierda más radi-cal que la que hoy por hoy representa el PSOE.

Eso puede llevar a:

- La “recentralización del PSOE”, para captar el voto de centro que hasta ahora ha decidido todos los comicios.

- Una “regeneración socialista” convertida en una izquierda radical capaz de disputar a las fuerzas que se reúnan en torno a Podemos el liderazgo de la izquierda española.

- O una “reunificación general de la izquierda española”, o “frente popu-lismo”, en el que, como ya hoy aventuraba algún líder, se permitan “tendencias y sensibilidades distintas, pero todas de izquierda”.

Podemos y el PSOE de Pablo Iglesias

Los socialistas plantean una revisión profunda de su ideología
José Luis Heras Celemín
martes, 27 de mayo de 2014, 06:43 h (CET)
La primera vez que Pablo Iglesias Possé, nacido en Ferrol el 18 de octubre de 1850 y muerto en Madrid el 9 de diciembre de 1925, se presentó a unas elecciones fue en el año 1905. Lo hizo como candidato a la alcaldía de Madrid desde las filas de un partido republicano de corte obrero y socialista que aca-baba de pasar por su segundo Congreso. Unos años después, en 1910, el par-tido de Pablo Iglesias consiguió su primer escaño en el Parlamento Espa-ñol.

De aquel Pablo Iglesias se recuerdan, entre otras cosas, sus orígenes humildes, su austeridad, casi pobreza, propia de la clase trabajadora a la que representaba, y los motivos que le llevaron a reunirse con 25 compañeros, en la taberna Casa Labra de la calle Tetuán de Madrid, para fundar el PSOE, un partido socialista con el que defender los intereses de los obreros españoles. Antes de morir, entre 1920 y 1921, Pablo Iglesias presenció la ruptura de su partido y la escisión de los que lo abandonaron para adherirse a la III Interna-cional Comunista que convocaba Lenin.

Aquéllos, naciendo del PSOE, y debilitándolo, crearon una formación más radical que a lo largo del tiempo ha tenido un caminar paralelo en la vida política nacional, ajena a las evoluciones y pragmatismos socialistas. Por ello no han compartido con el Partido del que salieron: El abandono de los princi-pios marxistas. La defensa de la Monarquía Parlamentaria. La asunción de te-sis socialdemócratas. La evolución hacía una Tercera Vía. La incorporación de principios liberales. Las consecuencias de erigirse en “Partido de Gobierno”…

Además, a lo largo del tiempo, a la izquierda del PSOE que fundara Pa-blo Iglesias, se han ido formando, y hasta aglomerando, distintas agrupaciones de izquierda que, asumiendo como referencia común las tesis comunistas que se anclaron en el Partido Comunista de España, han ido teniendo distintos nombres y demasiados apellidos: Izquierda Unida, Izquierda Plural, Partidos localistas, etc.

La última de esas formaciones es la conocida como “Podemos” que es, además de los acrónimos de dos partidos políticos sudamericanos (el partido político de centro derecha de Bolivia “Poder Democrático y Social” y el venezo-lano de centro izquierda “Por la Democracia Social”), un partido español nacido hace sólo unos días, el 11 de marzo, en torno a otro Pablo Iglesias: Pablo Igle-sias Turrión, un madrileño de 35 años que militó en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y que desde la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (Fundación CEPS) agrupó a un conjunto de personas y colectivos de izquierda con unas propuestas contestatarias muy simples: Re-generación de la vida democrática. Impulso del movimiento ciudadano asam-bleario. Desobediencia civil si es necesaria. Auditorías exhaustivas y renego-ciación de la deuda Española. Refundación de un nuevo Banco Central Euro-peo. Y el establecimiento de amplios Consensos de la izquierda política espa-ñola para lograr objetivos comunes.

Hechas el domingo pasado las elecciones al Parlamento Europeo, a las que concurrieron las formaciones de Pablo Iglesias Possé (el fundador del PSOE) y Pablo Iglesias Turrión (cabeza visible de “Podemos”), es el momento de analizar, además de los resultados y de los efectos que los comicios pasa-dos, la realidad de Podemos y del PSOE.

Conocida la realidad del Primer partido de la Oposición parlamentaria, en un periodo de transitoriedad que va desde el óbito del zapaterismo hasta nuestros días, la primera consecuencia importante después de las elecciones europeas (con el fracaso electoral del PSOE y el ascenso de Podemos) es la renuncia de Pérez Rubalcaba como Secretario General del PSOE, para asumir la responsabilidad de la derrota, y la convocatoria de un Congreso.

Con esta retirada se pierde el eslabón de continuidad que ha servido de conductor del partido hasta ahora. No ha conseguido, y así hay que admitirlo, el enterramiento de los modos de Rodríguez Zapatero ni el destierro de las rémo-ras del pasado, pero ha logrado mantener el partido unido y propiciar expectati-vas de futuro.

A partir de ahora, con el panorama político dibujado en los pasados co-micios y convocado un Congreso electoral por el PSOE para el próximo mes de junio, en esas expectativas de futuro hay que tener muy en cuenta una nueva realidad, con unas formaciones de izquierda disociadas (Izquierda Unida y Po-demos principalmente), pero en situación de unirse para disputar al PSOE el liderazgo de la izquierda política nacional.

Conocedores de esto, en el PSOE ya han empezado los movimientos de sus efectivos más notables. Unos movimientos que son percibidos por las ba-ses y que comprometen a los líderes más valiosos, pero no tan importantes como la toma de posturas de las élites socialistas (viejas y en formación) a la vista de la realidad de Podemos, la potencia demostrada y su capacidad para coaligarse con afines (Willy Meyer, de IU, ya hablaba hoy de la unión entre IU y Podemos).

Además de los movimientos personales, de cara al Congreso convoca-do, se está planteando entre los socialistas la necesidad de una revisión pro-funda de la ideología (evolucionada y asentada en una socialdemocracia que parece agotada) en función de la cual, y según el resultado del Congreso, habrán de formularse las propuestas que ofrecer a un electorado que, tras las elecciones al Parlamento Europeo, parece propenso a “seguir escuchando” las propuestas que, como cantos de sirenas, proceden de una izquierda más radi-cal que la que hoy por hoy representa el PSOE.

Eso puede llevar a:

- La “recentralización del PSOE”, para captar el voto de centro que hasta ahora ha decidido todos los comicios.

- Una “regeneración socialista” convertida en una izquierda radical capaz de disputar a las fuerzas que se reúnan en torno a Podemos el liderazgo de la izquierda española.

- O una “reunificación general de la izquierda española”, o “frente popu-lismo”, en el que, como ya hoy aventuraba algún líder, se permitan “tendencias y sensibilidades distintas, pero todas de izquierda”.

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