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Se olvidan de Europa, pero piden el voto.

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Europa, aquella deidad que jugaba en las playas de Tiro, de la que el poderoso Júpiter se enamoró y, por ella, se convirtió en un toro blanco sobre el que ella montó; con el transcurso de los tiempos ha pedido aquella pureza, ha experimentado, en sí, el efecto del cuarteamiento de su piel en naciones y ha sufrido los perniciosos efectos de la lepra materialista y de la decadencia de su antiguo esplendor. Hoy en día se la ha querido revitalizar lo que ya estaba muerto, se ha pretendido unir lo que la Historia se encargó de fraccionar y se ha querido aunar, bajo un solo mando, a aquellas masas de europeos que durante años se han venido masacrando los unos a los otros en interminables contiendas. Inútil empeño y vana pretensión, cuando los individualismos nacionales y regionales van creciendo como setas, entre las varias naciones que forman este viejo y achacado continente. No se puede ir a contracorriente si el motor falla.

Llevamos unos días o, mejor dicho unos meses, en los que los atribulados ciudadanos de a pie estamos sometidos, además de los duros avatares de la crisis y el desempleo, al castigo de tener que soportar como, los políticos, con su tenacidad de siempre y sus engaños habituales, nos están pidiendo que los votemos para que consigan ocupar escaños en el Parlamento Europeo. Un parlamento que ya se ha convertido en una más de las instituciones burocráticas, fuente de empleos para los políticos jubilados, y lugar en el que se están permitiendo, a costa de las subvenciones de las naciones que forman la CE, que se paguen sueldos sustanciosos, se prodiguen dietas y banquetes y se propaguen las más artificiosas ideas con la única intención de justificar su existencia. Lo llamativo del caso es que, en lugar de de hablar en los mítines, congresos, debates o artículos de opinión, de aquellos problemas, en casos de suma gravedad, que están en estos momentos afectando a la UE, de los que se podrían derivan graves trastornos para el porvenir de Europa; parece que aquellos que se postulan, a través de los partidos políticos de cada nación, para aspirar a un puesto en el citado organismo, se están dedicando a sacarse las vergüenzas los unos a los otros, a divagar sobre temas internos o a intentar conseguir apoyos para lograr obtener la secesión las naciones a las que vienen perteneciendo. Verán ustedes, no hemos escuchado que se hable del grave problema de la inmigración, a pesar de que España es una de las naciones, junto a Italia, donde este fenómeno se padece de una forma más insistente y dramática. Tampoco se comenta como, por ejemplo Alemania, parece dispuesta a sacarse de encima a aquellos inmigrantes que considera que no le reportan rendimiento, después de haber hecho propaganda para que acudiesen a ella en busca de trabajo. Temas que, sin duda, merecería ocupar un primer plano en todas las tertulias, enfrentamientos, debates y demás actos electorales, pero que están ausentes de todos ellos.

Es evidente que son muchas las naciones nostálgicas de sus fronteras. La primera, la Gran Bretaña, en la que parece que el anti-europeismo va a apuntarse una importante victoria, si se confirman las encuestas a pie de urna. Pero es que, señores, esta idea ya está calando un muchos países en los que la ciudadanía ya ha empezado a dudar de las ventajas de estar en Europa y el euro; cuando los inconvenientes, la falta de unidad que impidió la aprobación de una Constitución europea; los egoísmos nacionalistas; las dificultades de un encaje de las legislaciones nacionales con determinados principios surgidos desde Bruselas o la falta de un criterio unificado respecto a la libertad de movimiento de los europeos por todo el territorio comunitario, derivada de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, de 12 de diciembre de 2007 que consagra el derecho de todo ciudadano de la Unión a circular y residir, Libremente, en el territorio de los Estados miembros.

También se debiera de haber puesto sobre el tapete de la polémica, lo que resulta más que evidente y es: la postura de los países, supuestamente ricos, del norte de Europa respeto a las naciones que más problemas han arrastrado como consecuencia de la crisis económica, entre los cuales está situada España. No es tema de poca enjundia ni para dejar que sean los mandamases de Europa quienes acaben por ponernos el dogal y nos releguen, como ya vienen diciendo con excesiva frecuencia, a una doble velocidad, lo que significaría aceptar que estamos en inferioridad de condiciones dentro de la UE, lo que repercutiría de forma muy desfavorable para nuestras aspiraciones a tener un puesto decisivo dentro del contexto europeo y conseguir una más rápida recuperación económica.

Lo que sucede, señores, es que, tanto el gobierno actual como toda la oposición, están demostrando estar afectados de un provincianismo deprimente. Ninguno de los partidos políticos españoles y, mucho menos los Sindicatos, está a la altura intelectual para olvidarse de las rencillas de poca monta, prescindir de sus intereses partidistas y electorales, renunciar a la tentación de culpar a resto de las fuerzas políticas de los males que asolan al país y saber entonar un mea culpa por los errores cometidos para, en una ocasión como la actual en la que está en juego el prestigio, el desarrollo, la valoración internacional y las perspectivas de futuro de España como nación; ser capaces de juntarse en torno a los tres o cuatro problemas más acuciantes y, en bloque, acometer su defensa sin fisuras, ante una Europa que es evidente que no está dispuesta a reglarnos nada si, como algunos insensatos están pretendiendo, decidimos excluirnos de lo que son nuestras obligaciones y a lo que nos obliga ser la séptima economía europea; para entregarnos a las ilusorias, desconcertantes, absurdas e insostenibles propuestas de las izquierdas españolas.

El empeño en querer demostrar la cuadratura del círculo que, en su caso, consiste en aplicar un sistema igualitario de distribución de riqueza, no porque el esfuerzo de los ciudadanos europeos en su conjunto permita reforzar la economía europea de forma que se mejore el nivel de vida de toda ella; sino rebajando el de los más poderosos para que todos quedemos estancados al nivel de los más pobres, con lo que se consigue la verdadera socialización de la pobreza. Lo que la señora Valenciano, con sus tópicos y generalidades, ha sido incapaz de decir es ¿cómo se las arreglarían ellos para, sin aumentar la producción, sanear las empresas, aumentar los impuestos y conseguir reducir el desempleo, podrían aplicar una política social que, precisamente, fueron ellos mismos los encargados de demostrar que era algo imposible? ¿Aumentando el endeudamiento o dejando que el déficit nacional creciera indefinidamente? Alguien piensa que, con estas políticas, habría inversores que nos prestaran dinero o, si lo hicieran, volviéramos a primas del 600%, insoportables para cualquier nación.

Los inventos en una economía mundial o global, no sirven si no se aplican en todo el Mundo; porque cualquier intento de jugar con los factores económicos, con las norma comerciales universalmente aceptadas o con los factores productivos que condicionan la oferta y la demanda o el libre comercio entre todas las naciones; tarde o temprano van a pasar factura a aquellos que, temerariamente, se atrevan a desafiar las reglas del mercado. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos la sinrazón de ir a votar sin saber por qué debemos hacerlo.

Se olvidan de Europa, pero piden el voto.

Miguel Massanet
sábado, 24 de mayo de 2014, 09:33 h (CET)
Europa, aquella deidad que jugaba en las playas de Tiro, de la que el poderoso Júpiter se enamoró y, por ella, se convirtió en un toro blanco sobre el que ella montó; con el transcurso de los tiempos ha pedido aquella pureza, ha experimentado, en sí, el efecto del cuarteamiento de su piel en naciones y ha sufrido los perniciosos efectos de la lepra materialista y de la decadencia de su antiguo esplendor. Hoy en día se la ha querido revitalizar lo que ya estaba muerto, se ha pretendido unir lo que la Historia se encargó de fraccionar y se ha querido aunar, bajo un solo mando, a aquellas masas de europeos que durante años se han venido masacrando los unos a los otros en interminables contiendas. Inútil empeño y vana pretensión, cuando los individualismos nacionales y regionales van creciendo como setas, entre las varias naciones que forman este viejo y achacado continente. No se puede ir a contracorriente si el motor falla.

Llevamos unos días o, mejor dicho unos meses, en los que los atribulados ciudadanos de a pie estamos sometidos, además de los duros avatares de la crisis y el desempleo, al castigo de tener que soportar como, los políticos, con su tenacidad de siempre y sus engaños habituales, nos están pidiendo que los votemos para que consigan ocupar escaños en el Parlamento Europeo. Un parlamento que ya se ha convertido en una más de las instituciones burocráticas, fuente de empleos para los políticos jubilados, y lugar en el que se están permitiendo, a costa de las subvenciones de las naciones que forman la CE, que se paguen sueldos sustanciosos, se prodiguen dietas y banquetes y se propaguen las más artificiosas ideas con la única intención de justificar su existencia. Lo llamativo del caso es que, en lugar de de hablar en los mítines, congresos, debates o artículos de opinión, de aquellos problemas, en casos de suma gravedad, que están en estos momentos afectando a la UE, de los que se podrían derivan graves trastornos para el porvenir de Europa; parece que aquellos que se postulan, a través de los partidos políticos de cada nación, para aspirar a un puesto en el citado organismo, se están dedicando a sacarse las vergüenzas los unos a los otros, a divagar sobre temas internos o a intentar conseguir apoyos para lograr obtener la secesión las naciones a las que vienen perteneciendo. Verán ustedes, no hemos escuchado que se hable del grave problema de la inmigración, a pesar de que España es una de las naciones, junto a Italia, donde este fenómeno se padece de una forma más insistente y dramática. Tampoco se comenta como, por ejemplo Alemania, parece dispuesta a sacarse de encima a aquellos inmigrantes que considera que no le reportan rendimiento, después de haber hecho propaganda para que acudiesen a ella en busca de trabajo. Temas que, sin duda, merecería ocupar un primer plano en todas las tertulias, enfrentamientos, debates y demás actos electorales, pero que están ausentes de todos ellos.

Es evidente que son muchas las naciones nostálgicas de sus fronteras. La primera, la Gran Bretaña, en la que parece que el anti-europeismo va a apuntarse una importante victoria, si se confirman las encuestas a pie de urna. Pero es que, señores, esta idea ya está calando un muchos países en los que la ciudadanía ya ha empezado a dudar de las ventajas de estar en Europa y el euro; cuando los inconvenientes, la falta de unidad que impidió la aprobación de una Constitución europea; los egoísmos nacionalistas; las dificultades de un encaje de las legislaciones nacionales con determinados principios surgidos desde Bruselas o la falta de un criterio unificado respecto a la libertad de movimiento de los europeos por todo el territorio comunitario, derivada de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, de 12 de diciembre de 2007 que consagra el derecho de todo ciudadano de la Unión a circular y residir, Libremente, en el territorio de los Estados miembros.

También se debiera de haber puesto sobre el tapete de la polémica, lo que resulta más que evidente y es: la postura de los países, supuestamente ricos, del norte de Europa respeto a las naciones que más problemas han arrastrado como consecuencia de la crisis económica, entre los cuales está situada España. No es tema de poca enjundia ni para dejar que sean los mandamases de Europa quienes acaben por ponernos el dogal y nos releguen, como ya vienen diciendo con excesiva frecuencia, a una doble velocidad, lo que significaría aceptar que estamos en inferioridad de condiciones dentro de la UE, lo que repercutiría de forma muy desfavorable para nuestras aspiraciones a tener un puesto decisivo dentro del contexto europeo y conseguir una más rápida recuperación económica.

Lo que sucede, señores, es que, tanto el gobierno actual como toda la oposición, están demostrando estar afectados de un provincianismo deprimente. Ninguno de los partidos políticos españoles y, mucho menos los Sindicatos, está a la altura intelectual para olvidarse de las rencillas de poca monta, prescindir de sus intereses partidistas y electorales, renunciar a la tentación de culpar a resto de las fuerzas políticas de los males que asolan al país y saber entonar un mea culpa por los errores cometidos para, en una ocasión como la actual en la que está en juego el prestigio, el desarrollo, la valoración internacional y las perspectivas de futuro de España como nación; ser capaces de juntarse en torno a los tres o cuatro problemas más acuciantes y, en bloque, acometer su defensa sin fisuras, ante una Europa que es evidente que no está dispuesta a reglarnos nada si, como algunos insensatos están pretendiendo, decidimos excluirnos de lo que son nuestras obligaciones y a lo que nos obliga ser la séptima economía europea; para entregarnos a las ilusorias, desconcertantes, absurdas e insostenibles propuestas de las izquierdas españolas.

El empeño en querer demostrar la cuadratura del círculo que, en su caso, consiste en aplicar un sistema igualitario de distribución de riqueza, no porque el esfuerzo de los ciudadanos europeos en su conjunto permita reforzar la economía europea de forma que se mejore el nivel de vida de toda ella; sino rebajando el de los más poderosos para que todos quedemos estancados al nivel de los más pobres, con lo que se consigue la verdadera socialización de la pobreza. Lo que la señora Valenciano, con sus tópicos y generalidades, ha sido incapaz de decir es ¿cómo se las arreglarían ellos para, sin aumentar la producción, sanear las empresas, aumentar los impuestos y conseguir reducir el desempleo, podrían aplicar una política social que, precisamente, fueron ellos mismos los encargados de demostrar que era algo imposible? ¿Aumentando el endeudamiento o dejando que el déficit nacional creciera indefinidamente? Alguien piensa que, con estas políticas, habría inversores que nos prestaran dinero o, si lo hicieran, volviéramos a primas del 600%, insoportables para cualquier nación.

Los inventos en una economía mundial o global, no sirven si no se aplican en todo el Mundo; porque cualquier intento de jugar con los factores económicos, con las norma comerciales universalmente aceptadas o con los factores productivos que condicionan la oferta y la demanda o el libre comercio entre todas las naciones; tarde o temprano van a pasar factura a aquellos que, temerariamente, se atrevan a desafiar las reglas del mercado. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos la sinrazón de ir a votar sin saber por qué debemos hacerlo.

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