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El mercado, le guste o no a la coalición izquierdista, lo componen las empresas y los individuos que se relacionan libremente para obtener beneficios económicos

La deriva totalitaria de IU y la ignorancia y el miedo como sus motores impulsores

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La mesa redonda protagonizada el pasado viernes 25 de abril por representantes del Partido Popular, el PSOE, IU y Ciudadanos en Molina de Segura (Murcia) y organizada por la propia Asociación de Vecinos y Pedáneos del Llano de Molina de cara a las próximas elecciones europeas del 25 de mayo, puso de manifiesto qué grupos pueden liderar real y eficazmente un proyecto europeo y cuáles van ya completamente a la deriva tanto desde el punto de vista ideológico como del propio discurso.

El mejor ejemplo de esta deriva sea, quizás, el grupo comunista Izquierda Unida, que ha perdido ya todo norte y cualquier contacto con la realidad hasta el punto de inventar hechos y mentir descaradamente para sumar votos a una causa que ni ellos mismos tienen demasiado clara.

Entre las perlas del discurso de José María Ortega, los asistentes tuvieron que escuchar cómo culpaba a los mercados de la actual crisis económica y social en la que estaba sumido el mundo. Y aunque, efectivamente, las fuerzas del mercado se han desbocado estos años, la definición que ofreció del mismo fue la de “capital especulativo”; nada que ver con ese “espacio de encuentro en el que los individuos y empresas intercambian libremente bienes y servicios” o “espacio de encuentro entre los diferentes agentes económicos”, como lo definen los economistas. Vamos, que quienes nos buscamos la vida con una empresa más o menos modesta, quienes salen a comprar el pan, o quienes se prestan dinero, no son mercado porque para serlo hay que ser un despiadado especulador perteneciente a una minoría socioeconómica elitista con ganas de recortar en educación y sanidad para hacer sufrir al ciudadano indefenso mientras ríe uno con el puro en la boca.

El mercado, le guste o no a la coalición izquierdista, lo componen las empresas y los individuos que se relacionan libremente para obtener beneficios económicos. Y es precisamente a esa libertad económica a la que IU quiere poner control como lleva haciendo el comunismo desde que Lenin se hiciera con el poder en Rusia y, muy especialmente, desde que Stalin acabara con sus oponentes políticos en la Unión Soviética. Se trata, por tanto, de una política intervencionista que ha demostrado en no pocas ocasiones que sólo puede mantenerse viva si termina por controlar también las libertades de comunicación y pensamiento de los individuos que componen la sociedad.

Hay en esta afirmación hecha por parte del señor Ortega una doble y cruel trampa: por un lado la del control del lenguaje, según la cual, al cambiar las realidades lingüísticas cambiamos también la realidad metalingüística y, por tanto, la controlamos del mismo modo que controlamos el propio lenguaje que la expresa; por otro lado, el ciudadano se enfrenta a la conspiración política, al miedo, a la inseguridad que generan las teorías conspiranoicas que el comunismo siempre ha empleado para atar y sojuzgar al ser humano. El siguiente paso, la historia lo demuestra, es acusar de conspiración a los individuos que no se sometan y liquidarlos en pos de la utópica sociedad igualitaria.

La trampa lingüística ha sido usada muchas veces en la historia por los regímenes totalitarios e incluso por alguno democrático; y para muestra, ahí tienen la riqueza eufemística del Ejecutivo de Zapatero cuando afirmaba que la recesión es un “crecimiento inverso” y un trasvase a Cataluña no es un trasvase, sino un “aporte hídrico”. Y es muy preocupante.

Mas con todo, es más terrorífica la trampa conspiranoica por la que un grupo de monstruos enriquecidos quieren destrozar el estado de bienestar por el que la izquierda lleva años luchando. El mismo estado de bienestar que han conseguido imponer en Cuba, en China, en Venezuela, en Afganistán, y en tantos otros lugares del mundo. Estado del bienestar que siempre ha fracasado y que siempre ha terminado en guerras civiles o matanzas, bien promovidas por grupos terroristas o por el aún más terrible terrorismo estatal. Vean, si no, el ejemplo de la Ucrania soviética o el de la Polonia del mismo período.

Y es que el problema de los triunfos comunistas en España y el resto del mundo, aunque gracias a Dios ya son pocos los reductos totalitarios, radica en el desconocimiento histórico de las masas que los apoyan; así como en la envidia y la rabia de quienes se consideran a sí mismos unos parias del sistema capitalista y se disfrazan en no pocas ocasiones de intelectuales bien formados y forjados, y elegidos por la divina Providencia para liberar a los pueblos y a los individuos del yugo esclavista del capital.

Un ejemplo de lo que digo, pudo escucharse también en esa mesa redonda, cuando el portavoz comunista no sólo escupió la perla de la definición, sino que acusó al FMI de estar al servicio del mercado –capital especulativo, recuerden–. Para quienes no sepan qué es el FMI más que por las noticias que nos llegan por los medios, a los que acusan y acusó de estar silenciados, deben saber que se trata de un organismo internacional creado precisamente para la regulación y el control de las fuerzas de los mercados.

Aunque el FMI ha venido defendiendo en los últimos años una mayor liberalización de los mercados con un menor intervencionismo estatal, y ha sido duramente criticado por algunos economistas y grupos políticos por su política a favor de los recortes sociales como medio de equilibrar las balanzas de pagos de los países miembros, no hay que olvidar que es el último bastión internacional al que se acogen los países en quiebra o al borde de la misma. Aunque las condiciones impuestas han sido duras para países como Grecia o Portugal, no podemos olvidar que se trata de países cuyas economías se han saturado y colapsado como consecuencia de la persecución ciega y muchas veces insensata de un estado de bienestar, basado en la concepción político-económica del “papá Estado”, que ha demostrado ser no sólo perjudicial en el medio y largo plazo para los individuos, sino para todo el tejido social y económico de los países.

Y por si todo esto no sirviera para demostrar la deriva totalitaria y, además, ignorante y a través de la ignorancia de este grupo, siempre nos quedan ejemplos tan cercanos como los de la Andalucía del bipartito, la de la Marinaleda de los robos en los centros comerciales, la de la corrupción de unos sindicatos a los que dan la mano; o el apoyo a grupos defensores del terrorismo como Amaiur, que hace muy poco pudimos ver en los medios.

La deriva totalitaria de IU y la ignorancia y el miedo como sus motores impulsores

El mercado, le guste o no a la coalición izquierdista, lo componen las empresas y los individuos que se relacionan libremente para obtener beneficios económicos
Francisco Cano Carmona
lunes, 5 de mayo de 2014, 07:34 h (CET)
La mesa redonda protagonizada el pasado viernes 25 de abril por representantes del Partido Popular, el PSOE, IU y Ciudadanos en Molina de Segura (Murcia) y organizada por la propia Asociación de Vecinos y Pedáneos del Llano de Molina de cara a las próximas elecciones europeas del 25 de mayo, puso de manifiesto qué grupos pueden liderar real y eficazmente un proyecto europeo y cuáles van ya completamente a la deriva tanto desde el punto de vista ideológico como del propio discurso.

El mejor ejemplo de esta deriva sea, quizás, el grupo comunista Izquierda Unida, que ha perdido ya todo norte y cualquier contacto con la realidad hasta el punto de inventar hechos y mentir descaradamente para sumar votos a una causa que ni ellos mismos tienen demasiado clara.

Entre las perlas del discurso de José María Ortega, los asistentes tuvieron que escuchar cómo culpaba a los mercados de la actual crisis económica y social en la que estaba sumido el mundo. Y aunque, efectivamente, las fuerzas del mercado se han desbocado estos años, la definición que ofreció del mismo fue la de “capital especulativo”; nada que ver con ese “espacio de encuentro en el que los individuos y empresas intercambian libremente bienes y servicios” o “espacio de encuentro entre los diferentes agentes económicos”, como lo definen los economistas. Vamos, que quienes nos buscamos la vida con una empresa más o menos modesta, quienes salen a comprar el pan, o quienes se prestan dinero, no son mercado porque para serlo hay que ser un despiadado especulador perteneciente a una minoría socioeconómica elitista con ganas de recortar en educación y sanidad para hacer sufrir al ciudadano indefenso mientras ríe uno con el puro en la boca.

El mercado, le guste o no a la coalición izquierdista, lo componen las empresas y los individuos que se relacionan libremente para obtener beneficios económicos. Y es precisamente a esa libertad económica a la que IU quiere poner control como lleva haciendo el comunismo desde que Lenin se hiciera con el poder en Rusia y, muy especialmente, desde que Stalin acabara con sus oponentes políticos en la Unión Soviética. Se trata, por tanto, de una política intervencionista que ha demostrado en no pocas ocasiones que sólo puede mantenerse viva si termina por controlar también las libertades de comunicación y pensamiento de los individuos que componen la sociedad.

Hay en esta afirmación hecha por parte del señor Ortega una doble y cruel trampa: por un lado la del control del lenguaje, según la cual, al cambiar las realidades lingüísticas cambiamos también la realidad metalingüística y, por tanto, la controlamos del mismo modo que controlamos el propio lenguaje que la expresa; por otro lado, el ciudadano se enfrenta a la conspiración política, al miedo, a la inseguridad que generan las teorías conspiranoicas que el comunismo siempre ha empleado para atar y sojuzgar al ser humano. El siguiente paso, la historia lo demuestra, es acusar de conspiración a los individuos que no se sometan y liquidarlos en pos de la utópica sociedad igualitaria.

La trampa lingüística ha sido usada muchas veces en la historia por los regímenes totalitarios e incluso por alguno democrático; y para muestra, ahí tienen la riqueza eufemística del Ejecutivo de Zapatero cuando afirmaba que la recesión es un “crecimiento inverso” y un trasvase a Cataluña no es un trasvase, sino un “aporte hídrico”. Y es muy preocupante.

Mas con todo, es más terrorífica la trampa conspiranoica por la que un grupo de monstruos enriquecidos quieren destrozar el estado de bienestar por el que la izquierda lleva años luchando. El mismo estado de bienestar que han conseguido imponer en Cuba, en China, en Venezuela, en Afganistán, y en tantos otros lugares del mundo. Estado del bienestar que siempre ha fracasado y que siempre ha terminado en guerras civiles o matanzas, bien promovidas por grupos terroristas o por el aún más terrible terrorismo estatal. Vean, si no, el ejemplo de la Ucrania soviética o el de la Polonia del mismo período.

Y es que el problema de los triunfos comunistas en España y el resto del mundo, aunque gracias a Dios ya son pocos los reductos totalitarios, radica en el desconocimiento histórico de las masas que los apoyan; así como en la envidia y la rabia de quienes se consideran a sí mismos unos parias del sistema capitalista y se disfrazan en no pocas ocasiones de intelectuales bien formados y forjados, y elegidos por la divina Providencia para liberar a los pueblos y a los individuos del yugo esclavista del capital.

Un ejemplo de lo que digo, pudo escucharse también en esa mesa redonda, cuando el portavoz comunista no sólo escupió la perla de la definición, sino que acusó al FMI de estar al servicio del mercado –capital especulativo, recuerden–. Para quienes no sepan qué es el FMI más que por las noticias que nos llegan por los medios, a los que acusan y acusó de estar silenciados, deben saber que se trata de un organismo internacional creado precisamente para la regulación y el control de las fuerzas de los mercados.

Aunque el FMI ha venido defendiendo en los últimos años una mayor liberalización de los mercados con un menor intervencionismo estatal, y ha sido duramente criticado por algunos economistas y grupos políticos por su política a favor de los recortes sociales como medio de equilibrar las balanzas de pagos de los países miembros, no hay que olvidar que es el último bastión internacional al que se acogen los países en quiebra o al borde de la misma. Aunque las condiciones impuestas han sido duras para países como Grecia o Portugal, no podemos olvidar que se trata de países cuyas economías se han saturado y colapsado como consecuencia de la persecución ciega y muchas veces insensata de un estado de bienestar, basado en la concepción político-económica del “papá Estado”, que ha demostrado ser no sólo perjudicial en el medio y largo plazo para los individuos, sino para todo el tejido social y económico de los países.

Y por si todo esto no sirviera para demostrar la deriva totalitaria y, además, ignorante y a través de la ignorancia de este grupo, siempre nos quedan ejemplos tan cercanos como los de la Andalucía del bipartito, la de la Marinaleda de los robos en los centros comerciales, la de la corrupción de unos sindicatos a los que dan la mano; o el apoyo a grupos defensores del terrorismo como Amaiur, que hace muy poco pudimos ver en los medios.

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