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La historia está ahí y nadie la va a cambiar

De primarias y partidos antisistema

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Tengo por lista política a la Margaret Thatcher de la política castellonense y valenciana —liberalota como ella sola—, la intrépida consellera de Infraestructuras de la Generalitat Valenciana, Isabel Bonig, que antes que monja fue cocinera como alcaldesa de La Vall d’Uixó. Y creo que es en esa línea de inteligencia y arrojo con la que se nos descuelga públicamente pidiendo introducir el sistema de primarias en el Partido Popular. Ah, un partido en el que, hasta ahora, el dedo de la unción ha sido el determinante, el concluyente, notificado entre las bambalinas de cualquier congreso por el líder de turno a sus más allegados, para que sus candidatos herederos se sometiesen a sesiones de maquillaje y pasearse con el número 1 en los carteles electorales.

La historia está ahí y nadie la va a cambiar: Manuel Fraga ungió a José María Aznar, éste lo hizo con Mariano Rajoy y aquí, más cerca, en la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana lo hizo con Paco Camps —¡qué error, qué inmenso error!, que diría el historiador Ricardo de la Cierva, equivocándose, este sí, sobre su pronóstico con Adolfo Suárez—. Mientras, los militantes, enfervorizados, con las manos rojas y acaloradas aplaudían fielmente, unas tras otra, las decisiones de sus líderes sin apenas participación o capacidad de decisión. Un mal que ha aquejado a muchos partidos y cuyos partidarios, llenándose la boca de democracia nunca la han practicado internamente. Una pandemia que, desde la Transición, ha afectado, directa o indirectamente por sus daños colaterales, a toda la sociedad española en su conjunto.

Y hete aquí a Isabel, con nombre de reina castellana, que plantea lo que muchos militantes seguramente vendrán mascullando desde hace tiempo, pero sin la capacidad para hacerlo ni los altavoces que tiene ahora mismo la Bonig. Porque sin duda, el planteamiento no habrá sido porque sí. Hasta el más zote político sabrá interpretar las últimas encuestas —como la publicada ayer mismo, con un panorama negro de carbonería para el Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, gobernados por el PP— en los que los augurios para la derecha no son nada buenos de cara a las locales y autonómicas del año que viene. Y extrapolándolas… Sin duda, el Partido Popular, con una mejora en su haber de gobierno solo referida a la macroeconomía —la mejora de los de siempre—, necesita un revulsivo y la movilización, sí o sí, si quiere seguir gobernando, de sus militantes y simpatizantes.

Tal vez, Isabel Bonig, que como digo no tiene un pelo de tonta, se haya mirado en el espejo de las primarias del PSPV-PSOE, y es sabedora perfectamente de que este partido, en la UCI desde hace muchos años, ha conseguido concitar la atención de los ciudadanos con su proceso abierto y la de los medios de comunicación que todavía siguen siendo la cadena de transmisión de las cosas buenas y malas.

Lo que ya no me cuadra es si lo ha hecho o no con el consentimiento del presidente del partido y president del Consell, Alberto Fabra que, de aprobarse lo que propone Isabel, tendrá que afrontar el plebiscito primario frente a otros candidatos si quiere repetir como flamante president de la Generalitat. Y en este punto es donde me descoloca la rapidez del rayo con la que se ha pronunciado el barón provincial del PP, presidente de la Diputación de Valencia y candidato a la presidencia del Valencia, C.F., Alfonso Rus, alineándose sin fisuras, en este tema, con la vallera. ¿Se presentaría a las primarias el también alcalde de Xátiva?.

Y lo que no me ha terminado de gustar, en el contexto de las mismas declaraciones de Isabel Bonig, es que siga la partitura, letra y música, de su jefe de campaña europea, el vicepresidente de las Cortes Valencianas, Alejandro Font de Mora —del que creo ser amigo hasta la fecha, por encima de la política—, avezado ya en la cosa pública desde hace muchos años, además de forense, poeta y pintor, aficiones estas últimas rematadas con una muy curiosa, como es la de arreglar relojes —práctica no profesional que solo deben llevar a cabo aquellos humanos con una paciencia infinita y nervios de acero—, cuando no sé en base a qué llaman antisistema a partidos legalizados y que se sepa, cumpliendo los requisitos constitucionales y la ley de partidos.

Porque no me creo que don Alejandro, otro liberalote, se crea lo que dice si no es en el contexto del fragor de la campaña electoral. Quiero recordarle a mi ex conmilitón en el CDS, allá por la década de los 80, que en la legislatura 1987/91, en las Cortes Valencianas, el PSPV-PSOE no consiguió la mayoría absoluta, que allí estaban los antepasados de estos “antisistema” y que convivimos a la perfección, dialogando y pactando, desde los pasillos o la “trona” siendo una de las legislaturas más productivas de toda la nueva época democrática. De aquí hasta este momento no creo que se hayan radicalizado tanto sino es porque las normas de comportamiento político sí que han cambiado con las instituciones blindadas a cal y canto de cualquier tipo de información.

Pero no hay que perder la esperanza, don Alejandro. Antisistema lo fue, casi cuando los granitos de la pubertad pajillera se le fueran de la cara, el campeón de los conselleres de la Generalitat –ocho veces lo fue, ocho, con PSOE y PP– el inefable e irrepetible genio de la rex pública, Rafael Blasco Castany, ese santo varón, “marqués de La Ribera” y otros títulos todavía por hacer públicos, cuando su militancia en el MLC y el FRAP. Igual a estos chicos antisistema hay que darles poder para que se reconviertan.

De primarias y partidos antisistema

La historia está ahí y nadie la va a cambiar
Carlos Laguna
lunes, 5 de mayo de 2014, 07:27 h (CET)
Tengo por lista política a la Margaret Thatcher de la política castellonense y valenciana —liberalota como ella sola—, la intrépida consellera de Infraestructuras de la Generalitat Valenciana, Isabel Bonig, que antes que monja fue cocinera como alcaldesa de La Vall d’Uixó. Y creo que es en esa línea de inteligencia y arrojo con la que se nos descuelga públicamente pidiendo introducir el sistema de primarias en el Partido Popular. Ah, un partido en el que, hasta ahora, el dedo de la unción ha sido el determinante, el concluyente, notificado entre las bambalinas de cualquier congreso por el líder de turno a sus más allegados, para que sus candidatos herederos se sometiesen a sesiones de maquillaje y pasearse con el número 1 en los carteles electorales.

La historia está ahí y nadie la va a cambiar: Manuel Fraga ungió a José María Aznar, éste lo hizo con Mariano Rajoy y aquí, más cerca, en la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana lo hizo con Paco Camps —¡qué error, qué inmenso error!, que diría el historiador Ricardo de la Cierva, equivocándose, este sí, sobre su pronóstico con Adolfo Suárez—. Mientras, los militantes, enfervorizados, con las manos rojas y acaloradas aplaudían fielmente, unas tras otra, las decisiones de sus líderes sin apenas participación o capacidad de decisión. Un mal que ha aquejado a muchos partidos y cuyos partidarios, llenándose la boca de democracia nunca la han practicado internamente. Una pandemia que, desde la Transición, ha afectado, directa o indirectamente por sus daños colaterales, a toda la sociedad española en su conjunto.

Y hete aquí a Isabel, con nombre de reina castellana, que plantea lo que muchos militantes seguramente vendrán mascullando desde hace tiempo, pero sin la capacidad para hacerlo ni los altavoces que tiene ahora mismo la Bonig. Porque sin duda, el planteamiento no habrá sido porque sí. Hasta el más zote político sabrá interpretar las últimas encuestas —como la publicada ayer mismo, con un panorama negro de carbonería para el Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, gobernados por el PP— en los que los augurios para la derecha no son nada buenos de cara a las locales y autonómicas del año que viene. Y extrapolándolas… Sin duda, el Partido Popular, con una mejora en su haber de gobierno solo referida a la macroeconomía —la mejora de los de siempre—, necesita un revulsivo y la movilización, sí o sí, si quiere seguir gobernando, de sus militantes y simpatizantes.

Tal vez, Isabel Bonig, que como digo no tiene un pelo de tonta, se haya mirado en el espejo de las primarias del PSPV-PSOE, y es sabedora perfectamente de que este partido, en la UCI desde hace muchos años, ha conseguido concitar la atención de los ciudadanos con su proceso abierto y la de los medios de comunicación que todavía siguen siendo la cadena de transmisión de las cosas buenas y malas.

Lo que ya no me cuadra es si lo ha hecho o no con el consentimiento del presidente del partido y president del Consell, Alberto Fabra que, de aprobarse lo que propone Isabel, tendrá que afrontar el plebiscito primario frente a otros candidatos si quiere repetir como flamante president de la Generalitat. Y en este punto es donde me descoloca la rapidez del rayo con la que se ha pronunciado el barón provincial del PP, presidente de la Diputación de Valencia y candidato a la presidencia del Valencia, C.F., Alfonso Rus, alineándose sin fisuras, en este tema, con la vallera. ¿Se presentaría a las primarias el también alcalde de Xátiva?.

Y lo que no me ha terminado de gustar, en el contexto de las mismas declaraciones de Isabel Bonig, es que siga la partitura, letra y música, de su jefe de campaña europea, el vicepresidente de las Cortes Valencianas, Alejandro Font de Mora —del que creo ser amigo hasta la fecha, por encima de la política—, avezado ya en la cosa pública desde hace muchos años, además de forense, poeta y pintor, aficiones estas últimas rematadas con una muy curiosa, como es la de arreglar relojes —práctica no profesional que solo deben llevar a cabo aquellos humanos con una paciencia infinita y nervios de acero—, cuando no sé en base a qué llaman antisistema a partidos legalizados y que se sepa, cumpliendo los requisitos constitucionales y la ley de partidos.

Porque no me creo que don Alejandro, otro liberalote, se crea lo que dice si no es en el contexto del fragor de la campaña electoral. Quiero recordarle a mi ex conmilitón en el CDS, allá por la década de los 80, que en la legislatura 1987/91, en las Cortes Valencianas, el PSPV-PSOE no consiguió la mayoría absoluta, que allí estaban los antepasados de estos “antisistema” y que convivimos a la perfección, dialogando y pactando, desde los pasillos o la “trona” siendo una de las legislaturas más productivas de toda la nueva época democrática. De aquí hasta este momento no creo que se hayan radicalizado tanto sino es porque las normas de comportamiento político sí que han cambiado con las instituciones blindadas a cal y canto de cualquier tipo de información.

Pero no hay que perder la esperanza, don Alejandro. Antisistema lo fue, casi cuando los granitos de la pubertad pajillera se le fueran de la cara, el campeón de los conselleres de la Generalitat –ocho veces lo fue, ocho, con PSOE y PP– el inefable e irrepetible genio de la rex pública, Rafael Blasco Castany, ese santo varón, “marqués de La Ribera” y otros títulos todavía por hacer públicos, cuando su militancia en el MLC y el FRAP. Igual a estos chicos antisistema hay que darles poder para que se reconviertan.

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