Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y doblez, no sólo pertenece a la letra del tango “Cambalache”, sino a la vida misma.
Vemos pasar las estaciones y a estas alturas de la primavera, con el 1º de mayo, Fiesta de los Trabajadores, a la vuelta de la esquina, nos dicen (¿Quiénes? ¡Ay! los de siempre) que el paro en España se ha reducido en los últimos meses, que con sangre, sudor y lágrimas estamos remontando la crisis. Pero hay que leer la letra pequeña y, todavía mejor, si somos capaces de hacerlo con la invisible, la que sólo se ve al trasluz.
Que el Gobierno –no este, sino todos- dice siempre verdades a medias es un hecho que podemos comprobar cada día. Utilizando una frase muy querida por el humorista José Mota: “las gallinas que entran por las que salen”.
Afirman que el paro se ha reducido; lo cual parece ser verdad. Pero procuran que la cifra real de personas que han dejado atrás la triste lista del desempleo en el último trimestre (2.300) no se les escape de los labios. Ya estamos “por debajo del límite psicológico de los 6 millones de parados”, se les oye afirmar. Aunque a algunos no se nos escapa que ese “límite psicológico” (plúmbeo eufemismo para evitar decir “debacle”) lo han corrido, como quien no quiere la cosa, de 5 a 6 millones. Y aquí no ha pasado nada.
En las líneas escritas con la tinta invisible de los hechos pueden leerse muchas cosas y comprenderse muchos porqués, encriptados en marañas de cifras hábilmente manipuladas. Sólo hay que dedicarle algo de tiempo y paciencia.
Se habla de “desafección” del pueblo (ahora “ciudadanía”) hacia la clase política. Tirios y troyanos, todos ellos aforados y con el riñón bien cubierto, se enzarzan en pesadísimas y estériles discusiones bizantinas (será por aquello de que por Oriente sale el sol…) Un ejemplo son las famosas “sesiones de control al Gobierno”, que tienen lugar cada miércoles.
A los parados de larga duración, a esos jóvenes que no saben qué hacer con su tiempo, muchas veces desperdiciado en las colas del desempleo o yéndose a Alemania en busca de lo que no suelen encontrar, alguien debería darles una respuesta o, por lo menos, una esperanza basada en hechos más que en promesas baldías.
Saber interpretar la letra invisible puede ayudar en la tarea. Ese tiempo y esa paciencia que con frecuencia nos faltan son imprescindibles.