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La región de Murcia acoge una ciudad rica en leyendas

Cartagena, puerto de leyendas y misterios

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El puerto de Cartagena (Murcia) mira orgulloso al mar protegido por sus montañas mientras en la ciudad, militar e industrial desde el principio de los tiempos, se dan la mano el pasado y el presente, la realidad y la ficción, en forma de misteriosas leyendas.

Toda la región es rica en historias y misterios; sin embargo, pocas ciudades murcianas pueden presumir de tal cantidad. Hacemos un breve repaso por cuatro de las más famosas e importantes.

La mujer emparedada
Cartagena no es la única ciudad que cuenta con historias de emparedamientos. Granada tiene su famosa asa de Castril, en el Paseo de los Tristes, por ejemplo. Y todas las historias son parecidas: amores, traiciones, celos…

La historia cartagenera es la de una joven llamada Sol que se enamoró perdidamente de un mozo de linaje inferior. Un amor prohibido, según los cánones morales de la época. Ante tal dilema, el joven decidió partir a la guerra con el fin de hacer fortuna suficiente como para casarse con la joven, pero finalizó el conflicto y no volvió.

Los padres, alcaides del Castillo de la Concepción, sabedores de la historia, casaron a su hija con un noble italiano llamado Rodrigo Rocatti. Éste fue un esposo fiel y amoroso hasta que descubrió que había llegado a oídos de la joven que su amor sobrevivió a la guerra y se hallaba preso. Los celos lo consumieron, y cuando supo de la intención de su esposa de liberar al cautivo, mandó que la emparedaran viva.

El soldado volvió, pero cayó muerto en las manos del italiano, que rápidamente informó a su esposa mientras ejecutaba la orden. Antes de que el último ladrillo fuera colocado en su lugar, Sol maldijo a su marido, quien moriría veinte días después de cumplido el castigo.

El barco fantasma
Una ciudad portuaria, ligada tan estrechamente al mar como es Cartagena, no puede no tener historias de navíos fantasmas.

Cuenta la leyenda que el ilustre noble don Luis Garre, pacense de nacimiento, cayó enamorado de la bella joven doña Leonor de Ojeda, cartagenera hija del alcaide del Castillo de la Concepción, y prometida de don Carlos Laredo, morisco que se hacía pasar por cristiano viejo. Luis Garre descubrió el secreto de su adversario y lo denunció a la Inquisición, que lo ajustició en la hoguera.

Dos años después, de vuelta don Luis en Cartagena, fue citado por la hermana de don Carlos en secreto, quien le hizo beber una pócima para adormecerlo y llevarlo a una galera, donde serviría como galeote por venganza. Dicen que don Luis consiguió escapar y con ayuda de una antorcha se abrió paso por la bodega, pero el barco viró bruscamente, la antorcha cayó y prendió el barco hasta que quedó reducido a cenizas.

De acuerdo con la leyenda, cada 15 de agosto un estruendo que recuerda a una explosión o un potente cañonazo, anuncia la aparición de la galera envuelta entre una espesa niebla.

La visita de Drácula
Pocos son quienes no han leído la obra maestra de Bram Stocker o han visto alguna de las películas que ha inspirado el vampiro transilvano. Lo que pocos saben es que Cartagena cuenta con una historia de vampirismo como pocas ciudades españolas.

A mediados del siglo XIX desembarca en Cartagena un ataúd. Nadie lo reclama hasta que pasado el tiempo llega una carta de La Coruña en la que la caja fúnebre es reclamada. La posta se pone en funcionamiento y el féretro viaja hasta la ciudad gallega pasando por Almería, Toledo, Borox, Santillana del Mar y Comillas. Hasta ahí nada inusual, salvo por el hecho de que en todas aquellas localidades se registraron casos de vampirismo entre los días que el ataúd estuvo allí.

Una vez en La Coruña, el ataúd queda sin dueño por lo que es devuelto a Cartagena y reclamado después por un aristócrata serbio residente en Alhama de Murcia y al que, dicen, sólo se le podía ver tras la puesta del sol, el mismo que poco después abandonaría España para no volver jamás.

El monje de San Diego
Quizás una de las historias menos conocidas de Cartagena sea una de las más posibles desde el punto de vista histórico. La leyenda del monje de San Diego que consiguió salvar él solo la ciudad del ataque de unos piratas berberiscos.

Según esta leyenda, había en la ciudad un monje de hábitos libertinos que pasaba más tiempo en las tabernas que en el convento de San Diego, donde estaba ubicada su orden. Una noche de borrachera y gracias a sus innumerables contactos, se enteró el bribón de que una nave pirata se acercaba a la costa con la intención de saquear la ciudad, algo bastante corriente en el Levante español.

El fraile, sin mediar palabra con nadie, se acercó a la noche siguiente a la Linterna (torre vigía que hacía las veces de faro en Cartagena) y apagó la luz para que los piratas no encontraran la entrada al puerto. En su lugar, encendió otra que dirigió a los asaltantes a un arrecife, donde encallaron irremediablemente. Una vez encallados, el fraile hizo sonar las campanas de la ciudad, a cuyo sonido salieron los ciudadanos y los militares que encontraron a los piratas embarrancados.

Cartagena es una ciudad rica en leyendas y guarda muchas más en su interior para el viajero que se atreva a descubrirlas.

Cartagena, puerto de leyendas y misterios

La región de Murcia acoge una ciudad rica en leyendas
Francisco Cano Carmona
jueves, 24 de abril de 2014, 06:34 h (CET)
El puerto de Cartagena (Murcia) mira orgulloso al mar protegido por sus montañas mientras en la ciudad, militar e industrial desde el principio de los tiempos, se dan la mano el pasado y el presente, la realidad y la ficción, en forma de misteriosas leyendas.

Toda la región es rica en historias y misterios; sin embargo, pocas ciudades murcianas pueden presumir de tal cantidad. Hacemos un breve repaso por cuatro de las más famosas e importantes.

La mujer emparedada
Cartagena no es la única ciudad que cuenta con historias de emparedamientos. Granada tiene su famosa asa de Castril, en el Paseo de los Tristes, por ejemplo. Y todas las historias son parecidas: amores, traiciones, celos…

La historia cartagenera es la de una joven llamada Sol que se enamoró perdidamente de un mozo de linaje inferior. Un amor prohibido, según los cánones morales de la época. Ante tal dilema, el joven decidió partir a la guerra con el fin de hacer fortuna suficiente como para casarse con la joven, pero finalizó el conflicto y no volvió.

Los padres, alcaides del Castillo de la Concepción, sabedores de la historia, casaron a su hija con un noble italiano llamado Rodrigo Rocatti. Éste fue un esposo fiel y amoroso hasta que descubrió que había llegado a oídos de la joven que su amor sobrevivió a la guerra y se hallaba preso. Los celos lo consumieron, y cuando supo de la intención de su esposa de liberar al cautivo, mandó que la emparedaran viva.

El soldado volvió, pero cayó muerto en las manos del italiano, que rápidamente informó a su esposa mientras ejecutaba la orden. Antes de que el último ladrillo fuera colocado en su lugar, Sol maldijo a su marido, quien moriría veinte días después de cumplido el castigo.

El barco fantasma
Una ciudad portuaria, ligada tan estrechamente al mar como es Cartagena, no puede no tener historias de navíos fantasmas.

Cuenta la leyenda que el ilustre noble don Luis Garre, pacense de nacimiento, cayó enamorado de la bella joven doña Leonor de Ojeda, cartagenera hija del alcaide del Castillo de la Concepción, y prometida de don Carlos Laredo, morisco que se hacía pasar por cristiano viejo. Luis Garre descubrió el secreto de su adversario y lo denunció a la Inquisición, que lo ajustició en la hoguera.

Dos años después, de vuelta don Luis en Cartagena, fue citado por la hermana de don Carlos en secreto, quien le hizo beber una pócima para adormecerlo y llevarlo a una galera, donde serviría como galeote por venganza. Dicen que don Luis consiguió escapar y con ayuda de una antorcha se abrió paso por la bodega, pero el barco viró bruscamente, la antorcha cayó y prendió el barco hasta que quedó reducido a cenizas.

De acuerdo con la leyenda, cada 15 de agosto un estruendo que recuerda a una explosión o un potente cañonazo, anuncia la aparición de la galera envuelta entre una espesa niebla.

La visita de Drácula
Pocos son quienes no han leído la obra maestra de Bram Stocker o han visto alguna de las películas que ha inspirado el vampiro transilvano. Lo que pocos saben es que Cartagena cuenta con una historia de vampirismo como pocas ciudades españolas.

A mediados del siglo XIX desembarca en Cartagena un ataúd. Nadie lo reclama hasta que pasado el tiempo llega una carta de La Coruña en la que la caja fúnebre es reclamada. La posta se pone en funcionamiento y el féretro viaja hasta la ciudad gallega pasando por Almería, Toledo, Borox, Santillana del Mar y Comillas. Hasta ahí nada inusual, salvo por el hecho de que en todas aquellas localidades se registraron casos de vampirismo entre los días que el ataúd estuvo allí.

Una vez en La Coruña, el ataúd queda sin dueño por lo que es devuelto a Cartagena y reclamado después por un aristócrata serbio residente en Alhama de Murcia y al que, dicen, sólo se le podía ver tras la puesta del sol, el mismo que poco después abandonaría España para no volver jamás.

El monje de San Diego
Quizás una de las historias menos conocidas de Cartagena sea una de las más posibles desde el punto de vista histórico. La leyenda del monje de San Diego que consiguió salvar él solo la ciudad del ataque de unos piratas berberiscos.

Según esta leyenda, había en la ciudad un monje de hábitos libertinos que pasaba más tiempo en las tabernas que en el convento de San Diego, donde estaba ubicada su orden. Una noche de borrachera y gracias a sus innumerables contactos, se enteró el bribón de que una nave pirata se acercaba a la costa con la intención de saquear la ciudad, algo bastante corriente en el Levante español.

El fraile, sin mediar palabra con nadie, se acercó a la noche siguiente a la Linterna (torre vigía que hacía las veces de faro en Cartagena) y apagó la luz para que los piratas no encontraran la entrada al puerto. En su lugar, encendió otra que dirigió a los asaltantes a un arrecife, donde encallaron irremediablemente. Una vez encallados, el fraile hizo sonar las campanas de la ciudad, a cuyo sonido salieron los ciudadanos y los militares que encontraron a los piratas embarrancados.

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