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Lluis Esquena, Girona

Cristo es nuestra Paz

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El Papa Francisco nos lo ha recordado este domingo: la Pascua es un tiempo privilegiado para que acojamos la gracia de la resurrección de Cristo. Hemos de dejarnos renovar por la misericordia de Dios, dejar que su amor transforme también nuestras vidas, ser instrumentos de esa misericordia y trabajar sin descanso para que florezcan la justicia y la paz en el mundo. Hemos de pedir con fuerza a Cristo resucitado que transforme la muerte en vida, el odio en amor, la guerra en paz. Si Cristo es nuestra paz, hemos de implorar por medio de Él, la paz para el mundo entero, que tan necesitado de ella está.

Paz para Oriente Medio, en particular para israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el objetivo de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Irak, para Siria, para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia. Que Cristo resucitado reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados y que seamos siempre instrumentos de su paz para seguir anunciándole al mundo que la muerte no tiene la última palabra.

Cristo es nuestra Paz

Lluis Esquena, Girona
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martes, 22 de abril de 2014, 07:27 h (CET)
El Papa Francisco nos lo ha recordado este domingo: la Pascua es un tiempo privilegiado para que acojamos la gracia de la resurrección de Cristo. Hemos de dejarnos renovar por la misericordia de Dios, dejar que su amor transforme también nuestras vidas, ser instrumentos de esa misericordia y trabajar sin descanso para que florezcan la justicia y la paz en el mundo. Hemos de pedir con fuerza a Cristo resucitado que transforme la muerte en vida, el odio en amor, la guerra en paz. Si Cristo es nuestra paz, hemos de implorar por medio de Él, la paz para el mundo entero, que tan necesitado de ella está.

Paz para Oriente Medio, en particular para israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el objetivo de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Irak, para Siria, para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia. Que Cristo resucitado reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados y que seamos siempre instrumentos de su paz para seguir anunciándole al mundo que la muerte no tiene la última palabra.

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