El periodista y escritor, Basilio Trilles, nos contó en 2009 en ‘El español de la foto de París’ (Inédita Ediciones), que aunque la propaganda oficial francesa se encargó de ocultarlo durante décadas, fue precisamente un ciudadano español, Amado Granell, quien tuvo el honor de liberar París del yugo nazi, el 24 de agosto de 1944. Las crónicas del momento y la Historia oficial se encargaron de silenciar su gesta, pero Trilles asegura que fue Granell el primero en llegar al ayuntamiento parisino. El español, natural de la localidad castellonense de Burriana, era en ese momento mayor del Ejército Popular de la República Francesa y teniente de la División Leclerc. Y además, uno de los perdedores de la Guerra Civil española.
Anoche, casi 70 años después, en unas circunstancias bien distintas, una española, Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz. 1959), tomó el ayuntamiento de París. Y lo consiguió el mismo día que su partido, el socialista, recibía un importantísimo castigo en el conjunto de Francia, donde la ultraderecha avanza peligrosamente.
De alguna manera, la victoria en las urnas de Anne Hidalgo es un homenaje a aquellos republicanos españoles que, después de perder la Guerra Civil y verse abocados al exilio, siguieron combatiendo al fascismo durante la II Guerra Mundial. Algunos llegaron a París, pero muchos otros cayeron por el camino.
Dicen las crónicas que Anne Hidalgo es hija y nieta de republicanos españoles. Su abuelo fue condenado a muerte, aunque la pena resultó posteriormente conmutada por la de cadena perpetua. Dos décadas más tarde, la presión política y las penurias económicas empujaron al padre de Anne a poner rumbo a Francia, junto a su familia. Al naturalizarse francesa, cambió el original Ana por Anne, pero en casa de la alcaldesa electa de París, que conserva la nacionalidad española, se sigue hablando en castellano.
Ironías del destino, justo cuando la ultraderecha crece de forma preocupante en el conjunto de Francia, la alcaldía de París es tomada por la nieta de uno de aquellos generosos soldados que, primero en España y después en Europa durante la II Guerra Mundial, combatieron al fascismo, con un altísimo coste personal.
Esperemos que la imagen victoriosa de la española de la foto de París que hoy aparece en todos los periódicos, ayude a entender a sus correligionarios europeos, incluidos los españoles, que el fascismo es un mal que hay que cortar de raíz, aplicando políticas justas. Dejar olvidados a su suerte a los más desfavorecidos provoca el crecimiento de ‘la bicha’. Y apuntarse a la xenofobia, al estilo de Manuel Valls, conduce al desastre.