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Un férreo control ciudadano, para evitar uso de fondos municipales con fines proselitistas, es anticipado por el diputado Oscar Tuma

Arnaldo Samaniego acorralado por Oscar Tuma

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En una de sus típicas humoradas, el premio Nóbel de Física Stephen Hawking afirmó que la eternidad es un tiempo muy largo, sobretodo hacia el final. Es la impresión que la mayoría de los ciudadanos de Asunción debe tener, sobre todo en este tramo final, de la administración del intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego.

Deterioro permanente de monumentos de la ciudad, incompetencia para tratar la basura y obras inconclusas han terminado por colmar la paciencia de los asuncenos, algo natural en los malos gobiernos que se encuentran en su fase final.

Interpretando el malestar ciudadano, el diputado Óscar Tuma indicó que es necesario que se haga un estricto control de gastos en las obras que pretende realizar la Municipalidad de Asunción con G. 150.000 millones que deberán ser transferidos mediante un proyecto de Ley de la Cámara de Diputados.

Los mismos partidarios de Samaniego intentaron usar como propaganda política el hecho que su administración recibiría fuertes sumas para obras, como si dichos fondos fueran dinero que podría usar arbitrariamente para su campaña proselitista. La pretensión desató la indignación ciudadana, considerando que durante las recientes lluvias hasta una turista brasileña terminó ahogada debido a obras de desagüe que Samaniego dejó inconclusas.

No menos graves son los proyectos inconclusos como el mirador de Punta Karapá, con vista a la bahía de Asunción, para cuya construcción se habían recibido fondos más que suficientes de agencias de cooperación internacional. La tragada de Arnaldo y sus secuaces fue tal, que solo quedan como mudo testigo del proyecto una base de concreto con algunos pilares inconclusos.

Cabalgando sobre un tractor amarillo, Samaniego empapeló la ciudad de Asunción con años de anticipación, al punto durante las elecciones presidenciales del año 2008, muchos preguntaban si Arnaldo era candidato a presidente. En realidad, lanzaba su candidatura a la intendencia para el año 2010.

Una de sus primeras y más comentadas obras fue rendir honores a un impostor brasileño, Joao Pedro do Nascimento, quien se hizo pasar como miembro del Comité Mundial de la Paz de las Naciones Unidas e incluso Premio Nóbel de la Paz.

Aunque nunca había recibido dichos galardones, Samaniego le rindió honores oficiales e intercambió con él elogios y obsequios.

El falso premio Nóbel fue honrado como “visitante ilustre” de la ciudad de Asunción, título nobiliario que desde entonces fue entregado a cualquier deslustrado que desembarque en estas playas. De eso se ocupó mientras las lluvias azotaban a la capital paraguaya y se constataban las falencias de los desagües, al punto que la ciudad casi desapareció sumergida bajo las aguas como la legendaria Atlántida.

Desde la llegada de Samaniego a la intendencia, el deterioro de los monumentos de la ciudad a sido permanente y la acción comunal nula. Su único aporte al paisaje ha sido pintar la mayor escalinata de la ciudad con los colores de la bandera gay y autorizar la polución visual en la costanera. Y aunque pretendió postular a su municipio como “capital verde”, ordenó talas indiscriminadas que desataron protestas en varios barrios de Asunción, entre ellos de los vecinos del mismo Jardín Botánico.

Muros destruidos y olor nauseabundo es todo lo que su administración ofrece a quienes hoy transitan los espacios públicos de la ciudad. Las señalizaciones, hace tiempo están borradas, y sobre las mismas alcantarillas de desagüe se han instalado vendedores de Fast Foods contribuyendo a trancarlas. Los pasos cebra de la ciudad se han borrado porque según informan los mismos funcionarios de Arnaldo, la pintura que se usa para marcar la franja peatonal es diluida para malversar fondos.

Faltando a la más elemental ética, Samaniego nombró encargado del tránsito de la ciudad al titular del gremio de taxistas, que desde entonces es privilegiado disponiendo a su antojo de los espacios públicos. En una esquina donde confluyen dos importantes avenidas, estos conductores levantaron una construcción que obstruye totalmente la visual de la peligrosa esquina a los automovilistas.

Con sus proyectos que buscan controlar los gastos municipales, el diputado Oscar Tuma ha dado el primer paso para cerrar el cerco ciudadano que rodea a Samaniego, cuyo desprestigio hace imposible cualquier operativo de rescate a su imagen que sus partidarios puedan intentar.

Un recordado estadista sentenció en una oportunidad que si de algún lugar no vuelve el político, es del ridículo. El nunca bien ponderado intendente de Asunción parece haber rebasado con creces esos límites.

Arnaldo Samaniego acorralado por Oscar Tuma

Un férreo control ciudadano, para evitar uso de fondos municipales con fines proselitistas, es anticipado por el diputado Oscar Tuma
Luis Agüero Wagner
viernes, 28 de marzo de 2014, 07:43 h (CET)
En una de sus típicas humoradas, el premio Nóbel de Física Stephen Hawking afirmó que la eternidad es un tiempo muy largo, sobretodo hacia el final. Es la impresión que la mayoría de los ciudadanos de Asunción debe tener, sobre todo en este tramo final, de la administración del intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego.

Deterioro permanente de monumentos de la ciudad, incompetencia para tratar la basura y obras inconclusas han terminado por colmar la paciencia de los asuncenos, algo natural en los malos gobiernos que se encuentran en su fase final.

Interpretando el malestar ciudadano, el diputado Óscar Tuma indicó que es necesario que se haga un estricto control de gastos en las obras que pretende realizar la Municipalidad de Asunción con G. 150.000 millones que deberán ser transferidos mediante un proyecto de Ley de la Cámara de Diputados.

Los mismos partidarios de Samaniego intentaron usar como propaganda política el hecho que su administración recibiría fuertes sumas para obras, como si dichos fondos fueran dinero que podría usar arbitrariamente para su campaña proselitista. La pretensión desató la indignación ciudadana, considerando que durante las recientes lluvias hasta una turista brasileña terminó ahogada debido a obras de desagüe que Samaniego dejó inconclusas.

No menos graves son los proyectos inconclusos como el mirador de Punta Karapá, con vista a la bahía de Asunción, para cuya construcción se habían recibido fondos más que suficientes de agencias de cooperación internacional. La tragada de Arnaldo y sus secuaces fue tal, que solo quedan como mudo testigo del proyecto una base de concreto con algunos pilares inconclusos.

Cabalgando sobre un tractor amarillo, Samaniego empapeló la ciudad de Asunción con años de anticipación, al punto durante las elecciones presidenciales del año 2008, muchos preguntaban si Arnaldo era candidato a presidente. En realidad, lanzaba su candidatura a la intendencia para el año 2010.

Una de sus primeras y más comentadas obras fue rendir honores a un impostor brasileño, Joao Pedro do Nascimento, quien se hizo pasar como miembro del Comité Mundial de la Paz de las Naciones Unidas e incluso Premio Nóbel de la Paz.

Aunque nunca había recibido dichos galardones, Samaniego le rindió honores oficiales e intercambió con él elogios y obsequios.

El falso premio Nóbel fue honrado como “visitante ilustre” de la ciudad de Asunción, título nobiliario que desde entonces fue entregado a cualquier deslustrado que desembarque en estas playas. De eso se ocupó mientras las lluvias azotaban a la capital paraguaya y se constataban las falencias de los desagües, al punto que la ciudad casi desapareció sumergida bajo las aguas como la legendaria Atlántida.

Desde la llegada de Samaniego a la intendencia, el deterioro de los monumentos de la ciudad a sido permanente y la acción comunal nula. Su único aporte al paisaje ha sido pintar la mayor escalinata de la ciudad con los colores de la bandera gay y autorizar la polución visual en la costanera. Y aunque pretendió postular a su municipio como “capital verde”, ordenó talas indiscriminadas que desataron protestas en varios barrios de Asunción, entre ellos de los vecinos del mismo Jardín Botánico.

Muros destruidos y olor nauseabundo es todo lo que su administración ofrece a quienes hoy transitan los espacios públicos de la ciudad. Las señalizaciones, hace tiempo están borradas, y sobre las mismas alcantarillas de desagüe se han instalado vendedores de Fast Foods contribuyendo a trancarlas. Los pasos cebra de la ciudad se han borrado porque según informan los mismos funcionarios de Arnaldo, la pintura que se usa para marcar la franja peatonal es diluida para malversar fondos.

Faltando a la más elemental ética, Samaniego nombró encargado del tránsito de la ciudad al titular del gremio de taxistas, que desde entonces es privilegiado disponiendo a su antojo de los espacios públicos. En una esquina donde confluyen dos importantes avenidas, estos conductores levantaron una construcción que obstruye totalmente la visual de la peligrosa esquina a los automovilistas.

Con sus proyectos que buscan controlar los gastos municipales, el diputado Oscar Tuma ha dado el primer paso para cerrar el cerco ciudadano que rodea a Samaniego, cuyo desprestigio hace imposible cualquier operativo de rescate a su imagen que sus partidarios puedan intentar.

Un recordado estadista sentenció en una oportunidad que si de algún lugar no vuelve el político, es del ridículo. El nunca bien ponderado intendente de Asunción parece haber rebasado con creces esos límites.

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