Quedan más de seis meses para las elecciones municipales, pero en el subsuelo de la política ya quien más y quien menos anda inquieto esperando la confirmación por parte de su partido. Y es que hay en los más de 8.000 municipios españoles muchos que han hecho de la concejalía de turno su modus vivendi.
Por eso, la fase de elaboración de las candidaturas municipales se convierte en una de las etapas más críticas en la vida de las formaciones políticas españolas. Un juego de intereses cruzados en el que todos tratan de presionar para colocar a los suyos en los puestos de salida. Un juego casi siempre silencioso, porque el ruido de cacharros en la cocina suele resultar bastante molesto para los votantes, que bastante tienen con el desconcierto que provocan los distintos bandos en la pelea política como para ponerse a distinguir entre las distintas “familias” de su propio partido.
La pasada semana, José Bono nos ha brindado un estupendo ejemplo de cómo confundir al electorado con rumores sobre posibles candidaturas. El caso del ex ministro, muy sonado por tratarse del Ayuntamiento de Madrid, no viene a ser sino la punta de un inmenso iceberg que no distingue ni colores ni ideologías. Lo mismo que ha pasado ahora en el PSOE madrileño ocurrió hace apenas un mes en el PP de Sevilla: Soledad Becerril dio calabazas a su partido, llegó a sonar como candidato el periodista Carlos Herrera…
Anda el panorama tan escaso de políticos con talento y con gancho que ahora mismo hay casi tantos aspirantes en busca de un sillón al que aferrarse como carteles electorales a la espera de la fotografía del elegido. En la sede central de los partidos empiezan a hacer encaje de bolillos.