Los medios de comunicación marcan la agenda de los políticos de este país y éstos a su vez, condicionan las portadas de las distintas cabeceras. Se habla mucho de la corrupción, de los EREs andaluces, de Bárcenas, de Blesa, de Matas, de Camps, de Fabra y de Urdangarin. También de Gallardón y su cruzada contra el aborto, o de Artur Mas y su referéndum de autodeterminación. Y de que la lectura favorita de nuestro plasmado presidente del Gobierno es el diario Marca. Son asuntos que sin duda importan a la ciudadanía y que se comentan en los bares y en las tertulias de café. Aunque hay otras preocupaciones mucho más importantes.
Personalmente me sorprende que estas noticias estén arrinconando al verdadero problema del país: la falta de empleo y las consecuencias que esta circunstancia acarrea. Resulta descorazonador que el Gobierno nos diga una y otra vez que se atisba la luz al final del túnel cuando en 1,8 millones de hogares todos los integrantes de la unidad familiar están en paro. O cuando leemos que hay 700.000 familias sin ingresos de ningún tipo. Una cifra que con el paso del tiempo va a crecer porque las prestaciones se van agotando mientras el Gobierno mira para otro lado.
Y la oposición no pone el énfasis que debiera en este drama que, en mi opinión, habría de ser, miércoles tras miércoles, el principal instrumento de ataque al presidente Rajoy en las sesiones de control parlamentario. No se trata de acosar a nadie, sino de forzar una reacción. Porque cuando en una casa no entra dinero, no suele haber para nada; ni para ropa, ni para comida, ni para medicinas, para ni dentista. En una situación así, por no haber, no hay ni dignidad. Y creo que supone una absoluta vergüenza que en un país en el que no se ha escatimado ni un euro para salvar a la banca, se esté dejando a su suerte a varios cientos de miles de compatriotas.
El Gobierno se pone de perfil y la oposición no presiona lo suficiente. Y debería hacerlo, a diario y con contundencia, porque nos encontramos en una situación de emergencia nacional. Antes veíamos por la televisión niños de África desnutridos, pero hoy es de lo más habitual encontrar en cualquier calle de España a ciudadanos buscando comida u objetos en los contenedores de la basura.
Todos sabemos que no existe una varita mágica capaz de crear seis millones de puestos de trabajo de la noche a la mañana. Pero tampoco deberíamos resignarnos. El Gobierno, por el mero hecho de serlo, está obligado a rescatar a quienes se van quedando por el camino. Y si no no actúa de motu proprio, debería verse empujado a hacerlo por la presión de la oposición y de los medios de comunicación.
Unos y otros deberían hacer un esfuerzo por ponerse en la piel de quienes no tienen de nada, algo que quizá sea complicado de ver para alguien que tiene asegurado su sustento y el de su familia.