Ya se sabe que cuando la fruta está muy madura se cae del árbol. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, parece tener una situación muy verde, pero con un panorama más podrido que maduro. Una ciudadanía hastiada de un país que podría subsistir por sus propios recursos y medios, pero tan mal gobernado que falta hasta el papel higiénico para limpiarse el culo.
Da la impresión que los estudiantes y jóvenes se han cansado de una política basada en argumentos como: el demonio de EEUU, los males y complots del señor Bush o la virgencita o el pajarito que me ha cantado al oído. Un teatro que aunque despierta alguna que otra carcajada no llena barrigas, ni da trabajo estable.
El comandante Hugo Chávez aplicó con mano férrea una política de subvención miserable manteniendo al pobre ciudadano callado, mal nutrido pero muy entretenido. Ahora parece que los tiempos de Chávez se agotan, y Maduro es incapaz de hacer llegar su liderazgo e intenta vivir de la sombra de un Chávez que se apaga entre las nuevas generaciones.
Lo triste del asunto no sólo está en Venezuela, a España le toca su ración de boca del señor Cayo Lara que no duda en poner a Venezuela como ejemplo de una izquierda democrática. Prefiero evitar los calificativos y dejo que sean ustedes mismos quienes juzguen si hay políticos que viven en otra realidad o sueñan todavía en los mundos de Yupi o de Barrio Sésamo.
Pero dudo que para hablar de democracia, de respeto, de libertad, de igualdad, de trabajo para los pobres, de políticos honestos, honrados y dedicados, no tengamos otro país que Venezuela en todo el planeta para poner de ejemplo.