Quién iba a decir que ese país tan desconocido para la gran mayoría de los mortales nos iba a deparar tantas alegrías en los últimos meses. Si hace algo más de un mes el Fujiyama nos coronó como la mejor selección de baloncesto del mundo, ayer el circuito de Suzuka nos brindó de nuevo la ilusión de ver cómo Fernando Alonso vuelve a acariciar con la yema de sus dedos un nuevo título mundial.
Esta vez la suerte se ha aliado con el asturiano. Cuando quedaban 17 vueltas para que concluyera la carrera, Schumacher, que en esos momentos lideraba la carrera, vio como su motor dijo "¡basta!". Alonso, hasta ese momento, no podía hacer más que presionar al alemán, acecharle, agobiarle, ponerle nervioso. Finalmente, y aunque parezca un milagro, el motor de la máquina del 'káiser' empezó a echar humo y el asturiano vio el cielo abierto. Renault se prepara para cosechar otro título de constructores por segundo año consecutivo a falta de una carrera -Brasil- por disputarse y Alonso, con diez puntos de ventaja sobre el teutón, sólo necesita quedar octavo haga lo que haga su máximo contrincante.
Buenos tiempos para el automovilismo... al igual que para el baloncesto. La segunda jornada de la ACB fue testigo de un Real Madrid que volvió a mostrarse muy sólido. Una de las claves, que sin duda habrá pasado inadvertida para la gran mayoría, es su fascinante acierto desde la línea de tiros libres en los dos encuentros que ha disputado (38/44 -13/14- en la primera jornada).
Lástima que las audiencias no reflejen la pasión que se vive en todas las canchas de España, repletas semana tras semana y en donde las sorpresas y la igualdad son las nota dominantes en el comienzo de la competición (Bruesa vence a Unicaja, Gran Canaria al Barça, Murcia al Pamesa...)
Y a finales de mes comenzará la NBA, una competición donde por primera vez en la historia jugarán cuatro jugadores españoles, que lograron la gloria en la ciudad japonesa de Saitama. "No volvamos nunca más aquí porque jamás volverá a ser tan divertido", rezaba Charlotte -Scarlett Johansson-, la protagonista de Lost In Translation. Razón no le faltaba. ¡Pues que viva Japón!
