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Segundo Debate sobre el Estado de la Nación de la X legislatura

El debate sobre el Estado de la Nación se convirtió en el primer mitin electoral de las Europeas

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A propuesta del Gobierno, durante los días 25 y 26 de febrero, en el Congreso de los Diputados se está celebrando el Debate sobre el estado de la Nación, vigésimo cuarto desde la aprobación de la Constitución y segundo de la X Legislatura, al que oficialmente se conoce como Debate de Política General sobre el Estado de la Nación.

Según es habitual y consta en el escrito de solicitud que formuló el Se-cretario de Estado de Relaciones con las Cortes solicitándolo en su día, el “Debate tiene como objetivo someter la acción política del Ejecutivo al escrutinio de los distintos grupos parlamentarios que componen la Cámara.., ofreciendo con ello la oportunidad de realizar balance sobre las medidas adoptadas por el Go-bierno hasta el momento”.

Pero, llegados al ecuador de la legislatura y a menos de dos meses de las Elecciones Europeas del próximo 25 de mayo, todo el mundo es consciente de que, además del balance pretendido y de las consideraciones sobre la Política General nacional que le son propias (Medidas y Reformas impulsadas por el Gobierno, Realidades económicas, laborales, perspectivas de futuro, etc.), en el debate podrían aparecer toda la serie de temas que tienen capacidad para aumentar o disminuir el crédito y la entidad del Gobierno y de los Grupos parlamentarios que concurren al debate.

Por esta razón, existía, más que el riesgo, la certeza de que la contienda verbal iba a superar el análisis de la acción del Gobierno para convertirse en una contienda entre Grupos Parlamentarios obligados a considerar, no el Estado de la Nación en sí, sino la realidad de los propios Partidos Políticos intervinientes, la situación personal dentro cada partido de algunos de sus líderes y las perspectivas electorales de cada formación política en la próxima llamada a las urnas.

Así, el tema de conversación principal por los pasillos no era El General Estado de la Nación Española, sino el más particular estado, y situación, de algunos de los señores, o señorías de diversas regiones y condiciones, que, como oradores, iban a intervenir en el Debate en situaciones en algunos casos ciertamente delicadas (Rubalcaba en un PSOE abocado a Elecciones Prima-rias internas; y Durán i Lleida en situación difícil en CIU).

De esta forma, la sensación de enfrentamiento verbal se agudizó hasta conseguir que las preocupaciones más frecuentes entre diputados no fueran la propuesta del portavoz de su grupo o la línea argumental del adversario, sino el resultado del enfrentamiento entre oradores. Esta situación, ya a primera hora de la tarde, cobró forma en una pregunta que expandieron las emisoras que trasmitían el debate al terminar el “turno de dúplica” que el Presidente Posada concedió graciosamente a Rubalcaba al margen de lo acordado por La Mesa del Congreso:

¿Quién ha ganado Rajoy o Rubalcaba?.
Obligados por esta circunstancia, los discursos bajaron de entidad, las ideas y los argumentos cedieron ante las soflamas y el resultado, en su conjun-to, se convirtió en una sucesión de mítines para consumo de convencidos.

Durante el primer día del debate, sin excepción, los oradores, unos más que otros pero todos compartiendo afán, sometieron el rigor del análisis al con-junto de frases, la fortaleza de las convicciones argumentos a la calidez de los recursos semánticos, y el discurso de enjundia al mitin vocinglero:

Rajoy, que leyó un discurso de 44 páginas posiblemente de los menos propios (equivocó en ocasiones la lectura como si el texto le fuera ajeno), co-menzó sereno, aportando datos y pretendiendo demostrar el buenhacer de su gobierno de una forma comedida. Pero en el uso de los turnos de réplica, que es cuando lo escrito y previsto ha de subordinarse a la creación del momento, se dejó llevar por un ambiente más cercano al mitin que al propio del atril de la Tribuna de Oradores. En las réplicas: A Rubalcaba lo anuló recordándole épo-cas pasadas. Con Durán aceptó el llamado “asunto catalán”, desnudando, co-mo “martillo pilón”, las realidades del Estado de Derecho”. Con el trío de porta-voces de Izquierda Plural (Cayo Lara, Joan Coscubiela y Chesús Yuste) fue cortés, pero nada más, sin la más mínima concesión a una concordia que pa-recía difícil. Y con Rosa Díez, lo de siempre, un comienzo tranquilo que se fue enervando con el tiempo y que terminó con una frase lapidaria a cuenta de la crisis y los rescates no hechos: “La han pillado, no lo ha hecho bien y no pasa nada, mujer”.

Durán, por CIU, intentó la dificilísima postura de un análisis somero del Estado de la Nación, para recaer en lo suyo: Lo que llamó problema político de Cataluña, que no puede ser tratada como una PYME y que tiene 7,5 millones de habitantes.

Los tres portavoces de Izquierda Plural, Cayo Lara, Joan Coscubiela y Chesús Yuste, en la incómoda postura de “ganar espacio electoral”, se vieron en la necesidad de, como otras veces, marcar postura desde una izquierda que se manifiesta radical y, a la vez, establecer distancias con la izquierda suave que representa el PSOE. El resultado fue un todo brusco en el que, como en los mítines de algunos radicales, se usó, y hasta abusó, de un tono arisco y áspero lleno de pullas y frases hirientes.

Ya al final, Rosa Diez, que a pesar de la hora había concitado el interés, leyó un discurso suave, de 11 páginas que en principio no parecían amenazar con la discordia, Pero en la réplica, y ya sin papeles, como suele en sus peleas orales con Rajoy, también la diatriba del mitin electoral, en este caso de UPyD.

A las diez de la noche acabó la sesión. Ya en la calle, una diputada ga-llega, en son de despedida hizo un comentario: Mañana más. Mañana le toca al resto.

El debate sobre el Estado de la Nación se convirtió en el primer mitin electoral de las Europeas

Segundo Debate sobre el Estado de la Nación de la X legislatura
Redacción
miércoles, 26 de febrero de 2014, 08:06 h (CET)
A propuesta del Gobierno, durante los días 25 y 26 de febrero, en el Congreso de los Diputados se está celebrando el Debate sobre el estado de la Nación, vigésimo cuarto desde la aprobación de la Constitución y segundo de la X Legislatura, al que oficialmente se conoce como Debate de Política General sobre el Estado de la Nación.

Según es habitual y consta en el escrito de solicitud que formuló el Se-cretario de Estado de Relaciones con las Cortes solicitándolo en su día, el “Debate tiene como objetivo someter la acción política del Ejecutivo al escrutinio de los distintos grupos parlamentarios que componen la Cámara.., ofreciendo con ello la oportunidad de realizar balance sobre las medidas adoptadas por el Go-bierno hasta el momento”.

Pero, llegados al ecuador de la legislatura y a menos de dos meses de las Elecciones Europeas del próximo 25 de mayo, todo el mundo es consciente de que, además del balance pretendido y de las consideraciones sobre la Política General nacional que le son propias (Medidas y Reformas impulsadas por el Gobierno, Realidades económicas, laborales, perspectivas de futuro, etc.), en el debate podrían aparecer toda la serie de temas que tienen capacidad para aumentar o disminuir el crédito y la entidad del Gobierno y de los Grupos parlamentarios que concurren al debate.

Por esta razón, existía, más que el riesgo, la certeza de que la contienda verbal iba a superar el análisis de la acción del Gobierno para convertirse en una contienda entre Grupos Parlamentarios obligados a considerar, no el Estado de la Nación en sí, sino la realidad de los propios Partidos Políticos intervinientes, la situación personal dentro cada partido de algunos de sus líderes y las perspectivas electorales de cada formación política en la próxima llamada a las urnas.

Así, el tema de conversación principal por los pasillos no era El General Estado de la Nación Española, sino el más particular estado, y situación, de algunos de los señores, o señorías de diversas regiones y condiciones, que, como oradores, iban a intervenir en el Debate en situaciones en algunos casos ciertamente delicadas (Rubalcaba en un PSOE abocado a Elecciones Prima-rias internas; y Durán i Lleida en situación difícil en CIU).

De esta forma, la sensación de enfrentamiento verbal se agudizó hasta conseguir que las preocupaciones más frecuentes entre diputados no fueran la propuesta del portavoz de su grupo o la línea argumental del adversario, sino el resultado del enfrentamiento entre oradores. Esta situación, ya a primera hora de la tarde, cobró forma en una pregunta que expandieron las emisoras que trasmitían el debate al terminar el “turno de dúplica” que el Presidente Posada concedió graciosamente a Rubalcaba al margen de lo acordado por La Mesa del Congreso:

¿Quién ha ganado Rajoy o Rubalcaba?.
Obligados por esta circunstancia, los discursos bajaron de entidad, las ideas y los argumentos cedieron ante las soflamas y el resultado, en su conjun-to, se convirtió en una sucesión de mítines para consumo de convencidos.

Durante el primer día del debate, sin excepción, los oradores, unos más que otros pero todos compartiendo afán, sometieron el rigor del análisis al con-junto de frases, la fortaleza de las convicciones argumentos a la calidez de los recursos semánticos, y el discurso de enjundia al mitin vocinglero:

Rajoy, que leyó un discurso de 44 páginas posiblemente de los menos propios (equivocó en ocasiones la lectura como si el texto le fuera ajeno), co-menzó sereno, aportando datos y pretendiendo demostrar el buenhacer de su gobierno de una forma comedida. Pero en el uso de los turnos de réplica, que es cuando lo escrito y previsto ha de subordinarse a la creación del momento, se dejó llevar por un ambiente más cercano al mitin que al propio del atril de la Tribuna de Oradores. En las réplicas: A Rubalcaba lo anuló recordándole épo-cas pasadas. Con Durán aceptó el llamado “asunto catalán”, desnudando, co-mo “martillo pilón”, las realidades del Estado de Derecho”. Con el trío de porta-voces de Izquierda Plural (Cayo Lara, Joan Coscubiela y Chesús Yuste) fue cortés, pero nada más, sin la más mínima concesión a una concordia que pa-recía difícil. Y con Rosa Díez, lo de siempre, un comienzo tranquilo que se fue enervando con el tiempo y que terminó con una frase lapidaria a cuenta de la crisis y los rescates no hechos: “La han pillado, no lo ha hecho bien y no pasa nada, mujer”.

Durán, por CIU, intentó la dificilísima postura de un análisis somero del Estado de la Nación, para recaer en lo suyo: Lo que llamó problema político de Cataluña, que no puede ser tratada como una PYME y que tiene 7,5 millones de habitantes.

Los tres portavoces de Izquierda Plural, Cayo Lara, Joan Coscubiela y Chesús Yuste, en la incómoda postura de “ganar espacio electoral”, se vieron en la necesidad de, como otras veces, marcar postura desde una izquierda que se manifiesta radical y, a la vez, establecer distancias con la izquierda suave que representa el PSOE. El resultado fue un todo brusco en el que, como en los mítines de algunos radicales, se usó, y hasta abusó, de un tono arisco y áspero lleno de pullas y frases hirientes.

Ya al final, Rosa Diez, que a pesar de la hora había concitado el interés, leyó un discurso suave, de 11 páginas que en principio no parecían amenazar con la discordia, Pero en la réplica, y ya sin papeles, como suele en sus peleas orales con Rajoy, también la diatriba del mitin electoral, en este caso de UPyD.

A las diez de la noche acabó la sesión. Ya en la calle, una diputada ga-llega, en son de despedida hizo un comentario: Mañana más. Mañana le toca al resto.

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