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Conociendo el sentimiento nacionalista marroquí, difícilmente pueda dudarse de la autenticidad de sus pretensiones sobre el Sahara

El Sahara visto desde tierras de Moulay Ismael Alaoui

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No hace mucho tiempo escribi en esta misma columna sobre el conflicto del Sahara Occidental, generándose una polémica que llamo la atención de lideres políticos marroquíes, entre ellos Moulay Ismael Alaoui, preclaro e indiscutido líder del Partido del Progreso y del Socialismo de Marruecos, anteriormente conocido como partido comunista de este país.

Invitado por el ministerio de Cultura de Marruecos para la feria del libro en Casablanca, aterricé en Marruecos por diez días y decidi solicitar una entrevista con Moulay Ismael Alaoui a concretarse este sábado, y en la que intentare esclarecer posiciones respecto al ya longevo conflicto del Sahara para la óptica latinoamericana.

En realidad mi crítica nunca estuvo dirigida a los saharauis, un grupo de activistas separatistas que desean proclamar la independencia de un desolado paraje desértico, alentado por la financiación de Argelia. La idea de los saharauis sólo deja de ser descabellada si se considera que Argelia desea una salida al Atlántico, e instrumenta a este grupo para obtenerla. En realidad, mi crítica estaba dirigida a la izquierda latinoamericana, que teniendo varios conflictos territoriales y separatistas sin resolver en su seno (Zulia, Santa Cruz, la negada salida al mar de Bolivia, los problemas entre Nicaragua y sus países fronterizos), se aventura a tomar partido por un grupo separatista cuyos objetivos son cuando menos dudosos.

Lo que la izquierda latinoamericana ignora del caso es la opinión de la izquierda marroquí, a la que ha dejado de lado en la polémica, y ha evitado consultar con autoridades de reconocida solvencia moral e impulsores de la fraternidad entre Marruecos y Latinoamerica, como Moulay Ismael Alaoui.

Fuentes marroquíes, incluida la izquierda de este país, han dejado bien en claro que el problema ha causado ya un gran desgaste a las naciones involucradas, y que se resolverá el día que Argelia demuestre voluntad para hacerlo.

Las raíces del conflicto se remontan a un acuerdo entre Francia y España, impulsado por otras potencias europeas, en noviembre de 1912, que habilitó a los españoles a ejercer un protectorado sobre el Sultanato de Marruecos, hoy conocido como “ocupación española” de Marruecos por los afectados.

Ya durante esa etapa histórica, interrumpida por la Primera Guerra Mundial y reanudada en 1919, los españoles pudieron comprobar en carne propia la complejidad del dilema marroquí, pues se enfrentaban a una población que ni en tiempos del Imperio Romano, ni en épocas de la mayor expansión islámica, habían sentido el peso de autoridad alguna y se mostraban reacios a acatarla.

Finalmente Marruecos, tras décadas de anarquía, obtuvo su independencia de Francia en marzo de 1956, y de España, en abril de 1956. Sin embargo, España siguió reteniendo la parte sur de su antiguo protectorado, actitud que generó el problema actual.

Luego de la primera fase de la independencia, los nacionalistas marroquíes se basaron en la historia de la región para su reivindicación “el Gran Magreb o “Gran Marruecos”. En tiempos de la dinastía almorávide, estos monjes soldados habían unificado bajo su mando una gran extensión de territorio que comprendía todas las posesiones españolas en el norte de África (Ifni, Villa Bens, el Sahara, Ceuta, Melilla y los islotes) a su vez toda Mauritania, una buena parte de Argelia y Malí, llegando hasta el río Senegal. Esa es la raigambre histórica de los derechos de Marruecos sobre el Sahara.. Además, no puede olvidarse que el fin del colonialismo en el territorio del Sahara Occidental, que seguía retenido por España hasta 1975, se debe a una inteligente maniobra marroquí.

Para desalojar definitivamente a los españoles de su territorio, Marruecos implementó la estrategia de la Marcha Verde, enviando 350.000 ciudadanos para que ocupen ese territorio. La estrategia liderada por el rey Hasan II, durante la crisis política de la España franquista en la última etapa de la dictadura, fue iniciada en noviembre de 1975.

El plan tuvo éxito, y en medio de la agonía del Generalísimo Franco, España debió ceder esos territorios a Marruecos. Fue entonces que aparecieron los intereses expansionistas de Argelia. Argelia entrenó a miembros del Frente Polisario, que supuestamente lucha por la liberación del Sahara Occidental de manos de Marruecos. Nadie insinuó antes de ello la creación de un Estado en esa zona, sólo hasta que se habló de la parte occidental del Sahara, que tiene costa Atlántica. El interés de Argelia es, evidentemente, buscar una salida al Atlántico. Ese es el trasfondo de un conflicto sin visos de solución favorable para los argelinos, dado el respaldo a Marruecos de la Liga Árabe y la aceptación generalizada de su plan de autonomía como epílogo del problema.

El frente instrumentado por Argelia para sus propósitos, a su vez, dista mucho de ser compacto, como lo demuestran las manifestaciones de Salek Mohamed Ayad. Fundador del Frente Polisario, Ayad acusa a los líderes saharauis de haberse convertido en un instrumento al servicio de Mohamed Abdelaziz y su clan de sinvergüenzas y ladrones, y por supuesto, también de Argelia, que manipula la causa del pueblo saharaui en su lucha por debilitar a su enemigo histórico, Marruecos.

Este saharaui disidente estuvo, como muchos otros, diez años preso en las cárceles del Polisario en Tinduf, a las que describió como “tumbas donde encerraban a la gente y la maltrataban sin piedad”. Según Ayad, la mayoría de los saharauis, tanto de Tinduf como del Sahara Occidental, están en contra de lo que hacen Abdelazis y sus secuaces, que embolsan el 80 por ciento del dinero que se recibe como ayuda internacional, gran parte proveniente de España. Pero el jefe de los forajidos ha impuesto el silencio de los cementerios en sus filas, con la complicidad de medios y adictos. Mientras, los pueblos del Sahara sufren en silencio a causa de estos intereses creados para mantener un conflicto absurdo.

En lugar de prestar atención a las ideas de Moulay Ismael Alaoui, gran parte de la izquierda latinoamericana prefiere soplar las brasas del conflicto en el Sahara, con el cual pierden todos los estados que participan o toman partido.

Se ha dicho que es un error llamar razonamiento a buscar argumentos ridículos para seguir creyendo en lo que se cree, y la izquierda caviar que acostumbra firma comunicados sin leerlos en buena parte de Latinoamérica lo confirma.

El Sahara visto desde tierras de Moulay Ismael Alaoui

Conociendo el sentimiento nacionalista marroquí, difícilmente pueda dudarse de la autenticidad de sus pretensiones sobre el Sahara
Luis Agüero Wagner
viernes, 21 de febrero de 2014, 07:20 h (CET)
No hace mucho tiempo escribi en esta misma columna sobre el conflicto del Sahara Occidental, generándose una polémica que llamo la atención de lideres políticos marroquíes, entre ellos Moulay Ismael Alaoui, preclaro e indiscutido líder del Partido del Progreso y del Socialismo de Marruecos, anteriormente conocido como partido comunista de este país.

Invitado por el ministerio de Cultura de Marruecos para la feria del libro en Casablanca, aterricé en Marruecos por diez días y decidi solicitar una entrevista con Moulay Ismael Alaoui a concretarse este sábado, y en la que intentare esclarecer posiciones respecto al ya longevo conflicto del Sahara para la óptica latinoamericana.

En realidad mi crítica nunca estuvo dirigida a los saharauis, un grupo de activistas separatistas que desean proclamar la independencia de un desolado paraje desértico, alentado por la financiación de Argelia. La idea de los saharauis sólo deja de ser descabellada si se considera que Argelia desea una salida al Atlántico, e instrumenta a este grupo para obtenerla. En realidad, mi crítica estaba dirigida a la izquierda latinoamericana, que teniendo varios conflictos territoriales y separatistas sin resolver en su seno (Zulia, Santa Cruz, la negada salida al mar de Bolivia, los problemas entre Nicaragua y sus países fronterizos), se aventura a tomar partido por un grupo separatista cuyos objetivos son cuando menos dudosos.

Lo que la izquierda latinoamericana ignora del caso es la opinión de la izquierda marroquí, a la que ha dejado de lado en la polémica, y ha evitado consultar con autoridades de reconocida solvencia moral e impulsores de la fraternidad entre Marruecos y Latinoamerica, como Moulay Ismael Alaoui.

Fuentes marroquíes, incluida la izquierda de este país, han dejado bien en claro que el problema ha causado ya un gran desgaste a las naciones involucradas, y que se resolverá el día que Argelia demuestre voluntad para hacerlo.

Las raíces del conflicto se remontan a un acuerdo entre Francia y España, impulsado por otras potencias europeas, en noviembre de 1912, que habilitó a los españoles a ejercer un protectorado sobre el Sultanato de Marruecos, hoy conocido como “ocupación española” de Marruecos por los afectados.

Ya durante esa etapa histórica, interrumpida por la Primera Guerra Mundial y reanudada en 1919, los españoles pudieron comprobar en carne propia la complejidad del dilema marroquí, pues se enfrentaban a una población que ni en tiempos del Imperio Romano, ni en épocas de la mayor expansión islámica, habían sentido el peso de autoridad alguna y se mostraban reacios a acatarla.

Finalmente Marruecos, tras décadas de anarquía, obtuvo su independencia de Francia en marzo de 1956, y de España, en abril de 1956. Sin embargo, España siguió reteniendo la parte sur de su antiguo protectorado, actitud que generó el problema actual.

Luego de la primera fase de la independencia, los nacionalistas marroquíes se basaron en la historia de la región para su reivindicación “el Gran Magreb o “Gran Marruecos”. En tiempos de la dinastía almorávide, estos monjes soldados habían unificado bajo su mando una gran extensión de territorio que comprendía todas las posesiones españolas en el norte de África (Ifni, Villa Bens, el Sahara, Ceuta, Melilla y los islotes) a su vez toda Mauritania, una buena parte de Argelia y Malí, llegando hasta el río Senegal. Esa es la raigambre histórica de los derechos de Marruecos sobre el Sahara.. Además, no puede olvidarse que el fin del colonialismo en el territorio del Sahara Occidental, que seguía retenido por España hasta 1975, se debe a una inteligente maniobra marroquí.

Para desalojar definitivamente a los españoles de su territorio, Marruecos implementó la estrategia de la Marcha Verde, enviando 350.000 ciudadanos para que ocupen ese territorio. La estrategia liderada por el rey Hasan II, durante la crisis política de la España franquista en la última etapa de la dictadura, fue iniciada en noviembre de 1975.

El plan tuvo éxito, y en medio de la agonía del Generalísimo Franco, España debió ceder esos territorios a Marruecos. Fue entonces que aparecieron los intereses expansionistas de Argelia. Argelia entrenó a miembros del Frente Polisario, que supuestamente lucha por la liberación del Sahara Occidental de manos de Marruecos. Nadie insinuó antes de ello la creación de un Estado en esa zona, sólo hasta que se habló de la parte occidental del Sahara, que tiene costa Atlántica. El interés de Argelia es, evidentemente, buscar una salida al Atlántico. Ese es el trasfondo de un conflicto sin visos de solución favorable para los argelinos, dado el respaldo a Marruecos de la Liga Árabe y la aceptación generalizada de su plan de autonomía como epílogo del problema.

El frente instrumentado por Argelia para sus propósitos, a su vez, dista mucho de ser compacto, como lo demuestran las manifestaciones de Salek Mohamed Ayad. Fundador del Frente Polisario, Ayad acusa a los líderes saharauis de haberse convertido en un instrumento al servicio de Mohamed Abdelaziz y su clan de sinvergüenzas y ladrones, y por supuesto, también de Argelia, que manipula la causa del pueblo saharaui en su lucha por debilitar a su enemigo histórico, Marruecos.

Este saharaui disidente estuvo, como muchos otros, diez años preso en las cárceles del Polisario en Tinduf, a las que describió como “tumbas donde encerraban a la gente y la maltrataban sin piedad”. Según Ayad, la mayoría de los saharauis, tanto de Tinduf como del Sahara Occidental, están en contra de lo que hacen Abdelazis y sus secuaces, que embolsan el 80 por ciento del dinero que se recibe como ayuda internacional, gran parte proveniente de España. Pero el jefe de los forajidos ha impuesto el silencio de los cementerios en sus filas, con la complicidad de medios y adictos. Mientras, los pueblos del Sahara sufren en silencio a causa de estos intereses creados para mantener un conflicto absurdo.

En lugar de prestar atención a las ideas de Moulay Ismael Alaoui, gran parte de la izquierda latinoamericana prefiere soplar las brasas del conflicto en el Sahara, con el cual pierden todos los estados que participan o toman partido.

Se ha dicho que es un error llamar razonamiento a buscar argumentos ridículos para seguir creyendo en lo que se cree, y la izquierda caviar que acostumbra firma comunicados sin leerlos en buena parte de Latinoamérica lo confirma.

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