Están empeñados en conseguir que las salas de cine queden vacías. Son los señores (y señoras, que mamá Bardem manda mucho sobre su prole) del cine español, tan reivindicativos políticamente hablando siempre que lo que se pida vaya en consonancia con la extrema izquierda, el estatismo y el saqueo del contribuyente, como malos haciendo películas o galas de los Goya. Menudo tostón. Lo mismo Wert no acudió a la fiesta, no para evitar los inevitables insultos de esta tropa de sectarios partidarios de Cuba, que tanto callan estos días cuando Nicolás Maduro asesina a estudiantes en las calles de Venezuela, sino para no dormirse en público. Bien por él. No hay por qué aguantar ni insultos. Ni coñazos. Mejor aún, señor ministro, si el año que viene decidiera meter en los recortes lo que nos cuestan estos parásitos. Nos daría una gran alegría.
Claro que el año que viene a saber quién del gobierno acudirá o no acudirá a la gala. Porque se avecina crisis de gobierno. Increíblemente, pese a que estamos a escasos 4 meses de las elecciones europeas, el Partido Popular sigue sin designar a su candidato, después de que Jaime Mayor Oreja rechazase encabezar la lista. Todas las miradas apuntan hacia el ministro Arias Cañete, pero visto lo visto en el PP, Don Mariano puede salir por cualquier registro. Que se lo digan a Zoido y Cospedal, desautorizados de golpe y porrazo por la gracia de Arenas.
Pues están las encuestas como para que los de Génova 13 se lo sigan pensando. La irrupción en el panorama político de VOX y Movimiento Ciudadano podría dar la victoria a los de Rubalcaba, que para eso Don Alfredo ha enviado a Bruselas a Elena Valenciano, desautorizada por Eduardo Madina en el lío navarro, que es de una gravedad supina y en el que el PSOE se juega su futuro, que manda narices la cosa. Caso de triunfar, se allanaría el camino a su delfín, el moderado Pedro Sánchez.
Y es que el bipartidismo, que no es lo malo de nuestro sistema oligárquico puesto que siempre será mejor un gobierno fuerte que un gobierno débil, parece que está tocando a su fin. Tanto el PP como el PSOE pierden buena parte de su decepcionada base electoral. En el caso del PP, el cambio en materia antiterrorista, la subida de impuestos indiscriminada y los líos internos tienen la culpa. En el PSOE, su antiespañolismo y ese empeño en virar hacia posiciones de extrema izquierda que defienden las nuevas generaciones del partido, nihilistas y amorales.
La abstención, la mejor opción, parece erigirse en solución para buena parte de los españoles, hastiados de unos partidos políticos, unos sindicatos, unas taifas autonómicas, que tienen secuestrada la libertad política.