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Patxo Palacios

Germania: luces y sombras 16 años después

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Parece que fue hace unos pocos años y ya han pasado 16.

El universalmente celebrado proceso de unificación está acarreando más dificultades de las previstas en el seno del pueblo alemán. Es significativo el hecho de que en Alemania occidental solo el 62% de los alemanes, el 69% en el este, considera positivo celebrar el tres de octubre, la canciller Angela Merkel entre ellos, por supuesto.

El paradigma de los estados federales en Europa, con un sistema de länder, que nutre con 68 representantes de sus 16 estados al Bundestag (Parlamento) sigue sufriendo desde 1990 las consecuencias del enorme desfase entre la economía de mercado occidental y el régimen socialista de la ex RDA.

Recientemente, el Instituto de Investigaciones de Halle revelaba que, pese a que el gobierno federal ha inyectado ya nada menos que 1.5 billones de dólares en la parte oriental, el este del país sigue sin despegar, con un desempleo del 22% —mucho mayor que el promedio estatal—, una clara falta de inversiones, un crecimiento económico muy lento y una productividad por debajo de la media nacional.

Es ciertamente desesperanzador observar cómo el endeudamiento que asumió la Alemania Federal cargando dichos costos al sistema de financiación social (Berlín viene a entregar a los estados orientales unos 100,000 millones de dólares anuales, equivalentes al 4% del Producto Interno Bruto) ha dado tan poco rédito. Sin ello, por cierto, la economía funcionaría a un ritmo de un 55% del nivel que mantiene Alemania Occidental, y no el 64% que tiene hoy la ex RDA.

Se ha debilitado el crecimiento total alemán y la deuda pública ha pasado de un 41.8% del Producto Interno Bruto (PIB) en 1990, al 66.4% actualmente. Para más inri, la población oriental decrece y ello eleva la cuantía de las prestaciones sociales. Y como circulo vicioso, ante las malas condiciones laborales, los jóvenes y la mano de obra más cualificada se van hacia los estados occidentales.

Pese al admirable ejercicio del derecho de autodeterminación ejercido en su día por los alemanes como pueblo, no pocas sombras y dificultades de crecimiento se ciernen sobre ellos; se están observando conflictos y radicalismos, fomentados por los grupos más descerebrados y antidemócratas que encuentran un buen caldo de cultivo. Ahí tenemos el buen resultado del extremista Partido Nacional de Alemania en las últimas elecciones regionales celebradas en el Estado de Mecklemburgo-Pomerania, así como el de movimientos neonazis que más terreno fértil en el este que en el occidente del país.

Las diferencias oeste-este en los salarios siguen vigentes, la tasa de desempleo es mayor en los nuevos Estados y los ossis se sienten aún infravalorados por sus vecinos wessis. Por su parte, los wessis empiezan a sentir hartazgo por las quejas ossis. La también ossi Merkel dice constantemente que “la reconstrucción del este es tarea de todos”, pero lo cierto es que muchos alemanes del oeste desconfían de que su dinero sea invertido eficientemente en el otro lado del país, y comienzan a preguntarse hasta cuándo durará esta contribución solidaria.

El dato de que sólo un 27% de los alemanes del este estén satisfechos con el funcionamiento de la democracia en el país, según un estudio de la Universidad de Leipzig, no mejora las cosas precisamente. Por contra, cada segundo alemán del oeste dice sentirse conforme con las instituciones del Estado.

Aun con todo, la televisión pública alemana ofrecía datos de una encuesta en la que el 70% de occidentales y orientales reconocen haberse acercado entre sí, “aunque sea sólo un poco”, dándose el mayor número de relaciones entre los jóvenes de 18 a 29 años.

Tiempo para un futuro de esperanza, pues; quizás al final solo sea cuestión de un error de cálculo de tiempo. No parece que haya vuelta atrás: libertad y progreso para uno de los motores de Europa. Fuera racistas e iluminados liberticidas.

Germania: luces y sombras 16 años después

Patxo Palacios
Patxo Palacios
martes, 3 de octubre de 2006, 23:46 h (CET)
Parece que fue hace unos pocos años y ya han pasado 16.

El universalmente celebrado proceso de unificación está acarreando más dificultades de las previstas en el seno del pueblo alemán. Es significativo el hecho de que en Alemania occidental solo el 62% de los alemanes, el 69% en el este, considera positivo celebrar el tres de octubre, la canciller Angela Merkel entre ellos, por supuesto.

El paradigma de los estados federales en Europa, con un sistema de länder, que nutre con 68 representantes de sus 16 estados al Bundestag (Parlamento) sigue sufriendo desde 1990 las consecuencias del enorme desfase entre la economía de mercado occidental y el régimen socialista de la ex RDA.

Recientemente, el Instituto de Investigaciones de Halle revelaba que, pese a que el gobierno federal ha inyectado ya nada menos que 1.5 billones de dólares en la parte oriental, el este del país sigue sin despegar, con un desempleo del 22% —mucho mayor que el promedio estatal—, una clara falta de inversiones, un crecimiento económico muy lento y una productividad por debajo de la media nacional.

Es ciertamente desesperanzador observar cómo el endeudamiento que asumió la Alemania Federal cargando dichos costos al sistema de financiación social (Berlín viene a entregar a los estados orientales unos 100,000 millones de dólares anuales, equivalentes al 4% del Producto Interno Bruto) ha dado tan poco rédito. Sin ello, por cierto, la economía funcionaría a un ritmo de un 55% del nivel que mantiene Alemania Occidental, y no el 64% que tiene hoy la ex RDA.

Se ha debilitado el crecimiento total alemán y la deuda pública ha pasado de un 41.8% del Producto Interno Bruto (PIB) en 1990, al 66.4% actualmente. Para más inri, la población oriental decrece y ello eleva la cuantía de las prestaciones sociales. Y como circulo vicioso, ante las malas condiciones laborales, los jóvenes y la mano de obra más cualificada se van hacia los estados occidentales.

Pese al admirable ejercicio del derecho de autodeterminación ejercido en su día por los alemanes como pueblo, no pocas sombras y dificultades de crecimiento se ciernen sobre ellos; se están observando conflictos y radicalismos, fomentados por los grupos más descerebrados y antidemócratas que encuentran un buen caldo de cultivo. Ahí tenemos el buen resultado del extremista Partido Nacional de Alemania en las últimas elecciones regionales celebradas en el Estado de Mecklemburgo-Pomerania, así como el de movimientos neonazis que más terreno fértil en el este que en el occidente del país.

Las diferencias oeste-este en los salarios siguen vigentes, la tasa de desempleo es mayor en los nuevos Estados y los ossis se sienten aún infravalorados por sus vecinos wessis. Por su parte, los wessis empiezan a sentir hartazgo por las quejas ossis. La también ossi Merkel dice constantemente que “la reconstrucción del este es tarea de todos”, pero lo cierto es que muchos alemanes del oeste desconfían de que su dinero sea invertido eficientemente en el otro lado del país, y comienzan a preguntarse hasta cuándo durará esta contribución solidaria.

El dato de que sólo un 27% de los alemanes del este estén satisfechos con el funcionamiento de la democracia en el país, según un estudio de la Universidad de Leipzig, no mejora las cosas precisamente. Por contra, cada segundo alemán del oeste dice sentirse conforme con las instituciones del Estado.

Aun con todo, la televisión pública alemana ofrecía datos de una encuesta en la que el 70% de occidentales y orientales reconocen haberse acercado entre sí, “aunque sea sólo un poco”, dándose el mayor número de relaciones entre los jóvenes de 18 a 29 años.

Tiempo para un futuro de esperanza, pues; quizás al final solo sea cuestión de un error de cálculo de tiempo. No parece que haya vuelta atrás: libertad y progreso para uno de los motores de Europa. Fuera racistas e iluminados liberticidas.

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