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Un libro ácido que “sin ser feminista ni lesbiana” nos pega un meneo importante

No hay sexo en Ramallah

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Dicen los que lo conocen, que el restaurante Darna de Ramallah ofrece lo mejor de la cocina mediterránea hecha en esta ciudad histórica de Palestina. Y me lo creo. ¿Por qué? Porque en este lujoso establecimiento sitúa la escritora Siad Amiry a sus amigas-protagonistas de su novela rompedora: No hay sexo en Ramallah. Un libro ácido escrito por esta mujer que “sin ser feminista ni lesbiana” nos pega un meneo a través de una generación de mujeres que crecieron con la OLP y se toparon de bruces con la menopausia personal y la frustración política colectiva.

Suad Amiry recibirá este sábado día 25 de enero el premio Nonino 2014 por su narrativa ágil y divertida, sagaz, punzante y militante por los derechos humanos. Así lo ha proclamado el jurado formado –¡atiendan bien!- por el premio Nobel VS Naipul, Eermano Olmi, Claudio Magris, Edgar Morin y Fabiola Gianotti.

Suad Amiry ya mostró garra literaria y militancia en su obra Sharon y mi suegra, donde a modo de diario destripa los avatares familiares en medio de las invasiones israelíes entre 2001 y 2003.

¿Y por qué les hablo de Amiry, de su suegra, de su literatura y de su sexo? Porqué si cierran ustedes los ojos un segundo y piensan en Palestina, seguramente imaginaran esos densos mapas donde encaja la franja de Gaza y Cisjordania junto al Estado de Israel; porque recordarán la imagen decrépita de Arafat abandonando Ramallah enfermo o tal vez envenenado; porque señalarán un edificio cosido a bombazos y llorarán por un niño herido que, sangrando, busca con la mirada a su padre.

Y esa es una Palestina dura, real, que nos interpela. Pero les propongo imaginar esa otra Palestina que no abre los Telediarios. La que nos explica Suad Amiry: donde hay violencia y esperanza; donde hay personas que mueren de viejas y no a balazos como dejó dicho Mahmoud Darwish. Donde hay chavales que siguen, como los nuestros, los partidos del Barça y del Madrid sin saber que la suya es la tierra herida de todas las tierras heridas del Planeta.

Y mientras, algunos afortunados, como las amigas de Suad Amiry, alzarán el índice para solicitar al camarero del Darna otra ración de marisco y ensalada fresca.

Como aquí, entre nosotros, donde también tenemos nuestras escritoras, nuestros restaurantes, nuestros problemas con el sexo y nuestras palestinas.

No hay sexo en Ramallah

Un libro ácido que “sin ser feminista ni lesbiana” nos pega un meneo importante
Xavier Grau
viernes, 24 de enero de 2014, 07:43 h (CET)
Dicen los que lo conocen, que el restaurante Darna de Ramallah ofrece lo mejor de la cocina mediterránea hecha en esta ciudad histórica de Palestina. Y me lo creo. ¿Por qué? Porque en este lujoso establecimiento sitúa la escritora Siad Amiry a sus amigas-protagonistas de su novela rompedora: No hay sexo en Ramallah. Un libro ácido escrito por esta mujer que “sin ser feminista ni lesbiana” nos pega un meneo a través de una generación de mujeres que crecieron con la OLP y se toparon de bruces con la menopausia personal y la frustración política colectiva.

Suad Amiry recibirá este sábado día 25 de enero el premio Nonino 2014 por su narrativa ágil y divertida, sagaz, punzante y militante por los derechos humanos. Así lo ha proclamado el jurado formado –¡atiendan bien!- por el premio Nobel VS Naipul, Eermano Olmi, Claudio Magris, Edgar Morin y Fabiola Gianotti.

Suad Amiry ya mostró garra literaria y militancia en su obra Sharon y mi suegra, donde a modo de diario destripa los avatares familiares en medio de las invasiones israelíes entre 2001 y 2003.

¿Y por qué les hablo de Amiry, de su suegra, de su literatura y de su sexo? Porqué si cierran ustedes los ojos un segundo y piensan en Palestina, seguramente imaginaran esos densos mapas donde encaja la franja de Gaza y Cisjordania junto al Estado de Israel; porque recordarán la imagen decrépita de Arafat abandonando Ramallah enfermo o tal vez envenenado; porque señalarán un edificio cosido a bombazos y llorarán por un niño herido que, sangrando, busca con la mirada a su padre.

Y esa es una Palestina dura, real, que nos interpela. Pero les propongo imaginar esa otra Palestina que no abre los Telediarios. La que nos explica Suad Amiry: donde hay violencia y esperanza; donde hay personas que mueren de viejas y no a balazos como dejó dicho Mahmoud Darwish. Donde hay chavales que siguen, como los nuestros, los partidos del Barça y del Madrid sin saber que la suya es la tierra herida de todas las tierras heridas del Planeta.

Y mientras, algunos afortunados, como las amigas de Suad Amiry, alzarán el índice para solicitar al camarero del Darna otra ración de marisco y ensalada fresca.

Como aquí, entre nosotros, donde también tenemos nuestras escritoras, nuestros restaurantes, nuestros problemas con el sexo y nuestras palestinas.

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