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Gamonal como símbolo del creciente descontento

La caja de resonancia

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Uno se queda cada vez más perplejo ante las noticias que nos asaltan cada día. Y he escrito “nos asaltan” a sabiendas; porque la noticia se produce, acontece, pero los medios de comunicación, en especial la televisión, se encargan de que las percibamos como un asalto, como algo que irrumpe en nuestras vidas sin que nuestra voluntad de querer o no enterarnos intervenga para nada.

La última –que ya va adquiriendo el tono amarillento de los viejos periódicos- es la de un barrio de Burgos, el Gamonal, donde en los últimos días se ha producido una especie de motín de Esquilache, ante las obras de remodelación de una avenida, que, según parece, eran rechazadas por una buena parte de los vecinos. Y es inevitable hacerse la pregunta de cómo es posible que algo tan local, tan municipal (y espeso) logre acaparar titulares, consiga colarse en las tertulias de radio y televisión como monotema e inunde los resquicios del lenguaje fáctico, ese que adoptamos con un vecino en el ascensor o con el camarero del bar de la esquina.

Es evidente que el descontento ciudadano con la clase política en su conjunto busca referentes o, más exactamente, pretextos en los que volcar su frustración. Lo de Gamonal no pasaría de ser una noticia local si no fuera porque tantos otros casos de despilfarro municipal en ciudades grandes y pequeñas, en pueblos y aldeas, han hecho de caja de resonancia.

Y ahora le ha tocado al PP bailar con la más fea; aunque bien podría haberle ocurrido al PSOE o a cualquier otro partido que gobierne en un municipio, porque el problema no está en quién lleve las riendas de un ayuntamiento sino en la forma en que lo hace. La hipocresía del principal partido de la oposición en este tema, al criticar públicamente al consistorio burgalés cuando ellos tenían en su programa electoral un proyecto de obras casi idéntico, es equivalente a la torpeza del propio gobierno municipal al retirarlo “forzado por las circunstancias”.

No quiero decir con esto que haya hecho mal al cancelarlo. No. Lo que salta a la vista es que las cosas debieran haberse debatido antes; y no sólo entre los concejales. Hay que escuchar a las agrupaciones y foros vecinales; oír a la gente. Y no parece que estén los tiempos para obras suntuarias o más o menos cosméticas. Empleen ese dinero en cosas más urgentes; sin olvidarse de la cultura, verdadera cenicienta del gobierno del PP.

Quemar contenedores y romper escaparates son actos vandálicos que deben ser perseguidos. Nada los justifica. Pero esos “daños colaterales” –porque es, al fin y al cabo, lo que son- no deben impedir que veamos lo legítimo del rechazo popular ante lo que puede calificarse de “alcaldada”.

Ojalá otros mandamases –como Gallardón, que fue alcalde de Madrid y endeudó a la ciudad para varias generaciones- hubieran tenido una oposición tan eficaz y radical en su momento.

La caja de resonancia

Gamonal como símbolo del creciente descontento
Luis del Palacio
jueves, 23 de enero de 2014, 07:56 h (CET)
Uno se queda cada vez más perplejo ante las noticias que nos asaltan cada día. Y he escrito “nos asaltan” a sabiendas; porque la noticia se produce, acontece, pero los medios de comunicación, en especial la televisión, se encargan de que las percibamos como un asalto, como algo que irrumpe en nuestras vidas sin que nuestra voluntad de querer o no enterarnos intervenga para nada.

La última –que ya va adquiriendo el tono amarillento de los viejos periódicos- es la de un barrio de Burgos, el Gamonal, donde en los últimos días se ha producido una especie de motín de Esquilache, ante las obras de remodelación de una avenida, que, según parece, eran rechazadas por una buena parte de los vecinos. Y es inevitable hacerse la pregunta de cómo es posible que algo tan local, tan municipal (y espeso) logre acaparar titulares, consiga colarse en las tertulias de radio y televisión como monotema e inunde los resquicios del lenguaje fáctico, ese que adoptamos con un vecino en el ascensor o con el camarero del bar de la esquina.

Es evidente que el descontento ciudadano con la clase política en su conjunto busca referentes o, más exactamente, pretextos en los que volcar su frustración. Lo de Gamonal no pasaría de ser una noticia local si no fuera porque tantos otros casos de despilfarro municipal en ciudades grandes y pequeñas, en pueblos y aldeas, han hecho de caja de resonancia.

Y ahora le ha tocado al PP bailar con la más fea; aunque bien podría haberle ocurrido al PSOE o a cualquier otro partido que gobierne en un municipio, porque el problema no está en quién lleve las riendas de un ayuntamiento sino en la forma en que lo hace. La hipocresía del principal partido de la oposición en este tema, al criticar públicamente al consistorio burgalés cuando ellos tenían en su programa electoral un proyecto de obras casi idéntico, es equivalente a la torpeza del propio gobierno municipal al retirarlo “forzado por las circunstancias”.

No quiero decir con esto que haya hecho mal al cancelarlo. No. Lo que salta a la vista es que las cosas debieran haberse debatido antes; y no sólo entre los concejales. Hay que escuchar a las agrupaciones y foros vecinales; oír a la gente. Y no parece que estén los tiempos para obras suntuarias o más o menos cosméticas. Empleen ese dinero en cosas más urgentes; sin olvidarse de la cultura, verdadera cenicienta del gobierno del PP.

Quemar contenedores y romper escaparates son actos vandálicos que deben ser perseguidos. Nada los justifica. Pero esos “daños colaterales” –porque es, al fin y al cabo, lo que son- no deben impedir que veamos lo legítimo del rechazo popular ante lo que puede calificarse de “alcaldada”.

Ojalá otros mandamases –como Gallardón, que fue alcalde de Madrid y endeudó a la ciudad para varias generaciones- hubieran tenido una oposición tan eficaz y radical en su momento.

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