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“La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades.” Miguel Delibes

​Barcelona ¿una ciudad colmena? Cataluña ¿el nuevo paraíso comunista?

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Parece ser que, los actuales dirigentes del Ayuntamiento de la capital catalana, intentan convertir la ciudad de Barcelona en el ejemplo urbanístico siguiendo las consignas de todos aquellos presuntos “expertos”, críticos con el desarrollo, que fijan sus objetivos en que volvamos a los tiempos de los carros de caballos, las calles adoquinadas y estrechas, las farolas de gas, los vendedores callejeros, los afiladores con sus muelas de asperón, los serenos con sus chuzos y los barrios abandonados, en los que se reunía el lumpen que representaba lo peor de la miseria urbana, representado por aquella turba de delincuentes de baja estofa, drogadictos, criminales y gentes de mal vivir, a los que las personas decentes nunca se acercaban sabedoras del peligro que corrían en aquellos antros urbanos que, en ocasiones, ni la policía se atrevía a entrar.

Si el COP 25 y todos aquellos que, en gran número, han participado en sus reuniones, han declarado a diestro y siniestro los peligros que nos acechan si seguimos viviendo en este “pecado mortal” que, para ellos, significa que nos aprovechemos de los adelantos que la civilización, a través de los años de nuestra historia y prehistoria nos ha legado, fruto del esfuerzo de los numerosos cerebros que explotaron su inteligencia para conseguir hacernos más agradable la vida; con toda su innegable carga de ideología izquierdista no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre las medidas que son precisas para librarnos de los gases tóxicos que se emiten por los distintos elementos que hoy constituyen la base de la vida moderna y que se han convertido en instrumentos imprescindibles para la mayoría de quienes formamos parte de la humanidad, incluidos todos aquellos que claman en contra de la destrucción del cambio climático que, seguramente, se trasladan en taxis, vuelan en aviones, se visten con ropas que salen de industrias contaminante e, incluso, se alimentan de productos que han sido sometidos a procedimientos conservantes contaminantes.

Hasta esta niña, marisabidilla, a la que hábilmente se la ha convertida en un apóstol de la defensa de la campaña contra la degradación del cambio climático, Greta Thunberg, de nacionalidad sueca y de aspecto poco menos que inquietante, que ha conseguido que, hasta los jefes de los gobiernos que han acudido a la cita contra la degradación del clima terrestre, le rindan pleitesía, probablemente para que no se les pueda tachar de ser contrarios a “salvar el mundo” de la amenaza de su autodestrucción; parece que ya se la ha sorprendido en un renuncio. En primer lugar porque esta señorita que armó la de Dios es Cristo cuando tenía que viajar a Europa para asistir a la cumbre climática no quiso navegar en barco ni coger avión alegando que no quería contribuir a la destrucción del clima viajando en semejantes vehículos contaminantes. Contrariamente a los escrúpulos que demostró tener en cuanto al medio de transporte que debía traerla a Europa, no parece que estos mismos tiquismiquis le hayan impedido tomar un avión de regreso a su patria. Lo peor es que se hizo fotografiar como si hubiera hecho el viaje en una bodega de carga cuando, la tripulación y la compañía aérea que realizó el vuelo, ha afirmado que el traslado de la joven se realizó en primera clase y gozando de todas las comodidades propias de tan exclusivo pasaje.

Vino en un catamarán que, unos “primos” se prestaron a prestarle su nave para atravesar el océano; visitó, entre alabanzas y honores, el lugar en el que se celebraba el congreso y participó, eso sí, menos de lo esperado, en poner de chupa de domine a todos los mandatarios que no se ponían de inmediato a la tarea de acabar con la contaminación, sin tener en consideración que un cambio tan radical ponía en peligro, no sólo la economía de las naciones, sino los puestos de trabajo de millones de trabajadores si los procedimientos de fabricación, los transportes, los navíos y todos aquellos elementos que, de una forma u otra, producen gases nocivos de dejaran de usar, incluyendo todos los que están relacionados con el funcionamiento de los hospitales, las calefacciones y demás comodidades, muchas de ellas imprescindibles para prolongar la vida humana. En resumen, para no alargarnos en el tema, un congreso sobre el clima que se ha demostrado ser prescindible, que no ha alcanzado ningún acuerdo importante y que se ha cerrado en falso tal y como comenzó al no contar con la asistencia de naciones altamente contaminantes como EE.UU, China, la India y Rusia ¡Casi nada!

Volviendo al tema de Barcelona, parece ser que la señora alcaldesa se ha salido con la suya, en un intento de continuar masificando la población de la Ciudad Condal, al utilizar contenedores de los que se usan para la carga de los barcos, para convertirlos en cubículos, mini cubículos, podríamos decir que, imitando al filósofo Diógenes de Sinope que se refugiaba en un tonel, su única vivienda, y con un candil encendido en sus manos (evidentemente completamente trastornado), buscaba a gritos un hombre que fuera honesto; nos tememos, que si hubiera vivido en la actualidad su búsqueda, por muy intensa que fuera, hubiera resultado completamente infructuosa. La señora Colau, que no da puntada sin hilo, está en la labor de conseguir formar parte, ya que sus compañeros de Podemos esperan alcanzar importantes cotas de poder, de aquellas personas que van a beneficiarse de la coyuntura para aumentar su influencia y, como pieza de este objetivo, pretende convertir Barcelona en el nuevo centro neurálgico de los antisistema; el lugar donde todos aquellos que, como ella, han dedicado su vida a ir incumpliendo las leyes, tarea en la que sigue empeñada con sus decisiones sobre ocupaciones, expropiaciones, limitaciones o cargando de impuestos a las viviendas privadas y, ya no hablemos, si se trata de aquellas que los bancos se vieron obligados a quedarse por el impago de los hipotecantes de sus cuotas respectivas. La parte negativa de estas actividades ilegales, de su autocomplacencia, de creerse que las leyes no van con ella es que no para de recibir reveses judiciales que la obligan a rectificar, pese a que es incapaz de escarmentar en sus intentos de saltarse las leyes.

Pero no creamos que no exista un plan detrás de todo ello. La Colau podrá ser una ignorante, una persona a la que no le cuadra el cargo que ocupa o una activista reconvertida en mandataria, pero no es tonta. Debajo de todo lo que maquina hay una intención de inundar la ciudad de ocupas, manteros, inmigrantes, progresistas, lesbianas y homosexuales, antisistema y cuantos crea que, llegado el momento, van a votarla a ella. Cuánta más miseria, más inseguridad, más delincuencia, menos trabajo, más algaradas callejeras y huelgas políticas, ella va a obtener más influencia para imponer sus condiciones a los separatistas, su prestigio, logrado con mucho esfuerzo, al declararse protectora de todos aquellos a los que ella considera injustamente tratados por el gobierno del Estado o los gobernantes de la Generalitat, la convierte en la candidata preferida de todos quienes se oponen al orden, el progreso de la ciudad, la mejora de los comercios, la riqueza que proporciona el turismo o que las calles de la ciudad sean merecedoras de alabanzas por su seguridad, su limpieza, sus escaparates o su actividad; todos ellos pertenecen a la faceta de resistentes a la Justicia, a la que se ajustaba la señora alcaldesa cuando todavía no era más que una activista, que se enfrentaba a la policía para evitar los desahucios decretados por los jueces, cuando estaban en fase de ejecución.

Puede que, en Cataluña, todavía queden algunos incautos que se traguen todo lo que dice la prensa catalana, que sigan pensando que si llegaran a conseguir la independencia (una utopía inalcanzable) el gobierno que la regiría sería un gobierno de derechas, como el que ofrecían los burgueses de CDC, que les ayudaría a conseguir sobrevivir dentro de una Europa que los admitiría de mil amores (algo que las propias leyes comunitarias hacen imposible sin el consenso de todas las naciones miembros de la UE y, así y todo, previo un largo periodo de espera, durante el cual no existiría ni libertad de circulación, ni exención de aranceles, ni unidad económica, ni créditos de los bancos europeos, ni tampoco posibilidad de recibir subvención alguna) Un gobierno que se haría cargo de acabar con el progreso en toda Cataluña, que convertiría a los catalanes en rehenes de sus propios errores y que acabaría con el bienestar del que han gozado durante los años que han pertenecido a esta España a la que, ingratamente, ahora rechazan, engañados por sus propios políticos y arrastrados por aquellos odios, rencores y enconos, arrastrados desde aquellos ancestros que fueron vencidos en la Guerra Civil.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, a cualquier persona que objetivamente vea la situación a la que nos han arrastrado todos estos que vienen pretendiendo que una nación libre, democrática, que tiene influencia en Europa y que estaba en situación de superar los efectos de una crisis que, precisamente por el mal gobierno del señor Rodriguez Zapatero, un personaje siniestro para nuestra patria al que ahora le ha salido un imitador, si cabe, todavía más peligroso que él, que parece dispuesto a sobrepasar las “heroicidades” de su predecesor socialista, en esta ocasión con mayores posibilidades de conseguir su objetivo de convertir a España en una nueva versión de la dictadura de la república venezolana. Parece que estos que pretenden hacerse con España, tienen como lema aquel aforismo latino: “Oderint, dum metuant”

​Barcelona ¿una ciudad colmena? Cataluña ¿el nuevo paraíso comunista?

“La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades.” Miguel Delibes
Miguel Massanet
miércoles, 18 de diciembre de 2019, 08:35 h (CET)

Parece ser que, los actuales dirigentes del Ayuntamiento de la capital catalana, intentan convertir la ciudad de Barcelona en el ejemplo urbanístico siguiendo las consignas de todos aquellos presuntos “expertos”, críticos con el desarrollo, que fijan sus objetivos en que volvamos a los tiempos de los carros de caballos, las calles adoquinadas y estrechas, las farolas de gas, los vendedores callejeros, los afiladores con sus muelas de asperón, los serenos con sus chuzos y los barrios abandonados, en los que se reunía el lumpen que representaba lo peor de la miseria urbana, representado por aquella turba de delincuentes de baja estofa, drogadictos, criminales y gentes de mal vivir, a los que las personas decentes nunca se acercaban sabedoras del peligro que corrían en aquellos antros urbanos que, en ocasiones, ni la policía se atrevía a entrar.

Si el COP 25 y todos aquellos que, en gran número, han participado en sus reuniones, han declarado a diestro y siniestro los peligros que nos acechan si seguimos viviendo en este “pecado mortal” que, para ellos, significa que nos aprovechemos de los adelantos que la civilización, a través de los años de nuestra historia y prehistoria nos ha legado, fruto del esfuerzo de los numerosos cerebros que explotaron su inteligencia para conseguir hacernos más agradable la vida; con toda su innegable carga de ideología izquierdista no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre las medidas que son precisas para librarnos de los gases tóxicos que se emiten por los distintos elementos que hoy constituyen la base de la vida moderna y que se han convertido en instrumentos imprescindibles para la mayoría de quienes formamos parte de la humanidad, incluidos todos aquellos que claman en contra de la destrucción del cambio climático que, seguramente, se trasladan en taxis, vuelan en aviones, se visten con ropas que salen de industrias contaminante e, incluso, se alimentan de productos que han sido sometidos a procedimientos conservantes contaminantes.

Hasta esta niña, marisabidilla, a la que hábilmente se la ha convertida en un apóstol de la defensa de la campaña contra la degradación del cambio climático, Greta Thunberg, de nacionalidad sueca y de aspecto poco menos que inquietante, que ha conseguido que, hasta los jefes de los gobiernos que han acudido a la cita contra la degradación del clima terrestre, le rindan pleitesía, probablemente para que no se les pueda tachar de ser contrarios a “salvar el mundo” de la amenaza de su autodestrucción; parece que ya se la ha sorprendido en un renuncio. En primer lugar porque esta señorita que armó la de Dios es Cristo cuando tenía que viajar a Europa para asistir a la cumbre climática no quiso navegar en barco ni coger avión alegando que no quería contribuir a la destrucción del clima viajando en semejantes vehículos contaminantes. Contrariamente a los escrúpulos que demostró tener en cuanto al medio de transporte que debía traerla a Europa, no parece que estos mismos tiquismiquis le hayan impedido tomar un avión de regreso a su patria. Lo peor es que se hizo fotografiar como si hubiera hecho el viaje en una bodega de carga cuando, la tripulación y la compañía aérea que realizó el vuelo, ha afirmado que el traslado de la joven se realizó en primera clase y gozando de todas las comodidades propias de tan exclusivo pasaje.

Vino en un catamarán que, unos “primos” se prestaron a prestarle su nave para atravesar el océano; visitó, entre alabanzas y honores, el lugar en el que se celebraba el congreso y participó, eso sí, menos de lo esperado, en poner de chupa de domine a todos los mandatarios que no se ponían de inmediato a la tarea de acabar con la contaminación, sin tener en consideración que un cambio tan radical ponía en peligro, no sólo la economía de las naciones, sino los puestos de trabajo de millones de trabajadores si los procedimientos de fabricación, los transportes, los navíos y todos aquellos elementos que, de una forma u otra, producen gases nocivos de dejaran de usar, incluyendo todos los que están relacionados con el funcionamiento de los hospitales, las calefacciones y demás comodidades, muchas de ellas imprescindibles para prolongar la vida humana. En resumen, para no alargarnos en el tema, un congreso sobre el clima que se ha demostrado ser prescindible, que no ha alcanzado ningún acuerdo importante y que se ha cerrado en falso tal y como comenzó al no contar con la asistencia de naciones altamente contaminantes como EE.UU, China, la India y Rusia ¡Casi nada!

Volviendo al tema de Barcelona, parece ser que la señora alcaldesa se ha salido con la suya, en un intento de continuar masificando la población de la Ciudad Condal, al utilizar contenedores de los que se usan para la carga de los barcos, para convertirlos en cubículos, mini cubículos, podríamos decir que, imitando al filósofo Diógenes de Sinope que se refugiaba en un tonel, su única vivienda, y con un candil encendido en sus manos (evidentemente completamente trastornado), buscaba a gritos un hombre que fuera honesto; nos tememos, que si hubiera vivido en la actualidad su búsqueda, por muy intensa que fuera, hubiera resultado completamente infructuosa. La señora Colau, que no da puntada sin hilo, está en la labor de conseguir formar parte, ya que sus compañeros de Podemos esperan alcanzar importantes cotas de poder, de aquellas personas que van a beneficiarse de la coyuntura para aumentar su influencia y, como pieza de este objetivo, pretende convertir Barcelona en el nuevo centro neurálgico de los antisistema; el lugar donde todos aquellos que, como ella, han dedicado su vida a ir incumpliendo las leyes, tarea en la que sigue empeñada con sus decisiones sobre ocupaciones, expropiaciones, limitaciones o cargando de impuestos a las viviendas privadas y, ya no hablemos, si se trata de aquellas que los bancos se vieron obligados a quedarse por el impago de los hipotecantes de sus cuotas respectivas. La parte negativa de estas actividades ilegales, de su autocomplacencia, de creerse que las leyes no van con ella es que no para de recibir reveses judiciales que la obligan a rectificar, pese a que es incapaz de escarmentar en sus intentos de saltarse las leyes.

Pero no creamos que no exista un plan detrás de todo ello. La Colau podrá ser una ignorante, una persona a la que no le cuadra el cargo que ocupa o una activista reconvertida en mandataria, pero no es tonta. Debajo de todo lo que maquina hay una intención de inundar la ciudad de ocupas, manteros, inmigrantes, progresistas, lesbianas y homosexuales, antisistema y cuantos crea que, llegado el momento, van a votarla a ella. Cuánta más miseria, más inseguridad, más delincuencia, menos trabajo, más algaradas callejeras y huelgas políticas, ella va a obtener más influencia para imponer sus condiciones a los separatistas, su prestigio, logrado con mucho esfuerzo, al declararse protectora de todos aquellos a los que ella considera injustamente tratados por el gobierno del Estado o los gobernantes de la Generalitat, la convierte en la candidata preferida de todos quienes se oponen al orden, el progreso de la ciudad, la mejora de los comercios, la riqueza que proporciona el turismo o que las calles de la ciudad sean merecedoras de alabanzas por su seguridad, su limpieza, sus escaparates o su actividad; todos ellos pertenecen a la faceta de resistentes a la Justicia, a la que se ajustaba la señora alcaldesa cuando todavía no era más que una activista, que se enfrentaba a la policía para evitar los desahucios decretados por los jueces, cuando estaban en fase de ejecución.

Puede que, en Cataluña, todavía queden algunos incautos que se traguen todo lo que dice la prensa catalana, que sigan pensando que si llegaran a conseguir la independencia (una utopía inalcanzable) el gobierno que la regiría sería un gobierno de derechas, como el que ofrecían los burgueses de CDC, que les ayudaría a conseguir sobrevivir dentro de una Europa que los admitiría de mil amores (algo que las propias leyes comunitarias hacen imposible sin el consenso de todas las naciones miembros de la UE y, así y todo, previo un largo periodo de espera, durante el cual no existiría ni libertad de circulación, ni exención de aranceles, ni unidad económica, ni créditos de los bancos europeos, ni tampoco posibilidad de recibir subvención alguna) Un gobierno que se haría cargo de acabar con el progreso en toda Cataluña, que convertiría a los catalanes en rehenes de sus propios errores y que acabaría con el bienestar del que han gozado durante los años que han pertenecido a esta España a la que, ingratamente, ahora rechazan, engañados por sus propios políticos y arrastrados por aquellos odios, rencores y enconos, arrastrados desde aquellos ancestros que fueron vencidos en la Guerra Civil.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, a cualquier persona que objetivamente vea la situación a la que nos han arrastrado todos estos que vienen pretendiendo que una nación libre, democrática, que tiene influencia en Europa y que estaba en situación de superar los efectos de una crisis que, precisamente por el mal gobierno del señor Rodriguez Zapatero, un personaje siniestro para nuestra patria al que ahora le ha salido un imitador, si cabe, todavía más peligroso que él, que parece dispuesto a sobrepasar las “heroicidades” de su predecesor socialista, en esta ocasión con mayores posibilidades de conseguir su objetivo de convertir a España en una nueva versión de la dictadura de la república venezolana. Parece que estos que pretenden hacerse con España, tienen como lema aquel aforismo latino: “Oderint, dum metuant”

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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